Es un día cualquiera de la semana y, entre llamadas telefónicas, reuniones para afinar textos y consultas con abogados, avanza la jornada de José Luis Sanz, un periodista español que llegó originalmente a El Salvador por una temporada que ya se extendió por 18 años. Durante ellos se ha dedicado a blindar, párrafo a párrafo, la calidad periodística de los reportajes y crónicas del periódico digital El Faro, especialmente desde que asumió su dirección en el 2014.
A cargo de la labor investigativa de 20 periodistas y el crecimiento de este medio de comunicación, sus tareas lo alejan, por el momento, de la promesa que se hizo de no dejar de reportear. “El Faro es un proyecto complejo, ambicioso, es un periódico pequeño, pero se está convirtiendo en uno de los más grandes entre los pequeños”, asegura.
Este trabajo que se resume fácil, requiere cálculos detallados y de una labor de sumo cuidado.
“Hacer periodismo en el triángulo norte en Centroamérica es arriesgado, sobre todo cuando tratas temas como la violencia o el crimen organizado”, dice. Sin embargo, afirma que aunque todos los periodistas de El Faro han corrido riesgos medidos y rescata que invierten en cuidar a sus periodistas en temas de seguridad: “hacemos lo necesario para tomar medidas extraordinarias cuando se reciben amenazas; poner denuncias pertinentes y pagar asesoría jurídica para garantizar el máximo respaldo legal ante cada publicación o intento por desacreditar o poner en riesgo a nuestros periodistas”.
Sanz, quien además es coautor de los libros Jonathan no tiene tatuajes (UCA Editores, 2010) y Crónicas negras, desde una región que no cuenta (Aguilar, 2013), es parte del equipo que en el 2013 recibió el Premio Latinoamericano de Periodismo de Investigación IPYS, por la publicación de El pacto secreto del gobierno con las pandillas Mara Salvatrucha-13 y Barrio 18.
La investigación fue catalogada como un “documento del acuerdo secreto del gobierno de El Salvador con los líderes de las pandillas para reducir la violencia en ese país, a cambio del traslado de una treintena de cabecillas pandilleros internados en penales de máxima seguridad a cárceles de menor régimen de custodia, a pesar del amplio prontuario criminal de estos”.
Recientemente, en julio de 2016, el El Faro recibió el Reconocimiento a la Excelencia de la cuarta edición del Premio Gabriel García Márquez de Periodismo. “El Premio Gabo reconoce de esta manera, y por primera vez, a un equipo periodístico, que, enclavado en uno de los países más violentos de Iberoamérica y en un entorno político y económico hostil para el desarrollo del periodismo independiente, fue pionero del periodismo digital y que ha desarrollado, un estilo que ha abierto brechas innovadoras para el ejercicio del buen periodismo y la cobertura de la violencia más allá de Centroamérica”, destaca el sitio oficial del Premio.
La presente entrevista se realizó en un salón del hotel donde se hospedó Sanz durante una de sus visitas al país -calcula una media docena de ellas-, lejos del ajetreo de la XVII Feria Internacional del Libro Costa Rica 2016; esa fue la razón por la que viajó, en la segunda semana de septiembre, hacia el sur de su foco de operaciones, como uno de los invitados especiales del Ministerio de Cultura y Juventud.
Allí, con una generosa disponibilidad de tiempo, conversó con un equipo de la Oficina de Prensa del Ministerio de Cultura y Juventud para responder cada pregunta con procura de detalles que ayuden a aquilatar la labor que realizan desde 1998, con El Faro, en una zona de Centroamérica que a los costarricenses les puede parecer distante; una distancia histórica de la cual cada lector puede reflexionar.
Precisamente, esa amplitud de tiempo con la que nos atendió, parece ser una clave importante en el desarrollo del trabajo de El Faro. “Podemos desarrollar nuestro reporteo con muchísimo tiempo, para medirlo y decidir cuándo ir a terreno y cuándo no, para construir confianza con las fuentes hasta el punto que sea necesario y asegurarnos de no dar pasos en falso. El tiempo que tenemos para hacer cada investigación se ha convertido en nuestra principal medida de seguridad”.
