Después de la Conquista fue en nuestro continente donde más plenamente, más espléndidamente, se desarrolló un barroquismo que […] nos pertenece por entero. ¡El estilo barroco es estilo nuestro por excelencia!”, expresó el escritor y teórico cubano Alejo Carpentier en una entrevista en 1975. Entonces también ejemplificó: “El Caribe es barroco hasta en el andar de sus mulatas que caminan bailando”.
“Un paseo por Tiquicia”. Al confirmar el barroco como el estilo propio de América, Carpentier lo ratifica como una forma de vida: una parte de la identidad que también se expresa en la estética.
En Costa Rica, las vallas costumbristas del artista costarricense Francisco Munguía Villalta (1976) retoman el barroquismo carpenteriano para sintetizar la historia de cada sitio que compone la serie Un paseo por Tiquicia .
“En su afán de estar siempre más cerca de los costarricenses, el Banco Nacional de Costa Rica encargó a Munguía una colección de arte que plasmase la esencia de las ciudades y zonas de Costa Rica, afirma el catálogo. Esta colección representa flora, fauna, arquitectura, agricultura, personajes y folclore de nuestro país”.
Diez acrílicos sobre tela conformaron la muestra que el Banco Nacional expuso en su sede principal en San José: se alude a las siete provincias del país y a tres de sus cantones: Osa, Pérez Zeledón y San Carlos. Ahora, impresas en vallas, las pinturas darán la bienvenida a la entrada de cada sitio a lo largo del año. “Tengo por sala de exhibición al país”, expresa el artista.
Bajo el apelativo Tiquicia , el “nombre inventado por nuestros escritores para designar el país de los ticos, Costa Rica”, afirma Carlos Gagini en su Diccionario de costarriqueñismos (ECR, 1975), la serie reconstruye una imagen turística de la nación con sus iconos, actividades y espacios significativos.
“Es un retrato humorístico de cada zona, una caricatura a diez caras de Costa Rica”, dice Francisco, confirmando la acepción que Miguel Á. Quesada registra en su Nuevo diccionario de costarriqueñismos: Tiquicia, el “término humorístico para Costa Rica” (Editorial Tecnológica, 1996).
Escenas alegres colmadas de elementos, color y movimiento, narrativas que incluyen trozos de la cultura popular ya apropiadas por la memoria colectiva nacional: sus retratos caricaturescos refuerzan la memoria simbólica y subrayan la visión de Costa Rica en tanto marca del país.
En un soporte y con un lenguaje artístico actuales, la muestra fusiona tiempos y espacios: la Tiquicia de hoy con la de ayer.
Variedad de artista. Así como el ensayo no deja de ser hermoso y literario por viajar en las páginas de la prensa, el arte visual puede llevar su mensaje estético en plataformas diversas. Las obras de Francisco Munguía en vallas de carretera no nos asombran puesto que estamos acostumbrados a sus experimentos artísticos, a su interés por el arte público, y a su ruptura de límites entre el arte culto y la cultura popular.
Munguía ha pintado su humor gráfico sobre distintos soportes: unos son expresiones artísticas (como la pintura mural, la escultura, la cerámica y distintos tipos de grabado, y la animación); otros recuperan formatos infantiles: por excelencia, sus numerosas Calcamunguías, iniciadas en el 2003 –“nacidas para ser calcomanías”, aclaró entonces–.
Entre las Calcamunguías destaca la serie Parodias de pinturas famosas, también hechas en loseta cerámica, en tarjetas telefónicas de prepago del ICE, y en formato digital. En la actualidad, las Calcamunguías aparecen en una colección de libros y en su exitoso videojuego con forma de trivia.
Recientemente, una de sus calcamunguías (Lady Gugu-Baby Gaga) fue exhibida en Alemania en las pantallas de video del metro de Berlín y en el transporte público en Munich, como informó Toon Pool (la vitrina digital de caricaturas más grande del mundo) en Facebook.
Así, el lenguaje artístico de Francisco se ha estampado en cerca de cien murales; entre ellos: El carnaval de las artes, las letras y los números (2003) en la tapia del cementerio Calvo, el más grande del país; en cerámicas y esculturas; en campañas dedicadas al bienestar animal; en sus calendarios Costa Rica Guau , en proyectos audiovisuales (bajo el nombre de Dj Pulp ) y en juegos digitales.
Soportes alternativos y humor gráfico. Además de transitar en medios periodísticos y revistas impresas, el humor gráfico nacional ha caminado en otros vehículos: las hojas volantes que en su natal Cartago pegaba José María Figueroa Oreamuno (1820-1900), nuestro primer caricaturista documentado; las obras hoy expuestas en medios digitales, incluida Internet; los sellos postales, las tarjetas, los almanaques, los álbumes, los carteles, los objetos y los productos orientados a campañas educativas, publicitarias o propagandísticas, entre otros casos.
La recuperación del humor gráfico en soportes alternativos a la prensa o propios de las muestras artísticas es una tarea pendiente.
El arte no depende del soporte o del medio donde se exhiba: si este no lo define, tampoco lo demerita. Más parece que el arte eleva a forma artística la plataforma que elige: la maestría del pintor y artista gráfico francés Henri de Toulouse-Lautrec (1864-1901) convirtió el cartel y la litografía en medios artísticos.
Francisco Munguía recurrió al barroquismo para dar cuenta de un país barroco en un continente barroco, producto de la simbiosis y el mestizaje. La musicalidad de su estampa limonense –el Calypso– retoma el andar de las mulatas caribeñas, el que parece resguardar reminiscencias de aquellas cadenciosas danzas ancestrales.
La autora ha publicado los libros 'Historia del humor gráfico en Costa Rica' (Editorial Milenio, 2008) y 'Caricatura y prensa nacional' (EUNA, 2002).