Entre la satisfacción por disfrutar una ópera con momentos de mucho humor y un elenco de voces hermosas y la tristeza de ver un Teatro Nacional con muchas butacas vacías, así salió una parte de los espectadores que asistieron el viernes al estreno de
Tras varias semanas de ensayo, finalmente el viernes llegó la hora en que los costarricenses verían la producción anual de la Compañía Lírica Nacional.
Marcó el reloj las 7:20 p. m. y en el vestíbulo del histórico escenario, el movimiento era pausado: los últimos músicos de la Orquesta Sinfónica Nacional entrando a toda prisa para ocupar su sitio, una pareja compraba sus localidades para la función y espectadores conversando antes de escuchar una de las óperas cómicas de Rossini.
Bastó cruzar el umbral que separa el vestíbulo de la sala, para comprobar que la asistencia era poca, quizás la lluvia, que caía inmisericorde a esa hora, ahuyentó a más de uno o tal vez fue la falta de una mayor difusión, como lo comentó Danilo Serrano, un asistente al espectáculo y vecino de San José.
Finalmente y con 11 minutos de retraso, a las 7:41 p. m., apareció Dan Saunders, el director musical. La cortesía y el protocolo fue lo primero, un saludo al público, otro para la orquesta y con batuta en mano, comenzó a darle forma a las notas escritas por Rossini en 1813.
En los aposentos de la máxima autoridad de Argelia, Elvira, esposa de Mustafá (Ivette Ortiz, soprano) y su criada Zulma ( Marcela Alfaro, mezzosoprano) se enteraron de los planes de su cónyuge para enviarla fuera de su país y de paso casarla con Lindoro (José Luis Sola, tenor), esclavo de origen italiano.
Ahí comienzan una serie de planes del gobernante, todos con un mismo objetivo, quedar libre para buscar una esposa italiana.
Para lograr el objetivo le encarga a su capitán Haly (Enrique Granados, barítono), que le consiga una esclava del país europeo. Con tan buena suerte topa el militar que capturan en alta mar un barco donde viaja Isabella, una bella italiana (Ilse Apéstegui, mezzosoprano) y su pretendiente Tadeo (Arturo Chacón, barítono).
El planteamiento de Óscar Grassi, director escénico, ofreció una puesta con gran movimiento, tanto de los cantantes del Coro Sinfónico Nacional, como de las figurantes, en sus papeles de las otras mujeres de Mustafá.
Pero además, el trabajo de Grassi le permitió sacar su veta actoral con creces al argentino Estevez, quien en más de una ocasión logró las carcajadas de los asistentes, gracias a sus fanfarronadas.
Sin embargo, y cómo se espera de una ópera, los mayores aplausos se los ganó el elenco gracias a sus arias y ensambles.
Muy aplaudido fue la intervención en solitario de Sola, quien se ganó varios bravo en su primer aria. Igualmente agradecido quedó el público con Chacón, a quien además de cantar de buena forma, demostró que sabe actuar.
Luego de dos actos y ocho escenas, a las 10:38 p. m. la comedia finalizó y la audiencia presente con gran entusiasmo ofreció un aplauso final a ese elenco que se entregó y disfrutó interpretando esta ópera de enredos y escenas jocosas.