En 1763, Londres es el escenario de una batalla campal. O, mejor, carnal. Margaret Wells, la ambiciosa dueña de un burdel de la ciudad, lleva a cabo una subasta silenciosa durante una función de ópera.
El premio de la subasta es la virginidad de Lucy, su hija menor; los fondos recaudados permitirán a su madre mudar el burdel a un barrio mucho más fino, más acorde con sus aspiraciones económicas.
No es una sorpresa para Lucy. Su hermana mayor, Margaret, fue subastada de forma similar.
A la pequeña, su madre intenta explicarle, no sin pesar, la razón de sus acciones: a sus 12 años, Margaret fue vendida por su madre alcohólica a cambio de un par de monedas. Lo que ella busca para sus hijas, en cambio, es un mejor futuro, posibilidades. Una vez concluida la subasta y ya vendida la virginidad de su hija, Margaret espera a que todos los asistentes abandonen el lugar antes de vomitar en una esquina, corroida por el remordimiento.
Mujeres fuertes y complejas, mujeres que deben hacer lo que sea para sobrevivir en un mundo dominado por hombres que pueden comprarlas. Esa es la premisa de Harlots , una serie que sigue la historia de Margaret, Lucy y Charlotte y su relación con el burdel, con los clientes y con ellas mismas.
Descrita por la revista Variety como una fusión entre Downton Abbey y Game of Thrones –un drama histórico sin dragones pero con prostitutas previctorianas–, Harlots retrata a sus mujeres protagonistas en una constante lucha por salir de la pobreza, valiéndose de su astucia, de su cuerpo o del cuerpo de otras.
La dirección de arte es riquísima, con abundantes detalles que dan forma a un universo creíble y que huele a siglo XVIII. Al mismo tiempo, los personajes son empáticos, fuertes y profundos.
Es, también, una serie de mujeres contada por mujeres, pero lejos de las viejas estructuras de culebrones llenos de clichés. Harlots es un drama redondo, cruel y, sobre todo, tremendamente adictivo.
Véalo: Domingo 3 de setiembre. Fox Premium.