Iván y Tita no se conocerán jamás. Iván es de carne y hueso, y Tita... Tita es una mujer de tinta; solo está viva cuando el ojo pasa por las páginas de ese libro de la mexicana Laura Esquivel que es
Pero, ¿qué importa la naturaleza de los hechos si la afinidad es perfecta? Todo lo de Tita –el amor, el desamor; la felicidad, la tristeza– está expresado en lo que cocina. En Iván Naranjo Vargas pasa igual. Aquí, o en el más allá de la literatura, ambos viven el hacer de comer como un solemne acto de relación consigo y con el mundo.
Así que cuando Iván, a sus 25 años, leyó el pasaje en el que Tita preparó las codornices con rosas encontró a su igual. Sí, no estaba solo en el mundo; alguien veía y se relacionaba con la gastronomía de la misma forma que él.
Para aquel entonces, que fue a mediados de los 90, Iván ya era un experto culinario, y le fue natural crear su propia receta. Sí, las rosas, las del jardín, se pueden comer. “Es el aroma lo que uno usa de ellas, pero en especial para mí, es como...”, hace una pausa el gurmé y experto profesor en cocina. ”... Es como un acto de amor, de mucho afecto por alguien el hacerle una comida con rosas”.
Iván Naranjo toma diferentes clases de lechuga, hierba buena, ralladura de limón y pétalos de rosa y los mezcla en un tazón. Con miel de abeja, jugo de limón, sal y pimienta blanca que bate bien, y a lo que luego le incorpora, en hilo, cuatro cucharadas de aceite, hace un aderezo. Amorosa ensalada.
Azucara los pétalos de rosa. Bate una clara de huevo hasta que dé espuma; pinta con ella los pétalos y los pasa por azúcar refinada. Los deja secar 12 horas y con ellos, corona quequitos, graciosamente.
Un suspiro arranca la limonada de agua de rosas. La base es un jarabe de agua y azúcar caliente al que, una vez fuera del fuego, se le agrega pétalos y cascaritas de limón, y al enfriar, en cada vaso, coloca el jarabe, jugo de limón, agua de soda y gotas de esencia comestible de rosa.
Iván y Tita no se conocerán jamás, pero si algún día compartieran una tarde de cocina, la mesa se llenaría de helados, variaciones del té, mermeladas e historias perfumadas por las rosas de algún bondadoso jardín.