El amor es bailar. Así nos lo hace saber el narrador de El baile y el salón , uno de los 22 temas interpretados por Café Tacvba en su concierto el jueves por la noche. Fue una de las tantas canciones con los que la agrupación mexicana y la audiencia nacional lograron fusionarse en el Gimnasio Nacional.
El arte es esperanza. Lo recordó la banda azteca sin tan siquiera haberlo dicho. Mientras que en los alrededores de La Sabana había una presa maldita sin intención de reducirse, la música entraba en el corazón de quienes la escucharon en aquel espacio circular y reducido en un rincón del mismo parque.
El público nacional sabe bien a lo que va cuando se trata de esta banda. Ya van cinco veces que se le ve en esta tierra y cada concierto tiene una particularidad por la que se le recordará tiempo después.
El concierto de hace cuatro años, en La Guácima, es recordado como el plácido recital de tres horas, solo por citar el ejemplo más reciente. En cambio, el último espectáculo no fue tan extenso, pero incluyó un poco de todos los retazos que forman el lienzo de Café Tacvba. Su firma, esta vez, fue la de un espectáculo variado e intenso.
Para alegría de los amantes de los clásicos más conocidos y explotados del conjunto, los “tacvbos” no tienen problema en complacer con Las flores e Ingrata , ambas muy al principio del setlist (probablemente para ahorrarles las súplicas a aquellos que iban esperanzados en escuchar dichos temas).
Por otro lado, el grupo se autocomplació con piezas que no son de las más pegajosas ni memorables, como las recientes Yo busco y Tan mal . Ambas generaron el único asomo de “bajón” de intensidad.
Durante casi dos horas, la banda tuvo un muy buen juego de luces y no tuvo necesidad de proyecciones ni de un montaje complicado. También ayudó que el sonidista de la banda sacó bien su tarea, que no pintaba nada fácil; esto puede darle esperanzas al Gimnasio Nacional para acoger más conciertos.
Alegría. Unión. Amor a la naturaleza. Fe. Perdón. Todos estos temas están inmersos en las composiciones de la banda mexicana y saltan a relucir con facilidad. El éxito del grupo en cada uno de sus conciertos radica en que este se encarga de que esos mensajes de sus canciones se expandan entre la audiencia y no se queden exclusivamente en la partitura.
A punto de caramelo. Hermanos, hermanas nuestra vida una olita, la mar, nuestra abuelita, regresemos alegres pues de regreso a la inmensidad , canta Rubén Albarrán en Olita de Altamar .
Esta canción, perteneciente al último disco del conjunto, es un buen ejemplo del Café Tacvba al que estamos expuestos actualmente, el que retoma raíces de folclore, visita de nuevo su etapa experimental electrónica y no abandona su inclinación por el rock , aunque ya no tanto como lo hizo en el disco Sino (2007).
De lo nuevo, en Olita se escuchan al menos esas tres capas ya mencionadas, desde la base del charango andino que remite a Los Jaivas (Chile) , la guitarra y el bajo que se encargan de darle el matiz matón en las manos de los dos Rangel y un beat electrónico cortesía de Meme del Real y el baterista invitado Luis Ledezma , el Children .
Esa fusión de géneros es el sello sobre El objeto llamado antes disco (2012), álbum que el grupo vino a promocionar en su más reciente visita. Debido a esto, el repertorio incluyó al menos ocho canciones de este trabajo, seguido en cantidad por el material del Re (1994).
Bailando y coreando la agrupación le cantó a la naturaleza, las parejas románticas y las raras, la muerte, los amigos y la inocencia, todo sin la necesidad de artilugios, defendiéndose con música bien armada y letras con intención clara.
Con gran tino en la ejecución de cada tema, con la interacción con el público y hasta con un poco de irreverencia en tarima, Café Tacvba demostró una vez más que el arte es el sol en época de diluvio; precisamente por eso es arte.