“Mi trabajo es Centroamérica; mi despertar, mis dolores y mis debates son centroamericanos, yo soy un periodista centroamericano”, refiere Sanz quien principalmente, ha realizado coberturas en Honduras, Guatemala, El Salvador y en Estados Unidos, país del cual afirma que no deja de ser un territorio centroamericano, “por la cantidad de temas que lo atraviesan y que afectan la vida de los centroamericanos de allá y de acá”.
El siguiente es un extracto de la conversación:
¿Por qué eligió a Centroamérica para desarrollar parte de su carrera?
En realidad Centroamérica me eligió a mí. Un compañero de estudios se mudó a El Salvador y me propuso pasar una temporada. No fue una elección, fue un proceso natural. Fui haciendo mi carrera profesional en un medio como El Faro, que además tiene vocación centroamericana, lo que me ha permitido hacer coberturas en otros lugares.
¿Qué le ha aportado esta región del mundo a su currículum?
Mi currículum no existe fuera de Centroamérica; yo soy un periodista salvadoreño para todos los efectos. Soy español de nacimiento, pero profesionalmente soy centroamericano. Mi carrera está ligada principalmente a El Faro, un periódico digital que late al ritmo de los problemas salvadoreños, pero que desde su nacimiento en 1998, se definió como un medio de vocación centroamericana y que ha tratado de expresarlo en sus coberturas, siempre.
¿Considera que sus escritos se entrecruzan con el nuevo periodismo o el denominado periodismo literario?
Nosotros hemos apostado por el periodismo narrativo. En muchas ocasiones y consideramos que el libro es un soporte de llegada para muchos de nuestros trabajos o en algunos casos la herramienta adecuada para algunas de nuestras historias. Lo creemos sin sacralizar la crónica, que es una herramienta más de las muchas que tiene a su servicio el periodista, es una herramienta privilegiada para contar ciertas verdades o para relatar ciertas historias periodísticas, porque permite transparentar la posición del periodista sin ponerle en el centro de la historia, permite transparentar la duda del periodista, incluso al menos en nuestro caso, así ha sido. Transparenta el tránsito del periodista en la búsqueda de certezas o de una comprensión de fenómenos complejos.
Nuestras crónicas sobre violencia de los últimos seis años, no solo son piezas sueltas sino que además en suma son un recorrido por una búsqueda de hallazgos, de comprensión, son el retrato de una evolución en el conocimiento de nuestros periodistas sobre el tema de las pandillas, sobre la realidad carcelaria, nuestro afán por superar las primeras sorpresas, por plantearnos nuevas preguntas, responder unas y plantearnos otras nuevas y en ese sentido quiero pensar que aquellos lectores de El Faro, que han acompañado nuestras crónicas durante estos seis años, encuentran y han hecho con nosotros ese camino. Probablemente, quienes lean nuestras crónicas más recientes, encuentran una voz que es diferente a la voz de nuestras crónicas de hace cinco años. Esto es una virtud de la crónica. La acumulación de estos textos narrativos, en sí mismo es una crónica también.
Lo hemos utilizado en otros temas, hay una pieza que sigue teniendo una vigencia absoluta a pesar de haber sido publicada hace seis años: Así matamos a monseñor Romero, de Carlos Dada. Una crónica excepcional en su calidad y en su trascendencia, que seis años después, y cada año, es una de las más leídas en El Faro, tanto por su solidez periodística, como por su forma. Perdura en el tiempo y eso es algo que la crónica y el cuidado de la forma regala al periodismo.
¿Cuál es el perfil de un periodista que trabaje en El Faro?
Son perfiles muy diversos, tenemos ahora mismo un periodista de 21 años, hasta uno de 50. Buena parte de nuestros reporteros de investigación tienen entre 35 y 40 años; Óscar Martínez, probablemente uno de nuestros periodistas más prestigiosos y reconocidos internacionalmente, tiene 33.
No es que haga falta tener un perfil específico para hacer el periodismo que hacemos. Si hay algo que sí es necesario es tener un nivel de autoexigencia muy alto, una tolerancia a la crítica muy alta, porque dentro del periódico la crítica entre nosotros es brutal. Desde cuestionamientos a vacíos informativos a nuestras piezas, incluso de las mejores, la titulación o en el proceso de edición de un texto. Un ejemplo es La Policía masacró en la finca San Blas que publicamos el año pasado y en el que denunciábamos ejecuciones sumarias cometidas por agentes policiales en un operativo; en una reunión de seis personas discutimos el borrador párrafo por párrafo y a veces palabra por palabra, además de pasarlo por abogados.
