“Así no era como esperaba que saliera mi vida”, dice Dylan Maxwell en una introspectiva narración.
El tono de American Vandal es sobrio, la música es tensa, las tomas de la cámara durante las entrevistas son lentas y, en la calle, son nerviosas. Todos los códigos de un documental de crimen duro, sin dibujos de penes. Pero esta serie de falso documental, sin lugar a duda, los tiene.
Tras una descarga masiva de penes de aerosol rojo en 27 carros del colegio Hanover en California, la serie de Netflix intenta reconstruir el perfil psicológico de un vándalo impotente.
En su colegio, Maxwell es conocido por dibujar penes. Es el bromista de la clase, el payaso trágico. Se graba a sí mismo rayando las pizzarras y sube los videos a sus redes sociales con frases inspiradoras: “Otro día, otro pene”.
“Nunca voy a entender qué tienen de gracioso los penes”, dice una profesora de Maxwell con mirada triste.
Una secuencia rápida de los dibujos de Maxwell los presenta como una obra seriada: tienen la misma forma y las mismas proporciones. Ha tenido tiempo para darle firmeza a su estilo.
“La ev idencia es abrumadora”, sostienen los investigadores que lo acusan del crimen de los 27 carros y quieren su expulsión del colegio.
Sin embargo, una persona le cree a Maxwell y está detrás de las cámaras.
“Mi nombre es Peter Maldonado y creo que hay argumentos legítimos de su inocencia”, asegura. “Los pelos de los testículos son diferentes”.
Maldonado busca al verdadero culpable del grafiti genital. La investigación de American Vandal es un chiste de penes tan largo que, a ratos, parece serio. Hay que reírse con ganas en los peores momentos. No se apene.
Véalo: Viernes 15 de setiembre. Netflix