Empecemos por el final. Para cuando el peruano Luis Enrique Ascoy desapareció, la noche del viernes, de la tarima del colegio Madre del Divino Pastor, en Guadalupe, varios cientos de gargantas coreaban un ferviente “otra, otra, otra”.
Había puesto el broche de oro a sus dos horas de concierto con una profesión de fe que los presentes empezaron a reclamarle a todo pulmón, cuando su presentación estaba por terminar. “ Ahora más que nunca, y contra la opinión de tantos / (…) / Entre genios que aseguran que ya nada es pecado / (…) Entre niños que pululan y fetos asesinados / (…) Entre horóscopos y brujas y un racismo solapado / (…) Ahora más que nunca, ¡permítanme gritarlo!: Creo en Dios Padre todopoderoso, creador del cielo y de la tierra… ”
A esas alturas de su presentación, poco parecía importarle a nadie que la decoración del recinto fuera escasa, que el sonido hubiera fallado una que otra vez o que algunas de las primeras canciones que interpretó el cantautor católico resultaran poco conocidas, pues son parte de sus más recientes discos.
Intenso. La actividad, organizada por la parroquia San Pío X, de Purral de Guadalupe, empezó poco antes de las 7 p. m. con varias interpretaciones de la herediana Silvia Rodríguez. Fue subiendo de intensidad conforme Ascoy introducía sus canciones con amenas historias que justificaban por qué las incorporó en su repertorio de esa noche.
Con la primera pieza, de su más nueva producción, el cantante, de 48 años y padre de dos hijos, comenzó a ganarse al público que coreó junto a él: “ Cómo te explico que nada, nada, nada de lo que es nada, nada de nada vale la pena sin Jesús” .
“Yo no tengo un asesor de márketin que me diga cómo invadir el mercado costarricense, pero si Dios me saca de mi país, es para que aprenda algo. Por eso, quiero agradecerles a todos mis colegas de Costa Rica por lo que me enseñan, y por ‘colegas’ no me refiero solo a los que graban discos y suenan en la radio, sino a todos los que hacen música para Dios, hasta los del coro más insignificante de la parroquia más pequeña. Sepan que nosotros, los músicos católicos, no necesitamos llenar estadios ni ganar Grammys, pues el mayor de los honores es y será siempre tocar la misa”, manifestó para introducir su tema Cantante sin futuro , en el que se ríe de sí mismo a través de descripciones como: “Su máximo éxito es llenar un salón parroquial” y “Solo su hermana y su chica, su mamá y su abuelita, son las integrantes de su club de fans” .
Entre aquella audiencia heterogénea en edades pero abundante en jóvenes, no faltaron las risas ni una que otra lágrima, sobre todo cuando el compositor invitó a los presentes a elegir desde su corazón a un ser querido, uno solo, por el que quisieran interceder en ese momento, y, de inmediato, cantó Rezo por ti .
Convicción... o amor. Según los organizadores, la audiencia alcanzó el millar de personas… aunque, tal vez, no todas llegaran por convicción propia. “Quiero saludar a las ‘nuevas víctimas’, que son todos aquellos que están hoy soplándose el concierto, no por amor a Dios, sino por amor a la novia”, bromeó Ascoy poco antes de entonar Sonríanos padre , sonría, una composición en la que les dice a los sacerdotes que “ debe ser duro oír pecados todo el día y que los niños lloren justo en lo mejor de su homilía ”, pero que pese a lo dura que puede ser la vida consagrada, “ por favor, sonría ”.
Como en todos sus conciertos, hubo un canto en honor a la Virgen María y varias menciones contra la sociedad de consumo y el trabajo que esclaviza al hombre.
Cerca de las 10 p. m., una legión de brazos en alto se movieron al ritmo del tema final: la “otra, otra” con la que el suramericano puso fin a la noche: “ No, no, no, no nos callarán. Esta voz se escuchará cada día más ”.