Con una versión de la Sinfonía N.° 5, de Beethoven, no especialmente original ni pulida en los detalles, aunque vigorosa en contrastes, Carl St. Clair despidió la temporada de conciertos 2017.
Esta partitura, emblemática como pocas, es una de las favoritas de todos los públicos, susceptible, por lo tanto, a diferentes grados de elaboración interpretativa. La simple lectura de la obra a cargo de una orquesta profesional ya produce una reacción favorable del oyente; sin embargo, es posible, y sin duda deseable, un trabajo a profundidad de sus muchísimos detalles que conduzca a un enfoque original de la obra fuera de los clichés habituales.
Aunque bastante limpia la interpretación del viernes, no significó nada más que una repetición de los mismos esquemas de tempos, matices y articulaciones a los que estamos ya acostumbrados.
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Acertada me pareció la inclusión al inicio del programa de Evocación, de Benjamín Gutiérrez, pieza compuesta originalmente para cuerdas en 1961 con el nombre de Improvisación, instrumentación que yo prefiero. Asimismo, aplaudo la idea de colocar el arpa en el proscenio, al borde del escenario, de ese modo pudimos volver a escuchar el timbre del instrumento, después de años de haberlo perdido acústicamente.
El solista de la velada, el virtuoso pianista Alexander Romanovsky, demostró un formidable aparato técnico y delicioso sonido en el Concierto N.° 2 de Prokofiev, a pesar de las limitaciones del Steinway del Teatro Nacional. La participación de la orquesta, con su titular a la cabeza, funcionó de manera precisa y enérgica.
Este concierto, posiblemente por su enorme dificultad, no se toca con tanta frecuencia como el primero y tercero del autor; no obstante, es una obra de gran envergadura artística que se considera fruto de un momento creativo influenciado por la música de Igor Stravinsky y muy especialmente por el llamado barbarismo de la Consagración de la Primavera.
Curiosamente las texturas duras y metálicas presentes en toda la obra, y que contrastan con episodios de gran dulzura, vuelven a aparecer en la música de Prokofiev en 1924 con su segunda sinfonía, cuando, justamente, rehace con grandes cambios la partitura original del concierto perdido en un incendio.
Cuestionado pequeño acto
La temporada de conciertos de la Sinfónica Nacional de este año se ha caracterizado por dos aspectos. La ausencia del director titular durante casi toda la primera mitad del año y la consecución del Grammy Latino 2017 en la categoría de mejor álbum de música clásica al disco Música de compositores costarricenses, volumen II, que coincidió con este último concierto de temporada y por lo cual se organizó un pequeño acto al inicio de la presentación.
Por esto, al inocente público le tocó ser testigo, una vez más, de una de las más penosas facetas de los políticos culturales en Costa Rica, la cual es su propensión a rebajar el mérito artístico individual y diluirlo en favor de supuestos logros colectivos, de los cuales intentan sacar ellos mismos algún partido en imagen.
En este caso, el Grammy Latino, según la ministra Sylvie Durán, se lo debemos a todos los músicos del país desde hace 150 años y a cientos de funcionarios del ámbito cultural.
No, señora ministra: el Grammy Latino no es para nada un fruto producto del medio o de azares multitudinarios. El Grammy Latino tiene nombres y apellidos: es consecuencia directa del esfuerzo creativo y dedicación personal de los integrantes de la Sinfónica, de la solista Camila Berg, del productor Carlos Chaves, de los compositores Carlos Enrique Vargas, William Porras, Carlos Castro y Alejandro Cardona, y muy especialmente del director Eddie Mora, quien desde el podio dio forma y espíritu al proyecto.
Podemos hacernos una idea del mérito formidable de este director costarricense y nuestra orquesta tan solo con saber que entre las cinco nominaciones para el mismo premio y categoría estaba uno de los directores más famosos de nuestra época: el catalán Jordi Savall al frente de su prestigiosa agrupación Le Concert des Nations.
Eddie Mora es quien debería haber ostentado el viernes la emblemática estatuilla o tan siquiera haber sido invitado al escenario por el titular con el fin, cuando menos, de compartir el aplauso con quien verdaderamente lo merecía.
- Lugar: Teatro Nacional.
- Fecha: viernes 24 de noviembre, 8:00 pm
- Grupo: Orquesta Sinfónica Nacional, XII concierto de temporada oficial 2017
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