El viento corría con fuerza, el frío incrementaba con los minutos y varias nubes grises cubrían por instantes los pocos rayos de sol que buscaban alumbrar la cima de una montaña de Tarbaca de Aserrí.
Aquel frío y ventoso macizo, situado a 1.856 metros de altura, sería el terreno que, minutos más tarde, Omer Villalobos y Diego Durán desafiarían.
Sin importar los efectos de un empuje frío que afectaba al país ese lunes de enero –y por varios días más–, Villalobos y Durán se comenzaron a equipar.
Antes de sujetar sus pies a una tabla para luego mostrar algunas maniobras por los aires, Diego protegió principalmente su cabeza con un casco; Omer, por su parte, llevó su protección más allá.
Guantes, protectores de muñecas y rodilleras fueron parte de los accesorios que Omer Villalobos incorporó a su look urbano antes de mostrar, junto a Diego, sus destrezas en la práctica del grassboarding.
Villalobos es, desde hace más de 25 años, el precursor de este deporte de aventura , que convierte las montañas en campo de juego; Diego, por su parte, es un asiduo practicantes.
En el grassboarding , Omer Villalobos fusionó su afición al surf con la tradición costarricense de lanzarse desde una loma enzacatada con la ayuda de un cartón; por eso, afirma que es un deporte autóctono de Costa Rica, creado por él.
“Quise convertir esa costumbre (lanzarse de las laderas) en un juego más interesante y de mayor adrenalina”, cuenta Villalobos.
Según dice, la idea era acercar más a la gente a la adrenalina que experimentan los surfistas en el mar y hacerlo en un terreno más cercano y asequible para todas las personas.
“Lo empecé con mi hermano menor, Eduardo. Recuerdo que en aquella ocasión usamos una patineta vieja a la que le quitamos las llantas, los trucks (ejes) y nos amarramos con cordones. Tenía como 15 años y en ese primer intento hallamos algunas dificultades en el terreno, principalmente con las cepas de zacate, que nos frenaban de golpe”, asegura.
Aquellos traspiés y lesiones sufridas llevaron a los hermanos Villalobos a idear mecanismos que contribuyeran a profesionalizar el grassboarding (o deslizamiento en zacate, como se traduce al español) previo a popularizarlo.
Exploraron con tablas en madera y fibra de vidrio en versiones distintas de peso, tamaño y formas hasta encontrar el material y el diseño correcto que facilitaría los deslizamientos sin importar los relieves de las montañas.
De qué están hechas las tablas, es hoy, más de dos décadas después del nacimiento del deporte, un secreto de familia. Lo que no se mantiene en el anonimato es el éxito que alcanzó el deporte, lo que obligó a sus creadores a patentizarlo y otorgar licencias de uso hasta, incluso, fuera de nuestras fronteras.
Para todos. En sus albores, el grassboarding fue el deporte predilecto para jóvenes de entre 17 y 23 años; tiempo después el deporte cautivó el gusto de más pequeños y hoy es una opción para todas aquellas personas que aman hacer de la adrenalina su amigo cercano.
Vivir la experiencia es fácil. “Encontrar el punto de equilibrio es fundamental a la hora de practicar el grassboarding , ya que las particularidades de las tablas (de ser cóncavas y tener las puntas levantadas) buscan facilitar el deslizamiento en el terreno, pero la idea es que la persona se pueda mantener en pie durante todo el descenso”, explica Omer Villalobos.
El experto dice que al igual que cualquier deporte, el grassboarding tiene niveles de complejidad que, por supuesto, dictará el entrenamiento y qué tan arriesgada es la persona que lo practica.
“Al igual que otros deportes, el grassboarding tiene niveles desde los más básicos hasta los competitivos que necesitan de mucha agilidad física, equilibrio y riesgo, pues implica realizar saltos y trucos que requieren que la persona tenga la adrenalina al máximo”, asevera Villalobos.
Él y Diego son de esos que les gusta llevar la adrenalina al tope, por eso impresionan con gran parte del catálogo de maniobras que se pueden realizar mientras se está sobre una de esas tablas.
“Muchas de las maniobras son similares a las que se realizan en la patineta o en el snow-boarding : maniobras aéreas, saltos en 180 y 360 grados, el front flip (girar el cuerpo hacia adelante) y el back flip (giro hacia atrás). El grassboarding es un deporte que siempre está abierto a la invención porque hay quienes innovan trucos y eso es parte de lo que uno busca: establecer algo formal y que la gente desarrolle más trucos”, comenta Villalobos.
Pero cumplir con éxito cada maniobra depende de las condiciones en las que se encuentre el terreno. “Cuando el zacate está seco es perfecto porque la velocidad es buena y moderada y nos facilita la realización de bastantes trucos. Cuando está lloviendo es muy bueno porque la adrenalina es mucho mayor y se alcanzan velocidades de hasta 70 kilómetros por hora, pero el terreno es menos maniobrable; cuando el terreno está húmedo complica desde el deslizamiento hasta la realización de trucos debido a que el rozamiento entre la parte inferior de la tabla y la superficie provoca una reacción pegajosa”, dice.
Fue esa última condición del terreno con la que lidiaron Omer y Diego aquel lunes, lo que los obligó a aceitar la parte inferior de la tabla.
Son técnicas que se aprenden con los años, por eso como alguna vez los Villalobos innovaron en la confección de tablas –y las siguen distribuyendo– ahora trabajan en crear un aceite que, además de ayudar a deslizarse mejor, active el crecimiento del zacate más rápidamente.
También trabaja en llevar en los próximos meses la adrenalina de este deporte a Guanacaste y Jacó de Puntarenas y desarrollar un nuevo proyecto en San José, que incluso funcione en horas de la noche.
Por ahora son las montañas de Tarbaca sus aliadas y epicentros de aventura. Macizos que usted podrá desafiar en los tours que ofrece Villalobos a precios entre $20 y $50 por persona y que puede reservar al 5000 CITA (5000-2482).