Dice un refrán que mujer precavida vale por dos, así da fe la empresaria y modelo Kathryn Arbenz , que estudió tanto las cosas a las que se iba a enfrentar como madre primeriza que, en los primeros días con su bebé, no ha tenido ningún problema en esta nueva etapa.
El viernes 11 de abril, cuando se celebraron 158 años de la gesta del héroe Juan Santamaría, la expresentadora de televisión dio a luz a su hijo, Gabriel de Oliveira, fruto de su relación con su pareja, el brasileño Mauro de Oliveira (instructor de jiu-jitsu).
“Nació a las 7:50 p. m.; fue parto natural. Yo iba por eso; el natural siempre es mejor para ambos. Luego de la semana 37 (que ya no se considera prematuro), hay una lucha que el bebé hace para nacer; el encuentro de ambos es más rápido que por cesárea y el proceso de recuperación es mejor”, dijo Arbenz.
“El parto fue rapidísimo y gracias a Dios todo salió bien, estamos superfelices. Estoy sin dormir, pero no es porque Gabri me despierte llorando, no; es que no duermo porque paso cuidándolo, viendo que todo esté bien”, contó la emocionada madre, quien tuvo a su bebé en el Hospital Cima en Escazú.
La criatura pesó 3,6 kilogramos y midió aproximadamente 50 centímetros. Pasaron la noche del viernes en el centro médico y salieron el sábado.
Arbenz dijo que su novio la acompañó dentro de la sala durante todo el proceso, y se toma con humor que, antes, él le había dicho que no iba a tener tiempo para sacar fotografías y videos. pero, al final, fue lo que más hizo.
“Primero, me dijo que no iba a tomar fotos, pero luego andaba por toda la sala”.
Indescriptible. Agregó emocionada que la primera vez que recibió a su hijo en brazos, el tiempo y todo lo que tenía a su alrededor se paralizó para disfrutar de ese instante.
“Fue increíble. Nació, se puso a llorar, me lo pusieron y empecé a decirle muchas cosas. Ese ha sido, sin duda, el mejor momento de mi vida. Nunca lo voy a olvidar; me marcó para siempre. Ese primer contacto no lo puedo explicar; es una sensación indescriptible”, aseveró.
Incluso, contó que el bebé se le ha portado como un santo, pues ni siquiera llora por las madrugadas. Eso sí, Arbenz pasa muy pendiente, pues el pequeño cada tres horas debe comer.