Todos terminamos de la misma manera. “Lo produzco, lo sufro, lo soy y en él me convierto”, resume el colectivo Priekopník Vevericka , que presentará Prach / Polvo este fin de semana en el Teatro Atahualpa del Cioppo. Nos disolvemos, nos desintegramos; somos movimiento.
La nueva pieza es la tercera en una investigación que empezaron Lívia Balážová y Zebastián Méndez Marín el año pasado (su última creación fue #WhateverIsTrendingNow , en el festival La Machine ). En sus propuestas, buscan crear a partir de “procesos creativos relacionados con el contexto inmediato, ya sea político, social, económico”, según Méndez.
En esta ocasión, la urgencia de la crisis ecológica que atraviesa la humanidad despertó en ambos el interés por el polvo en todas sus formas: el que producimos, el que nos contamina, el que habitamos. “Estamos pensando en ambientes posapocalípticos. La idea gira en torno a la corporalidad en un mundo sin la cantidad de recursos que tenemos ahora: son cuerpos luchando, pero mantienen una debilidad y fragilidad que los arrastra a convertirse en polvo”, describe Méndez.
Para crear ese mundo adolorido, han compartido referencias, ideas y formas de entender esa relación; no obstante, aún hay espacio para la sorpresa: la pieza sigue inacabada. “Los ensayos son muy particulares”, dice Méndez. “Ambos nos esforzamos por que si ponemos algo en escena, cree un mundo, un universo en ese lugar; que, cuando el espectador entre, se sienta en una línea de tiempo distinta”, agrega el artista.
La guía clara es la búsqueda de ambos creadores por replantearse la relación entre los artistas de la danza y su público. “Estamos tratando de responder a algo que vemos en el medio dancístico, no solo nacional, sino mundial, que es que el arte bailado raras veces se relaciona con público de forma clara. Todo es tan abstracto que la gente que va a ver danza sale indiferente o no le gusta para nada. Nuestro gremio ha pasado por un periodo en el cual solo nosotros consumimos nuestras propias piezas”, lamenta Méndez.
Tal distancia Priekopník Vevericka procura salvarla, refiriéndose a problemas muy concretos de la realidad (violencia, redes sociales, la crisis de refugiados). “(Procuramos) convertir el hecho escénico en una relación directa con el espectador”, dice Méndez de esa búsqueda.