Érase una vez la época en la que spinning fue un boom . Érase una vez la era en la que se pedaleaba solo al ritmo de la música electrónica.
Pero los tiempos cambian, y la propuesta de Alma Studio apunta en nuevas direcciones.
“Decimos que es como una fiesta de cardio sobre la bicicleta. Tiene todo un mood emotivo”, comenta Jaime Maroto, copropietario de este local de indoor cycling en San Rafael de Escazú.
De primera entrada, cualquiera podría percatarse de que lo que propone Alma Studio no se parece a una clase grupal de esas que los gimnasios incorporaron en sus ofertas.
El concepto es, por decirlo de alguna manera, más fancy: las clases –y las bicicletas también– se reservan en línea, la sala tiene aire acondicionado y no existe tal cosa como el olor a sudor ajeno.
Para quien tenga su primer acercamiento con Alma Studio, quizá uno de los aspectos más llamativos es que, al crear el perfil en el sitio web, le preguntarán la talla de calzado.
Al llegar al local, la recepcionista le esperará con un par de clips (zapatillas para bicicleta). Tampoco hace falta llevar un pañito para secar el sudor.
“Vos no tenés que preocuparte por nada más que ropa cómoda para hacer ejercicio. Después de eso, yo te soluciono”, comenta Maroto.
De hecho, el negocio ofrece a sus clientes una serie de facilidades. El baño de mujeres, al menos, tiene a disposición una serie de enseres de cuidado personal como rasuradoras, gel de afeitar, loción corporal, aplicadores, curitas, tampones, desodorante, enjuague bucal y hasta colas y gel fijador para amarrarse el cabello.
Pero volvamos a lo esencial: el momento de prensar los clips en los pedales y emprender un viaje de unos 40 minutos.
La sala está oscura y lo que suena a través de los parlantes no es la típica música electrónica. Los ritmos de Alma Studio son más bien el pop y el rock contemporáneo.
Conforme aumenta la velocidad de los primeros sprints –y, de paso, las pulsaciones cardíacas–, comienza a subir también la intensidad de los halógenos que iluminan la bicicleta del instructor. De pronto, todo se vuelve a quedar a oscuras y tan solo se escucha la música entremezclada con el sonido de los pedales a toda prisa.
“Los cambios de luces te sacan del momento. Tenemos diferentes sets de luces. De un momento a otro, empezó la cuesta, empezó algo difícil, y yo te cambio las luz y vos decís: ‘¿Qué pasó? Me siento completamente diferente, en otro lugar’. Eso te ayuda montones a resistir”, explica Maroto.
Por la energía que emana el instructor Abel Gurfinkiel, hubiese sido difícil sospechar que eran las 8:15 a. m. del ombligo de la semana. No se cansa de inyectar adrenalina o de robar algunos de los momentos del trayecto para recordar a todos los presentes por qué estábamos ahí: por ser una mejor versión de nosotros mismos.
“Ninguno de los instructores es de cicilismo puro. La variable uno que tomamos en consideración es que fuera gente que te llene de amor. Si vos sos una persona capaz de transmitir emociones positivas hacia las personas, la teoría de cómo montar la bici es facilísima”, dice Maroto.