Lo mejor del tercer concierto de temporada de la Orquesta Sinfónica Nacional fue el programa mismo. En nuestro medio, con demasiada frecuencia se presentan conciertos en los que la selección de las obras obedece a meras consideraciones técnicas de los intérpretes, o incluso al azar.
En esta ocasión, por el contrario, el director invitado, John Nelson, seleccionó de manera inteligente tres obras que combinan unidad temática con variedad de estilos y que, además, permiten el lucimiento de la orquesta.
De igual manera, se trata de composiciones que muestran de forma clara el proceso creativo y las búsquedas artísticas de los autores y su época.
En la Obertura Fantasía , Romeo y Julieta , Chaikovski consigue plasmar un estilo personal dentro del carácter ruso de la música. Notablemente, este afán también caracteriza acla música que, casi cien años después, escribió Leonard Bernstein para la comedia musical West Side Story , que aspira a encontrar un estilo nacional basado no solamente en la utilización de elementos del jazz , sino más aún en la evocación de una personalidad americana: “ruidosa, fuerte y abiertamente optimista”.
Interpretación insegura. De agradecer también fue la inclusión en el programa de algunos fragmentos orquestales del Romeo y Julieta de Berlioz, los cuales no se habían tocado en Costa Rica, al menos en los últimos 30 años. No obstante, la ejecución de esta música sonó insegura y no faltaron algunas inexactitudes en el Scherzo y el final.
Tampoco se alcanzaron las exigencias que, en términos de expresividad y texturas, demanda el bellísimo Adagio (Escena de amor) . Todas estas falencias bien podrían ser síntomas de que no se realizaron suficientes ensayos.
En cuanto a la Obertura Fantasía de Chaikovski, las deficiencias se ubicaron más bien en el terreno del balance, que en general privilegió el sonido de los instrumentos de viento sobre las cuerdas.
Por ejemplo, en el tema principal (lucha de Montescos y Capuletos), los golpes de los acordes sonaron estridentes y desproporcionados con respecto a las figuras rítmicas de la cuerda, que son el motor de esa idea musical. También, el motivo secundario –el famoso tema de amor– sonó hueco debido a que el corno inglés sobrepasó el timbre de las violas, cuando su función debió haber sido solamente la de agregar color a la melodía.
Señalar alguna imperfección resulta superfluo ante el vigor y optimismo que irradió la ejecución de Nelson de las Danzas Sinfónicas de West Side Story.
Todos los criterios de balance y precisión válidos para las obras anteriores se trastocaron ante la sonoridad brillante de las secciones de metal y percusión. Sin embargo, la cuerda cumplió a cabalidad con el papel que le asignó Bernstein en lugares tan emblemáticos como el del pizzicato del primer contacto visual de los enamorados y el desgarrador final.
Programa de mano. Asícomo dijimos que lo mejor del concierto fue el programa, también debemos señalar que lo peor fue, quizás, el programa de mano en el que, además de colocar el intermedio en un lugar equivocado, se insiste en agregarle una incómoda letra “T” al apellido y patronímico de Piotr Ilich Chaikovski, anglicismo totalmente innecesario en castellano. Estos y otros errores se presentaron también en varias de las piezas publicitarias del evento.
Por otro lado, el nombre correcto de la partitura de Berlioz es Romeo y Julieta, Sinfonía Dramática, lo cual no es poco importante ya que la obra, como muchas otras de la época, corresponde a una especie de género híbrido entre la sinfonía, la cantata y la ópera.
También se abreviaron los nombres de las secciones, con lo cual se desaprovechó la oportunidad de que el público pudiera seguir la secuencia de escenas representadas por la música, como lo quería el autor. Con toda seguridad, a la audiencia le hubiera gustado mucho saber que la tercera sección no se titula simplemente Romeo solo, como estaba en el programa, sino: Romeo solo-Tristeza-Sonidos lejanos de baile-Gran fiesta en casa de los Capuleto . Entonces, cabía preguntarse qué diantres hace Romeo solo, cuando la música alcanza tanta agitación.
Es de esperar que la OSN revise con cuidado su comunicación y materiales antes de ser publicados y que no siga los pasos de algunas orquestas norteamericanas, las cuales reducen tanto el tiempo de preparación de los conciertos, que terminan sacrificando sensiblemente la calidad por lograr mayor productividad.