Rosana es un ser lleno de luz, cargado de buenas vibras y de una energía envidiable. A su paso, sus fans le piden fotos y autógrafos, ella les devuelve el cariño con besos y extensos abrazos.
La española cantará este miércoles en el Teatro Popular Melico Salazar, en San José, como parte de su gira internacional titulada En la memoria de la piel, nombre que también lleva su último álbum de estudio y el cual promociona con su recorrido musical.
Las entradas para el espectáculo de la compositora están agotadas, pero para darle un adelanto a sus fans, Rosana habló con Viva sobre su nuevo trabajo y el espectáculo que ofrecerá.
–Una vez más regresa a Costa Rica para darle amor al público...
–¡Claro! Y voy con muchas ganas de encontrarme con la gente. Tengo muchas ganas de compartir no solo música, sino además el espacio que se genera alrededor de una canción, eso solo se puede llamar magia. Espero muchas sonrisas y muchos abrazos.
–¿Cómo será el desarrollo del espectáculo?
–Mayoritariamente es una presentación del disco En la memoria de la piel, pero por supuesto haremos un recorrido por un montón de canciones que tienen que ver con todos al final. Vengo con una banda compuesta por teclado, bajo, batería, guitarra y, además mi guitarra. Del resto nunca sé lo que va a pasar, porque en cada concierto se generan cosas que provoca la gente.
–Esa es una ventaja de cantar en el Melico Salazar, precisamente por esa cercanía entre el público y el artista...
–Sí, claro. A nosotros nos gusta ser conscientes –aunque sea en un espacio más grande– de que hay gente con nombre y apellido, que tienen emociones y que llegamos a cantarles en un momento de sus vidas. Nos gusta mirar a los ojos a la gente y por eso, en la gran mayoría de mis shows, me bajo para verlos de frente.
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–¿Qué significa para usted "la memoria de la piel"?
–Con esa frase no hablo tanto de los recuerdos o de lo que a uno le ha ido pasando, sino de lo que es capaz de retener la piel y que los humanos no tenemos esa capacidad en la cabeza. El momento en el que la piel se eriza uno no lo manda, es una reacción de la emoción y, además, cuando uno se eriza se impresiona. Por lo tanto, uno se da cuenta que es la piel la que le avisa de que algo te acaba de pegar en el alma, bueno o malo, pero que te da dos bofetadas. Cuando fui consciente de eso –porque me gusta procesar la vida por medio de las emociones y pensar con el corazón– sentí para mi gusto que merecía un homenaje del tamaño de un disco.
–¿Cómo asume esa relación que nace entre usted y el público a partir de sus canciones?
–Eso es siempre es mágico, emotivo, gratificante y emocionante. Definitivamente, cuando terminas de hacer un tema y lo compartes con la gente de alguna manera lo perdiste porque pasa a ser del resto de la humanidad. Es muy bonito ver que esa canción que empieza en uno acaba siendo de todos, empieza siendo mía y termina siendo nuestra, ese sentimiento es algo muy difícil de explicar con palabras.
–¿Siente que entrega parte de su intimidad?
–¡Se queda uno en pelotas en el papel en blanco! A veces las piezas son autobiográficas, a veces no; pero evidentemente pasan por tu filtro, así que evidentemente tienen que ver contigo. El hecho de que yo escriba tu historia no me deja por fuera, siempre tiene que ver con uno, siempre se queda uno en pelotas.
–¿Se sigue emocionando con su labor?
–Siempre, porque la música es como vivir. Uno no se cansa de estar vivo ni de que vayan pasando los días, siempre están las ilusiones de que mañana va a pasar algo más emotivo, o más mágico. Para mí la música es vida, nunca me cansaré de hacerlo y sobretodo me motiva para hacer más cuando veo que la gente se la pasa bien, porque la finalidad de una canción es compartirla e intentar derribar todas las desesperanzas que se puedan.
–¿Y la sigue sorprendiendo?
–Sí, la gente siempre tiene el poder de sorprenderme cuando te cuentan, cuando cantan, cuando sonríen. Seguir teniendo la posibilidad de hacer algo como la música, que nos haga partícipes a tantas personas a la vez, es maravilloso.
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–¿Lo siente como una responsabilidad?
–Mi responsabilidad es dar la verdad de lo que siento. El otro día alguien se acercaba y decía que le habían pasado cosas buenas cuando escuchó el disco, pero hay que entender que después me puedo pelear en nuevas canciones, eso es así. No es lo mismo una canción que uno escucha y hace parte de su vida cuando nació su hijo a escucharla cuando murió su abuelo, no despierta la misma sensación. Hay que entender que nunca son lo mismo porque ni a mí me despiertan la misma sensación cada vez que las canto.
–Eso es lo maravilloso de la música...
–Exactamente. La música es como el aire, no se valora demasiado porque está ahí, pero si te tapan la nariz y la boca realmente lo valoras y así pasa con la música.
–¿Por qué tomó la decisión de grabar el nuevo disco en su casa?
–Una vez que tuve elegidas las canciones tenía claro cuál era el paisaje musical y qué sonido quería para este álbum y así fue como buscando el sonido es que llegué a mi casa. No encontraba ese sonido en ninguno de los estudios a los que había ido, buscaba otro tipo de sonoridad, que fuera más enérgico y eléctrico en algunos casos; fue así como llegué a casa. Probamos, vimos que sí funcionaba y durante cinco meses se convirtió en un estudio, quedaba solamente la cocina y los perros, todo lo demás fue estudio.
–¿Por qué dice que este es el mejor álbum de su carrera?
–Nunca lo dije de ningún disco anterior, es el mejor porque es el que más fidelidad refleja conmigo ahora mismo. Cuando termino un álbum quiero encontrar ahí lo que tenía dentro resonándome cada vez que cantaba una canción a guitarra y voz, en cualquiera de mis discos anteriores siempre quedaba algo que no terminaba de convencerme y en este encontré que es el más fiel. El concepto de los textos, de las melodías (...), como que estoy aprendiendo a reflejar con más seguridad lo que tengo dentro porque aveces uno se pierde en ese proceso de producción.
–Aunque tiene muchos seguidores adultos y jóvenes, también hay nuevos fanáticos que se suman, ¿qué opina de esto?
–El otro día decía que qué bonito y qué curioso es cuando estás en el escenario y ves a niños de cinco o siete años cantando. A veces llega público chiquitito por herencia musical –porque le gusta a alguien de la famlia– pero en este caso no. Lo noto porque al principio es muy extraño ver a un niño de siete años que se sabe este disco entero mejor que yo y de repente no se saben A fuego lento y se quedan extrañados por esa canción. Es espectacular, alegra y me sorprende mucho.