Antes de recomendar este documental, hay que dejar claras dos premisas: esta producción –disponible en Netflix– es solo para geeks que se han preocupado por conocer los orígenes de los videojuegos o bien para los cuarentones (en mi caso casi) que tuvimos la dicha de ver nacer una de las primeras consolas de videojuegos en el mundo, el Atari 2600.
Quienes recordamos con cariño esta vistosa caja negra (donde insertábamos los cartuchos) y dos joysticks (con botones rojos), nunca entendimos por qué, de un momento a otro, en los años 80, se desvaneció del planeta.
A esa incógnita es la que responde el documental Atari: Game Over , que literalmente escarba en la historia de la empresa creadora de esta consola para descubrir el verdadero motivo de su repentina desaparición.
¿Cómo es posible que una empresa que logró obtener beneficios operativos por más de $375 millones se esfumara en un año? ¿Es cierto que para esconder su fracaso enterraron en un botadero en Alamogordo, Nuevo México, cientos de cartuchos de E.T. The Extra-Terrestrial , considerado el peor videojuego en la historia?
Con esas preguntas bajo el brazo, el director y escritor Zak Penn (quien coescribió el guión para la película X-Men: The Last Stand y Avengers ) nos lleva por una montaña rusa de emociones que pone al descubierto las heridas que desangraron hasta su muerte una empresa que fue considerada la de mayor crecimiento en Estados Unidos.
Solo imagínese esto: en un año, esta compañía (que luego fue adquirida por Warner Communications) pasó de vender 30.000 consolas a más de 10 millones, en cuestión de meses.
Para llegar hasta el fondo de este asunto, Penn entrevista a quienes vivieron el apogeo de Atari, entre ellos a Howard Scott Warshaw, la mente detrás del juego E.T. The Extra-Terrestrial , y quien quedaría marcado de por vida por esta creación.
Además, descubriremos si es cierta o no la “leyenda urbana” de que Atari le echó tierra a su fracaso, enterrando todos los cartuchos de este juego.
Se los recomiendo: al menos ahora sé que no vendrá una nueva consola de Atari (siempre mantuve la ilusión) y cerrar este triste capítulo de mi infancia.