Si bien Helloween ha visitado el país ya en cinco ocasiones, (siendo la primera en el 2003 en el Planet Mall), su presentación en el BN Arena, en Hatillo, estaba revestida de cierta importancia, al ser parte de la gira Pumpkins United.
En ella, a la alineación que la banda ha sostenido desde el 2005, se le suman Kai Hansen (guitarra y primer vocalista) y Michael Kiske (voz). Ambos artistas ya habían venido a Costa Rica con Gamma Ray y Avantasia, respectivamente.
El reencuentro, que parecía improbable durante mucho tiempo, no es cualquier cosa, especialmente por la relevancia que tienen Kiske y Hansen en la historia del power metal, género caracterizado por ritmos veloces, la preponderancia de las melodías y los vocales agudos.
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Junto con Andi Deris (voz en Helloween desde 1994) y la presencia de tres guitarras principales por primera vez en la banda, esta gira es especial por donde sea que se le mire.
La alineación de 7 músicos abre puertas antes no exploradas por la banda, como la posibilidad de tener en directo armonizaciones de tres voces, o también una repartición más amplia y diversa de solos de guitarra así como también más fuerza en numerosos riffs.
En este apartado quizá el sacrificado es Sascha Gerstner quien funge más rato como guitarrista rítmico, pues todo el repertorio proveniente de los tres primeros discos de la banda se caracteriza por solos armonizados en terceras y quintas. Sin embargo el espigado guitarrista no se queda sin sus espacios para destacar.
De todas formas, muchos temas de la banda están construidos de manera en que cada instrumento tiene un espacio propio en solitario. Eagle Fly Free es quizá el mejor ejemplo de esto, que incluye sendos solos de batería, bajo y las dos guitarras.
Los conciertos de esta gira tienen una estructura similar en términos de los vocales. Deris y Kiske se reparten las canciones, tomando en cuenta la época a la que pertenecen. A veces, la labor se separa por líneas vocales, mientras que se unen en los momentos cumbre o comparten melodías con armonizaciones inexistentes en las versiones en estudio.
Hansen también entra en esa formula, no solo en el espacio protagónico que se le abre en un medley (o popurrí) de su era como líder de la banda (para el disco Walls of Jericho), sino en otros temas en los que participan los tres cantantes simultáneamente, como en la maravillosa versión de How Many Tears.
El repertorio, que alcanza las dos horas y media de duración, se interrumpe recurrentemente por unas animaciones en video de tono caricaturesco entre un tema y otro. Si bien buscan sumar humor, lo que hacen es restarle ritmo a la presentación y su aporte es nulo.
Sin embargo, pese a ello, es importante rescatar la posibilidad del uso de la pantalla gigante de fondo que permite el BN Arena, algo inexistente en el Club Pepers de Curridabat, donde la productora Black Line realiza la mayor cantidad de conciertos de metal.
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El traslado del espectáculo a este recinto fue una gran decisión, no solo porque permite el ingreso de un público mucho mayor, sino también porque el escenario aumentado da más profundidad, con un uso de mayores recursos de iluminación y más amplitud de visión.
En cuanto al sonido, si bien la mezcla tuvo un volumen abusivo, más allá de eso, se apreció correctamente cada instrumento y voz. No hubo, del todo, rebotes como los que ocurren en recintos de estructura similar, como el siempre espeluznante Palacio de los Deportes.
Siendo así, las condiciones de producción fueron las propicias para un espectáculo que prometía y que cumplió con creces, en beneficio de la experiencia musical.
Otra cita con Helloween, con esta alineación de lujo, quizá sea irrepetible, aunque la banda ya grabó un tema como septeto y el futuro de las calabazas es incierto, aunque promisorio.