28-3-11, teatro de bellas artes en la UCR, Obra de teatro "el angel de la culpa" del director juan Pablo Umaa. Foto Adrin Arias
La cartelera teatral recibe mañana al bueno, el malo y el muerto, protagonistas de
Frente al proyecto está José Pablo Umaña, director que tenía el texto muy cerca de la almohada, esperando el momento de llevarlo a las tablas; y esa hora llegó.
Para hacer vivas las ideas de cómo representar la obra, Umaña acudió a los actores José Manuel Elizondo y Andy Gamboa, además del saxofonista Jacinto Alfaro, quien se interpreta a sí mismo y ofrece música en vivo.
La obra es protagonizada por tres personajes: un detective policial, un joven y un muerto. ¿Quién es el malo y el bueno? Ninguno; o, quizá, los dos vivos tienen un poco de ambos; eso lo juzgará el público.
La acción se desarrolla en un apartamento. Entre estas cuatro paredes, llenas de lujos y objetos para ostentar el éxito material, aparecen el detective policial Charly (José Manuel Elizondo), José Miguel (Andy Gamboa) y el muerto (Jacinto Alfaro).
Al ver la escena de un crimen, el cuerpo y un presunto agresor, el funcionario público comienza a reflexionar en voz alta; empieza a lanzar sus impresiones de lo que ocurrió, sin medir, ni por un segundo, sus palabras.
Su amplia experiencia policial, sumada a su molestia por aquella llamada a altas horas de la noche a su casa, para que acudiera a la sangrienta escena, lo lleva a especular los motivos del supuesto asesino.
No feliz con emitir un juicio previo, Charly la emprende contra el joven; comienza a entretejer historias que relacionan a José Miguel con el difunto, y, de paso, muestra cuan perverso puede llegar a ser el corazón de una persona.
Ante todo eso que ocurre en su casa, en una madrugada en la ciudad, el muchacho no entiende qué pasa, no reacciona ante las palabras del policía y solo respira, porque es una acción en la que no tiene que poner esfuerzo.
Al final, la gran boca de Charly, hablando más de la cuenta, lo pone contra la espada y la pared; es en ese instante en que afirma la clase de persona que realmente es: la que se esconde debajo de las apariencias.
“Tiene una dramaturgia contemporánea, relevante para la sociedad, con temas no convencionales”, afirmó el director.
Esos temas que hacen al montaje actual y valioso para el público costarricense son, según Umaña, el reflejo de una sociedad que idealiza el éxito, como la acumulación de dinero y objetos, o que vende la idea de que solo se es feliz si existe una tarjeta de crédito.
Otros asuntos que la obra aborda son el incesto, el abuso sexual de menores de edad y, también, la homofobia reprimida.
Todos estos contenidos no pretenden crear un cambio en los asistentes y que a la salida todos busquen cortar sus tarjetas de crédito, pero sí espera que la gente se lleve algunas ideas para reflexionar.
Para cumplir las necesidades en el ámbito de la escenografía, el director acudió al experimentado David Vargas. El fruto del intercambio de ideas fue una escenografía con pocos elementos: una gran cama en el centro del escenario, un teléfono sobre una pequeña mesita y un banco alto.
La acción se desarrolla en menos de una hora. En ese tiempo, el espectador verá una actuación intensa de Elizondo y a un Gamboa que transmite emociones con sus acciones, más que con palabras.