Para los antiguos griegos, el destino era una cosa jodida: no había forma de escapar de él, tal si fuese un defensa italiano. Inexorable, creían que el destino lo encontraba a uno, así uno se pusiera barba y bigotes postizos, aunque uno gambeteara como Garrincha.
Alguien debió explicárselo a Edipo, quien por más piruetas que le hizo al destino, este, taimado, lo encontró y se armó la que se armó con su mamá (como no hay mal que por bien no venga, le echó una mano a la sicología al darle nombre al Complejo de Edipo).
El 16 de agosto de 1962, el destino le hizo una jugarreta y le sacó la lengua a Pete Best: quedó fuera de Los Beatles, a poco menos de dos meses de que los futuros Cuatro Grandes sacaran su primer sencillo (5 de octubre). Simple y sencillamente, a Best lo bajaron en la parada anterior al inicio del viaje mágico y maravilloso de la beatlemanía.
Se vio sentenciado por George Martin, quien sería el productor del cuarteto de Liverpool: “No sé lo que pretende usted con este grupo, pero permítame decirle que el baterista no sirve”, le espetó a Brian Epstein, el mánager del grupo.
De hecho, cuando en julio de ese 1962, Los Beatles firman su anhelado contrato de grabación, Epstein se cuida de no decirle nada a Best.
“El más infortunado de todos los que podrían haber sido algo” es la tétrica definición que de Best dan Peter Brown y Steven Gaines, en la biografía The Love You Make .
No, usted no. Tétrica, pero acertada: Pete Best quedó fuera de la histeria e historia del grupo más grande de todos los tiempos.
En los siguientes dos años, Los Beatles ganaron $40 millones, Best se hizo panadero con un ingreso de ocho libras esterlinas a la semana y se casó con una muchacha de Liverpool de nombre Kathy.
En 1964, en Nueva York, luego del estallido de la beatlemanía, Best asiste a un programa de concursos. Ahí, unos participantes tratarían de adivinar el secreto de cada uno los invitados.
En este caso, el de Best era que dos años antes había dejado su trabajo, el cual consistía en ser el baterista de Los Beatles. Entre la sorpresa del público, la triste mirada de un hombre que desea agarrar el tren que se le fue y el poco tacto del presentador, da pena ajena
Pete Best, en lo más loco de la beatlemanía, se quiso ir por la puerta de atrás; sin embargo, el destino no le tenía escrito ese final.
Hoy recibe regalías por Antología 1 (toca en las audiciones de Decca), es un abuelo de 73 años de edad, tiene su propia banda y en junio se presentó en Perú, en un homenaje a Los Beatles (cosas del destino).
“No hay nada que perdonar porque pasó hace mucho tiempo, lo que aprendí de todo eso fue no ser tan inocente. Solo Paul sabe porqué salí de Los Beatles”, afirmó Best en esa oportunidad.
El tiempo todo lo cura, hasta los malos destinos.