En poco menos de 40 años de carrera artística, Weird Al Yankovic no ha tenido que insultar a nadie para hacer reír al mundo entero. Las observaciones que hace en su música –y la forma histriónica en la que las presenta– irradian elocuencia sin herir sentimientos y lo han convertido en el máximo exponente del rock de comedia (por ponerle un nombre).
Pese a su longeva y triunfante historia en la industria del entretenimiento, Al no había experimentado las mieles de un primer lugar en la lista de los discos más vendidos de la revista Billboard hasta julio cuando lanzó al mercado su décimo cuarta producción discográfica – Mandatory Fun –.
Mediante parodias de recientes éxitos de primera clase (como Fancy de Iggy Azalea, Royals de Lorde y Happy de Pharrell), Yankovic puso sobre el tapete verdades disfrazadas de bromas acerca de temas como nuestra obsesión por las celebridades, las pesadillas gramaticales y ortográficas ligadas a las nuevas tecnologías, y el narcisismo.
Nuevamente, no necesitó burlarse directamente de alguien para exponer sus puntos, y con una acertada promoción de las canciones mediante detallados videos logró su cometido: divertir, educar y ser feliz haciendo lo que más le gusta.
Dado el despliegue mediático que significó la última aventura de Weird Al, consideramos apropiado repasar la fascinante historia de un actor necesario de la cultura pop.
Arquitecto de risas. Alfred Matthew Yankovic nació en octubre de 1959, en California, hijo único de un hogar de clase obrera.
A los seis años, entró a clases de acordeón y tuvo su primer contacto directo con la música. El acordeón no era muy utilizado en la música pop y rock, pero inspirado en un disco de Elton John, Yankovic supo cómo utilizarlo para esos géneros.
En su juventud, escuchó mucho la comedia musical de artistas como Spike Jones, Frank Zappa y Tom Lehrer, que conoció gracias al programa de radio del Dr. Demento, quien se especializaba en los chistes musicalizados y similares.
A Demento lo conoció en la juventud, cuando el locutor visitó su colegio. Al le entregó al doctor una cinta con una canción para participar en uno de los concursos del programa, pero no resultó ganador.
Tres años después, el comediante tenía un programa de radio en la universidad en la que estudiaba Arquitectura (carrera que desecharía). En 1979, con el auge de My Sharona, de The Knack, registró en el baño de la estación una parodia con acordeón titulada My Bologna.
My Bologna se convirtió casi inmediatamente en una de las piezas favoritas de la audiencia del Dr. Demento, tanto así que cuando Yankovic conoció a The Knack, la banda lo felicitó por su trabajo y le ayudó a lanzar la canción mediante el sello disquero Capitol Records.
En 1980 llegó su segundo éxito, cuando grabó en la cabina de Demento una parodia de Another One Bites the Dust (de Queen) llamada Another One Rides the Bus, la cual fue tan famosa que, en 1981, el artista la tocó en vivo en el icónico The Tomorrow Show de Tom Snyder.
Los primeros años de la década de 1980 vieron a Weird Al Yankovic embarcándose en sus primeras giras de conciertos y grabando más canciones, graduándose de la universidad con un título en ciencias y firmando un contrato con la disquera Scotti Brothers Records, que publicó su primer álbum, “Weird Al” Yankovic in 3-D, en 1984.
Indispensable. Desde ese disco se sabía que el músico sería pieza fundamental en la construcción de la cultura pop de los ochenta en adelante. El primer sencillo del álbum, Eat It –parodia de Beat It de Michael Jackson– fue aclamado por el mundo entero y por el mismo Jackson, una situación que se repetiría muchas veces más.
Hizo parodia de varias canciones más de Jackson, así como se ha burlado de situaciones mediante la música de éxitos de Billy Ray Cyrus, Madonna, Billy Idol, Red Hot Chili Peppers, Nirvana, Green Day, Eminem, Usher, The Doors, Backstreet Boys, MC Hammer, Hanson, The Police, AC/DC y Don Henley, por mencionar algunos artistas.
En la gran mayoría de casos, cuando Weird Al se ha acercado a los artistas a pedir permiso para parodiar sus canciones, los músicos han accedido sin dudarlo, pues conocen la calidad de su material y las intenciones de este.
Como todos los grandes comediantes, el valor de Yankovic se resume a su capacidad de observador de la sociedad desde la percepción de que la vida no es una cuestión tan seria como nos la quieren pintar, pero también por su talento interpretativo, musical e incluso compositivo (pues también ha grabado decenas de temas originales).
Si algo dejó la grata respuesta de Mandatory Fun es que el amor por Yankovic es universal y cuasi unánime. Palabras en su contra rara vez existen, y eso es en gran parte porque tanto su obra como su personalidad carecen de cinismo; la figura del raro Al se siente más real que la de todas las celebridades que luchan todas sus vidas por ser percibidos tan bien como él.
¿El secreto? Probablemente uno muy sencillo: la niñez eterna. “No quiero hacer música seria. Ya hay suficiente gente que hace música no graciosa; les dejaré esas cosas serias a Paris Hilton y Kevin Federline. Alguna vez pensé que eventualmente tendría que madurar y convertirme en un adulto, pero eso todavía no ha pasado”, dijo.