Los historiadores David Díaz Arias, Iván Molina Jiménez y Ronny Viales Hurtado son los editores de un importante balance de la historiografía que se recoge en el libro La historiografía costarricense en la primera década del Siglo XXI: tendencias, avances e innovaciones, publicado recientemente por la Editorial de la Universidad de Costa Rica.
La contribución de este texto radica en la caracterización y la evaluación de lo producido por las diferentes corrientes historiográficas o vinculadas a ella: arqueología, e historias colonial, económica, demográfica y social; historia política y cultural; de las mujeres y de género; ambiental, local y regional, e historiografía.
Se procura así establecer los principales problemas, fuentes, métodos y aportes a la historia de Costa Rica realizados en la primera década del siglo XXI.
El libro se estructura en trece apartados. El primero, elaborado por Lovell Gudmundson, se denomina “El futuro que reside en el pasado: Recuerdos, anhelos y realidades”. El autor formula una importante reflexión sobre el futuro de la disciplina, el cual reside en el pasado: de allí el título de su participación.
Gudmundson identifica las diferentes generaciones de historiadores y sus proyectos de futuro, así como las enormes necesidades sociales de conocimiento histórico para construir un “futuro imaginable” acerca de la modernidad, el género (en particular, la historia de las mujeres), las crisis ambientales, la historia y la memoria como proceso social y político.
Prehistoria y colonia. Francisco Corrales Ulloa analiza la producción historiográfica dedicada a la historia antigua o arqueológica de Costa Rica durante la primera década del siglo XXI, tomando en cuenta los trabajos de graduación, los artículos de revistas y los libros.
Corrales destaca las temas, los enfoques teóricos, su contribución a la construcción de una continuidad histórica entre las sociedades antiguas y las actuales, y los retos más importantes.
Corrales explica la limitada comunicación que hay entre historiadores y arqueólogos, aunque reconoce el interés de los historiadores en el denominado “período precolombino” y los diálogos establecidos por medio de la etnohistoria.
La historiografía del período colonial del decenio es estudiada por el historiador José Antonio Fernández Molina, quien plantea los aportes y las tareas futuras, especialmente el empleo del método comparativo. Manifiesta preocupación por el futuro de la historia colonial debido a que las nuevas generaciones poseen poco interés por cultivarla.
Elyzeth Payne Iglesias también analiza la historiografía colonial, pero tomando en cuenta la retrospectiva de los últimos cuarenta años (1970-2010).
Payne efectúa un exhaustivo diagnóstico de la producción, destacando las contribuciones a las distintas vertientes de la historia: la historia demográfica, económica, sociocultural y política, así como las problemáticas, los enfoques, las técnicas, los avances y las limitaciones.
“Enfrentando el espejo: Balance de la historia de la historiografía en Costa Rica, 1970-2010” es el tema del profundo estudio de la historia de la historiografía de los últimos cuarenta años llevado a cabo por David Díaz Arias en cuatro partes.
Díaz analiza el aporte de las tesis de maestría y doctorado presentadas, los enfoques de la historiografía y los balances historiográficos efectuados por diferentes historiadores en los encuentros académicos de 1995 y del 2000. Finalmente, plantea el aporte de los estudios de la memoria a la renovación de la historia de la historiografía costarricense.
Temas sociales. Iván Molina Jiménez es el autor de “Profesionalización diferenciada: Composición y desempeño académico de los historiadores costarricenses (1960-2004)”. En una base de datos, Molina integra los registros de 173 historiadores profesionales, para los cuales determina el sexo, las fechas y los lugares de nacimiento, los títulos profesionales alcanzados, las tesis, la producción y los enfoques.
Asimismo, Molina se acerca a las preferencias políticas de aquellos historiadores, sus características étnico-raciales, sus orígenes sociales, sus preferencias sexuales, su ingreso al profesorado en la educación superior, y su situación laboral. Finalmente, Molina realiza un balance de la calidad de la producción.
El balance historiográfico de la historia económica está a cargo de Gertrud Peters Solórzano y Jorge León Sáenz. Ambos identifican y explican las temáticas abordadas y las que continúan siendo poco exploradas, así como las tareas pendientes para el logro de un mayor desarrollo de esta especialidad.
La historia social es atendida por Patricia Alvarenga Venutolo y Carlos Hernández Rodríguez, quienes comprobaron los profundos traslapes de la historia social, la historia cultural y el poder. Por consiguiente, constituye un imperativo continuar con su desarrollo con el fin de comprender el protagonismo de los actores sociales, las fuerzas sociales estructuradoras de la sociedad y las lógicas sociales.
Eugenia Rodríguez Sáenz ofrece el capítulo sobre la historia de las mujeres y de género, abordando las problemáticas femeninas y masculinas, para presentar los avances en los aspectos temático, teórico y metodológico, así como los principales desafíos de la historiografía costarricense en ese campo de trabajo.
La producción sobre masculinidad a partir de 1990 también es abordada de forma exhaustiva por uno de sus principales cultores: Mauricio Menjívar Ochoa. Se presentan los trabajos realizados desde la historiografía y otras disciplinas de las ciencias sociales, tratando de agruparlos por dimensiones, para determinar el aporte y la comprensión a la historiografía de género.
La historiografía de la historia ambiental escrita en el país entre 1970 y 2010 es comentada por los historiadores Patricia Clare, Anthony Goebel y Francesca Rivero. Los autores construyeron una base de datos con los insumos localizados en revistas, libros y tesis, y evidencian el importante desarrollo producido en la última década, sus contribuciones y limitaciones.