Las sinfonías de Franz Joseph Haydn son para cualquier orquesta sinfónica convencional –no especializada en la música del siglo XVIII– un excelente taller de interpretación y cantera musical. Ejemplo sobresaliente de lo cual fue la ejecución de la Sinfonía No. 88 en el VII Concierto de Temporada de la Orquesta Sinfónica Nacional con su titular al frente, cuya transparente pulcritud y economía de recursos melódicos obligó al conjunto a un gran esfuerzo de coordinación y exactitud.
Todos pudimos apreciar la noche del viernes pasado en el Teatro Nacional las enormes ganancias fruto de la preparación de esta obra: una sección de primeros violines afinada y rítmicamente precisa; segundos violines y violas no menos ajustados y seguros en acompañamientos, respuestas e imitaciones contrapuntísticas. De igual manera, violonchelos y contrabajos sonaron claros y bien articulados, así como terso y expresivo el solo de violonchelo y oboe en el segundo movimiento.
Disfruté mucho, de igual manera, de la inventiva musical de St. Clair, manifiesta en los contrastes entre el carácter íntimo y meditativo del segundo tiempo; un tempo de minueto pesado, casi tosco, en el segundo y un final gracioso y chispeante con el que Haydn cierra la obra y la Sinfónica Nacional corona este trabajo destacado.
No puedo, sin embargo, decir lo mismo de la interpretación de la Serenata op. 7 , creación tempranísima de Richard Strauss para 13 instrumentos de viento y de la cual constituye base fundamental el coral luterano y la tradición del lied alemán, o bien podríamos decir del lied ohne worte (canción sin palabras). Confieso no ser precisamente fanático de la pieza pero creo que tiene muchas más virtudes de las mostradas en la interpretación de la Sinfónica. En primer lugar debo señalar serios problemas de balance, debido a los cuales el cuarteto de cornos y los fagotes taparon melodías y solos del resto del grupo. Tampoco la afinación general del conjunto, aunque no mala del todo, permitió una audición completamente placentera. No obstante, muy logradas me parecieron las participaciones solísticas de los principales de cada sección.
Como ya es costumbre, y hasta resulta penoso repetirlo sin obtener respuesta alguna de la administración del Teatro Nacional, debo insistir en que el escenario sin concha acústica no permite la ejecución apropiada de obras tan complejas como el Concierto No. 1 de Brahms, en el que alternan pasajes de gran intensidad con momentos que bien podríamos considerar como música de cámara.
LEA TAMBIÉN: Sinfónica Nacional tocará concierto de un joven Johannes Brahms, dedicado a su amor: Clara
A este problema hubo que sumarle la decisión, a mi juicio equivocada, de utilizar el piano Steinway, instrumento sordo de origen, que nunca debió haberse comprado.
La resultante fue una versión opaca y deslucida de una de las obras más brillantes e intensas jamás escrita, en la que además, durante la primera parte, percibí al solista Markus Groh lejano y con poco entusiasmo por luchar contra un piano soso y una sala acústicamente inerte.
En el segundo movimiento, casi desprovisto de los violentos contrastes del primero y sin tener que enfrentarse al poder de los tuttis orquestales, Groh logró mostrar un sonido preciosístico y una depurada técnica de digitación.
En el final, los problemas de balance volvieron a afectar seriamente el trabajo del solista invitado, lo cual rayó en el ridículo en diversas ocasiones, en las que Brahms pone a competir abiertamente el piano contra todo el poder de la orquesta, aunque, es menester reconocerlo, el director se esforzó al máximo por no tragarse del todo al solista.
Esta temporada he tenido muy pocas oportunidades de escribir sobre el trabajo de Carl St. Clair, director titular de nuestra orquesta, a quién, estoy seguro, el público costarricense también ha echado de menos. Y no es en vano, ya que durante toda la primera mitad del año St. Clair estuvo en el país escasamente tres semanas en total.
No creo ser demasiado suspicaz si sugiero al Ministerio de Cultura revisar, en este caso y para ocasiones futuras, un contrato que le permite a una figura de tanta importancia para nosotros, como lo es el director de la Sinfónica Nacional, semejante desvinculación en sus funciones.
FECHA: Viernes 18 de agosto, 2017.
LUGAR: Teatro Nacional, 8 p. m.
VII Concierto de Temporada Orquesta Sinfónica Nacional.
Director titular: Carl St. Clair.
Solista: Markus Groh.
Repertorio: Obras de Haydn, Brahms y Richard Strauss.