En su nuevo poemario, Señales en tiempo discreto , la poeta Silvia Castro Méndez no solo se comparte en un tiempo habitado por la discreta presencia de lo cotidiano, sino que ofrece milagros en la trasmutación de situaciones, de objetos, desde la facultad demiúrgica de su palabra.
El tiempo es pretexto para develarnos el misterio que habita en cada cosa, en cada vivencia, ya sean estas trascendentes o en apariencia banales: un ejercicio que realiza cuando vibra en sus señales el poema inmanente, el poema que espera una mirada nueva, la suya, para emerger trascendiendo la dimensión del tiempo real, del espacio real, y configurar un universo paralelo construido a partir de las nuevas significaciones que adquiere la realidad en su voz.
Silvia es “Alicia en el País de las Maravillas”, una Alicia que nos toma de la mano para conducirnos en un viaje impensado, rompiendo las dimensiones del tiempo discreto –pese a que el poemario está empapado con la discreción de las cosas pequeñas– y retarnos con la presencia de un tiempo absoluto, que no se mide en los relojes, sino en la originalidad de su propuesta, en la cual lo cotidiano no es más, sino que el país es el del asombro.
Este viaje nos lleva a romper las dimensiones del espacio y nos deja perplejos, como niños alucinados asomados a un mundo que no es el que les ha sido nombrado, sino uno conformado por entidades vivas, donde una acera no es más una acera, sino “la aspereza que desgasta el zapato // una carcasa de animal primitivo”.
La lista de compras es el pretexto para un clamor de denuncia en sordina: “la lista es la coartada / un mantra que convoca el revés de la imagen, / no la común vergüenza, / no la raja del hambre”.
El tenedor es un “gallo de largo pie” que “posa / sobre el mantel / su gran cresta de picos”. Aún más, la cama es el “último tobogán de la vigilia”.
Sin embargo, no son solo los objetos los que vibran en su tiempo desprovisto de relojes. Con un poder de síntesis asombroso, la poeta comparte sus extremos. El poema “UCI” dice: “En el patio / una helada sacude los cristales / con espasmos de cuervo”. Decimos nosotros: nada más es necesario.
Silvia también nos lleva a desnudar la humana condición, en imágenes precisas, como en el poema “Testigo”. Además de testigos, somos cómplices de la incomunicación que permea nuestro tiempo:
“Se sientan frente a frente / los ojos / oblicuos / atraviesan los muros. / Las sonrisas a tercios / Hay alianzas y Rolex. // No se ciernen vocales / solo tactos de loza / y las cucharas. / En la mesa veintiocho / la soledad también hace rapiña”.
Nos conduce Alicia-Silvia hacia el envés del espejo. Nos lleva hasta su universo paralelo, su “País de las Maravillas”, construido a partir de la búsqueda de una “relación justa” con el entorno, si entendemos por relación justa el reconocimiento de las diferentes aristas que ofrece la realidad.
Señala Sophia de Mello, la gran poeta portuguesa: “Quien busca una relación justa con la piedra, con el árbol, con el río, se ve necesariamente llevado... a buscar una relación justa con el hombre”.
Los poemas, piezas breves con delicadeza de filigranas, se desarrollan en un lenguaje riguroso, que cumple plenamente con los requisitos para erigirse en poesía.
Regresando a De Mello: todo poeta “es artesano de un lenguaje”. Exige lo que Da Vinci y Valéry llamaban un “obstinado rigor”. “En un poema es preciso que cada palabra sea necesaria..., no pueden ser decorativas..., tienen que estar ahí porque son absolutamente indispensables”.
Palpita en estos poemas ese obstinado rigor. Ningún vocablo está de más, ninguna palabra es prescindible.
En la poesía de Silvia transitamos por un tiempo absoluto, ajeno al tiempo de la mentira y del engaño, al minutero que marca el tiempo de falsedad y desolación, que es el tiempo que nos toca vivir.
Transitamos por un tiempo y un espacio que se niegan a medidas porque sus medidas son las de la creación, para encontrar “el espíritu de verdad” y la “relación justa con el hombre”, al estar atados a la más intrínseca verdad de los objetos, de las situaciones.
Un tránsito guiado por señales que son milagros es la propuesta de Silvia Castro en sus Señales en tiempo discreto . ¡Disfrutémoslo!
El poemario puede encontrarse en la Librería de la Universidad de Costa Rica. Teléfono 2511-5858.