Víctor Hurtado Oviedo, editor vhurtado@nacion.com
Es falso que la muralla china y las pirámides de Egipto puedan verse desde la Luna, y por dos razones invencibles: 1) en la Luna no hay gente que pueda verlas, 2) la Luna vive demasiado lejos. Para afirmar que la muralla y las pirámides pueden verse desde allá, hay que estar en la Luna.
La Luna da vueltas y no cambia de cara, cual si fuese un orador de brindis. Un eclipse de Luna es un selfi que se toma la Tierra.
Aquellas dos creencias son “leyendas urbanas”, como las llamamos quienes vemos mucha televisión, aunque con intervalos de varios años entre cada vez.
También hay otras leyendas urbanas. Una sostiene que el tamaño del olvido de los votantes es inversamente proporcional al tiempo que falta para equivocarse en las elecciones. Lo curioso es que esta leyenda sí es verdadera.
Según otra leyenda urbana, una guerra atómica bien hecha no dejará gente viva, excepto a las cucarachas. Claro es, ellas no son gente ahora, pero lo serán cuando sean los únicos sobrevivientes. El hongo más indigesto es el atómico. Por lo demás, nos parece que infligir una guerra atómica es exagerar con el insecticida.
La guerra atómica es la forma en la que la guerra fría entra en calor. Al estallar la primera bomba nuclear, en Nuevo México, el calor de la radiación tornó la arena en vidrio. Claro está, hay otras formas de fabricarlo, más baratas, pero no tan sonadas.
Al fin, como sabe la mentira, la verdad es otra. El programa de televisión Mythbusters demostró que una extrema radiación mata a todas las cucarachas que se le pongan a tiro de protones.
Morir es quedarse quieto yéndose al más allá.
Se compara la guerra atómica con el Juicio Final; es decir, con el juicio en el que sabremos quién nos puso ese comentario infamante en nuestro Facebook. Lo divertido del Juicio Final es que los curiosos que vayan como público también serán juzgados.
A propósito de los juicios, saber qué es la justicia interesa a mucha gente, incluso a los abogados. Los filósofos son esas personas que piensan por nosotros, y también han reflexionado sobre nuestras posibilidades de ser justos o injustos.
En general, los filósofos se dividen entre 1) quienes postulan principios éticos firmes y generales (como Kant) y 2) quienes afirman que es buena toda acción si beneficia a la mayor cantidad de personas (el utilitarismo). ¿Quienes tienen la razón? Nos simpatiza 1 pues 2 implica que dos esclavistas (mayoría) sean felices explotando a un esclavo (minoría).
La neuróloga Rebecca Saxe y su equipo descubrieron que una zona del cerebro (detrás de la oreja derecha) alberga el núcleo de los juicios morales.
Relajada un poco tal área mediante imanes, las personas son más tolerantes cuando juzgan: atienden menos a las consecuencias “puras” de un hecho (un homicidio) para fijarse en los motivos y en las atenuantes.
A don Immanuel Kant le hubiese interesado aprender más de ese descubrimiento. Los filósofos deberían sentirse más tentados por la ciencia que por la Luna.