Damos mucha importancia a la opinión del resto de colegas, tenemos un nivel de autocrítica que probablemente afuera no se percibe pero que es muy alto.
Un perfil que sí es común a la gente que trabaja en El Faro, es muchísima pasión y cierta conexión con una mística. Yo creo que el trabajo que realizamos no se puede hacer si no te lo crees. Decía Kapuściński que los cínicos no pueden ejercer este oficio, y creo que efectivamente o crees en lo que estás haciendo o muy rápido vas a estancarte.
¿Qué papel juega la literatura de ficción en la formación de opinión pública?
Creo que la literatura, antes que en la conformación de la opinión pública, es trascendental para la conformación de una cosmovisión, de una cultura y evidentemente de una cultura política. Es esencial para tener una mirada amplia y comprensiva, para entender que hay otras vidas, otros mundos, otras experiencias y para poder, en ese sentido, comprender mejor al otro, buscar mejor al otro. Comprender lo heterogéneo y lo plural que por definición es cualquier sociedad, más allá de que una obra literaria tenga como intención o no, generar opinión pública, creo que la literatura cumple con una visión mucho más importante que eso.
¿Por qué resulta necesario escribir un libro como Crónicas negras, desde una región que no cuenta? ¿Trasladar lo digital al papel?
Creo que el libro da otra vigencia, llega a otro público pero más allá de eso, genera un nuevo relato. Es decir, las piezas que conforman Crónicas negras dicen más juntas de lo que podrían decir separadas e incluso, creo que dicen algo diferente de lo que dicen separadas. La complementariedad de esas piezas, sus relaciones cruzadas e incluso, la actitud de lectura es diferente ante un soporte claramente periodístico como la web, o ante el libro que genera una actitud más íntima, más reposada y personal; creo que genera un tipo de reflexión, un rebote interno e intelectual diferente.
Por eso, seguimos creyendo que hay textos que tienen una vida más larga y generan una experiencia diferente en libro. Esto ocurre de una manera mucho más clara con otro libro de El Faro, que es Los migrantes que no importa, que se publicó en 2010 y se ha traducido al inglés, se va a traducir al italiano y al alemán. Este libro tuvo una vida totalmente diferente, una incidencia y un alcance diferente. La vida que esas crónicas de Óscar Martínez, algunas escritas hace 10 años, tienen aún hoy, tiene que ver desde luego con que la situación de los migrantes a través de México, por desgracia sigue siendo la misma y el retrato sigue teniendo una vigencia absoluta. También con que el soporte del libro te lleva a otros espacios y a otras vidas.
Como español y desde su experiencia como periodista y escritor, ¿qué factores considera identifican a los centroamericanos como región, a pesar de las diferencias en los niveles de violencia que enfrentan sus países?
Nada que no sepáis ya. Probablemente que no hay una sola Centroamérica y que por desgracia todavía no soñamos una sola Centroamérica, por más que nos llenemos la boca de preguntas y a veces de osadas respuestas, sobre la integración de Centroamérica. Pero quizá, un factor común en Centroamérica es que la inmensa mayoría de centroamericanos, ¡tienen una tozudez! Porque no les queda otro remedio, por sobrevivir en una región que les dificulta la sobrevivencia, que todavía permanece ignorada por sus élites y desde luego que no encuentra justicia en los discursos y las acciones políticas.
Creo que la verdadera Centroamérica sigue siendo la de los que sufren, la de los que sobreviven, la de los que migran y por desgracia esa Centroamérica todavía, a pesar de la aparente consolidación de las democracias, a pesar de la evolución del periodismo como herramienta al servicio de las sociedades en su conjunto, y del asentamiento de discursos en defensa de los derechos humanos y de la lucha contra la desigualdad, lo cierto es que, Centroamérica, no es la Centroamérica de la mayoría de los centroamericanos.
¿Qué características específicas debe contener la práctica periodística para que se considere independiente?
