La Orquesta Sinfónica Nacional se dispone a dar un paseo por Francia y Bélgica, bajo la batuta de John Nelson . El director invitado y el solista ruso-estadounidense Misha Keylin se unirán para interpretar un repertorio de cinco obras de Claude Debussy , Camille Saint-Saëns y Henri Vieuxtemps .
Se interpretarán las piezas Preludio a la siesta de un fauno y El mar , del francés Claude Debussy; Danza macabra e Introducción y rondó caprichoso para violín, de Saint-Saëns y el Concierto para violín No. 5 en la menor, Op. 37, del belga Henri Vieuxtemps.
Los sonidos dulces y etéreos de la tradición francesa complacen a Nelson, nacido en Costa Rica, ciudadano estadounidense y residente en Francia desde hace más de dos décadas.
Nelson se ha especializado en la música coral, pero también es reconocido por su trabajo con Héctor Berlioz . Ha dirigido a la Orquesta Sinfónica de Londres, la Orquesta de París y la Sinfónica de Chicago, entre otros ensambles célebres.
Naciones. “Junto a Costa Rica y Estados Unidos, Francia es el país que más amo”, señaló el director. Para Nelson, la cultura y las artes de Francia informan su música de una manera definitiva: la suavidad del lenguaje se traslada a la música de compositores como Debussy.
“¿Por qué es tan delicado?”, se pregunta sobre obras como El mar . “La cultura, la literatura, el arte, el idioma –quizá sea lo más importante de todo–. El lenguaje es tan melifluo: la música hace eco del idioma. Para entender cualquier música hay que encontrar sus raíces”, considera Nelson.
“En la música francesa, la estructura no es lo principal: es la forma de conseguir algo bello, aéreo, flexible...”, describe. Estas cualidades destacan en el poema sinfónico Preludio a la siesta de un fauno , de Debussy, inspirado en los versos de Stéphane Mallarmé.
Por su parte, Misha Keylin es un conocedor profundo de los violines de Vieuxtemps: grabó sus siete conciertos en una serie de tres discos que alcanzaron importantes ventas. El solista se incorporará en el número del belga, compuesto en 1861, y el elaborado Rondó , de Saint-Saëns, de 1867.
“La audiencia debería esperar, de un concierto francés, mucho color, mucha variedad y sonido. Y lo obtendrán. Será un caleidoscopio de color y, bien tocado, debería ser muy, muy emocionante”. Con esa promesa, el concierto del domingo debería ser obligatorio para los seguidores de la música.