Creo que el periodismo es independiente si no se deja manipular por los intereses de otros; si además de eso se pone por encima de sus intereses como medio, como periodista o incluso de sus propios miedos. La búsqueda de respuestas para las preguntas que la población necesita responderse, sin saberlo siquiera.
El periodismo es independiente si realmente está comprometido en contar a la gente las verdades que necesita saber para entender su vida y si no deja que otros factores se antepongan a esa búsqueda. Pero eso no es solo una declaración, eso hay que ejercerlo con auto crítica, con auto exigencia, aprender cada vez a escuchar, confrontar, desconfiar y a escribir mejor. Comprometerte con el oficio y con su método. Creo que eso es una expresión de la independencia en el periodismo.
¿Cuántas veces antes ha estado en Costa Rica?
No sé, a lo mejor media docena de veces.
En El Faro, no se encuentra mucho material relativo a Costa Rica, ¿a qué se debe esta situación?
Costa Rica queda geográficamente y emocionalmente lejos.
A ver, explíqueme eso.
Cuando vives en el triángulo norte, las urgencias informativas que genera la violencia, las altísimas dosis de corrupción que genera la impunidad enquistada en los países y en las sociedades durante décadas… Costa Rica por su historia, por su tipo de urgencias, por sus logros, queda en términos de prioridades, lejos.
Creo que Costa Rica es importante para comprender Centroamérica, muy importante; pero como un triángulo norte y, lógicamente El Salvador forma parte de ese triángulo, tienes tal urgencia por comprenderte, porque es la única vía para poder encontrar mejores respuestas, mejores políticas, dinámicas sociales que a lo mejor salven vidas. Dedicar recursos a pensar en una Centroamérica más grande, es muy interesante pero no queda en la primera posición de las prioridades y por desgracia tenemos recursos muy limitados en El Faro.
Estamos empezando un proyecto de reporteo, sobre poder económico que incluye a Costa Rica y Panamá. Además, una de nuestras secciones: El Faro Académico, incluye a menudo textos de investigadores de la academia costarricense. En cualquier caso, pensando en que Costa Rica pueda acercarse al periodismo de El Salvador y de Guatemala, organizamos todos los años en mayo, el Foro Centroamericano de Periodismo, en el que hemos contado con la participación de periodistas costarricenses y sería una maravilla tener a más, en mayo de 2017.
Nota del editor: El departamento de prensa del Ministerio de Cultura y Juventud realiza regularmente entrevistas con expertos de la gestión cultural y las artes. Con el fin de difundir este conocimiento, 'La Nación' publicará algunas de estas conversaciones en este sitio web.
A su cargo la labor investigativa de 20 periodistas y el crecimiento de este medio de comunicación, lo alejan, por el momento, de la promesa que se hizo de no dejar de reportear. “ El Faro es un proyecto complejo, ambicioso, es un periódico pequeño, pero se está convirtiendo en uno de los más grandes entre los pequeños”.
Este trabajo que se resume fácil, requiere cálculos detallados y de una labor de sumo cuidado. “Hacer periodismo en el triángulo norte en Centroamérica es arriesgado, sobre todo cuando tratas temas como la violencia o el crimen organizado”. Sin embargo, afirmó que aunque todos los periodistas de El Faro han corrido riesgos medidos, rescató el hecho de que se invierte en cuidar a sus periodistas en temas de seguridad: “hacemos lo necesario para tomar medidas extraordinarias cuando se reciben amenazas; poner denuncias pertinentes y pagar asesoría jurídica para garantizar el máximo respaldo legal ante cada publicación o intento por desacreditar o poner en riesgo a nuestros periodistas”.
Sanz, quien es coautor de los libros Jonathan no tiene tatuajes (UCA Editores, 2010) yCrónicas negras, desde una región que no cuenta (Aguilar, 2013), es parte del equipo que en 2013 recibió el Premio Latinoamericano de Periodismo de Investigación IPYS, por la publicación de " El pacto secreto del gobierno con las pandillas Mara Salvatrucha-13 y Barrio 18". Una investigación catalogada como un “documento del acuerdo secreto del gobierno de El Salvador con los líderes de las pandillas para reducir la violencia en ese país, a cambio del traslado de una treintena de cabecillas pandilleros internados en penales de máxima seguridad a cárceles de menor régimen de custodia, a pesar del amplio prontuario criminal de estos ” .
Recientemente, en julio de 2016, el El Faro recibió el Reconocimiento a la Excelencia de la cuarta edición del Premio Gabriel García Márquez de Periodismo. “ El Premio Gabo reconoce de esta manera, y por primera vez, a un equipo periodístico, que, enclavado en uno de los países más violentos de Iberoamérica y en un entorno político y económico hostil para el desarrollo del periodismo independiente, fue pionero del periodismo digital y que ha desarrollado, un estilo que ha abierto brechas innovadoras para el ejercicio del buen periodismo y la cobertura de la violencia más allá de Centroamérica”, destaca el sitio oficial del Premio.
La presente entrevista se realizó en un salón del hotel donde se hospedó Sanz durante una de sus visitas al país -calcula una media docena-, lejos del ajetreo de la XVII Feria Internacional del Libro Costa Rica 2016; razón por la que viajó la segunda semana de septiembre, hacia el sur de su foco de operaciones, como uno de los invitados especiales del Ministerio de Cultura y Juventud. Allí, con una generosa disponibilidad de tiempo, conversó con un equipo de la Oficina de Prensa del Ministerio de Cultura y Juventud para responder cada pregunta con procura de detalles que ayuden a aquilatar la labor que realizan desde 1998, conEl Faro , en una zona de Centroamérica que a los costarricenses les puede parecer distante; una distancia histórica de la cual cada lector puede reflexionar.
Precisamente, esa amplitud de tiempo con la que nos atendió, parece ser una clave importante en el desarrollo del trabajo de El Faro . “Podemos desarrollar nuestro reporteo con muchísimo tiempo, para medirlo y decidir cuándo ir a terreno y cuándo no, para construir confianza con las fuentes hasta el punto que sea necesario y asegurarnos de no dar pasos en falso. El tiempo que tenemos para hacer cada investigación se ha convertido en nuestra principal medida de seguridad”.
“Mi trabajo es Centroamérica; mi despertar, mis dolores y mis debates son centroamericanos, yo soy un periodista centroamericano”, refiereSanz quien principalmente, ha realizado coberturas en Honduras, Guatemala, El Salvador y en Estados Unidos, país del cual afirma que no deja de ser un territorio centroamericano, “por la cantidad de temas que lo atraviesan y que afectan la vida de los centroamericanos de allá y de acá”.
El siguiente es un extracto de la conversación:
¿Por qué eligió a Centroamérica para desarrollar parte de su carrera?
En realidad Centroamérica me eligió a mí. Un compañero de estudios se mudó a El Salvador y me propuso pasar una temporada. No fue una elección, fue un proceso natural. Fui haciendo mi carrera profesional en un medio como El Faro , que además tiene vocación centroamericana, lo que me ha permitido hacer coberturas en otros lugares.
¿Qué le ha aportado esta región del mundo a su currículum?
Mi currículum no existe fuera de Centroamérica; yo soy un periodista salvadoreño para todos los efectos. Soy español de nacimiento, pero profesionalmente soy centroamericano. Mi carrera está ligada principalmente a El Faro , un periódico digital que late al ritmo de los problemas salvadoreños, pero que desde su nacimiento en 1998, se definió como un medio de vocación centroamericana y que ha tratado de expresarlo en sus coberturas, siempre.
¿Considera que sus escritos se entrecruzan con el nuevo periodismo o el denominado periodismo literario?
Nosotros hemos apostado por el periodismo narrativo, sí, en muchas ocasiones y consideramos que el libro es un soporte de llegada para muchos de nuestros trabajos o en algunos casos la herramienta adecuada para algunas de nuestras historias. Lo creemos sin sacralizar la crónica, que es una herramienta más de las muchas que tiene a su servicio el periodista, es una herramienta privilegiada para contar ciertas verdades o para relatar ciertas historias periodísticas, porque permite transparentar la posición del periodista sin ponerle en el centro de la historia, permite transparentar la duda del periodista, incluso al menos en nuestro caso, así ha sido. Transparenta el tránsito del periodista en la búsqueda de certezas o de una comprensión de fenómenos complejos.
Nuestras crónicas sobre violencia de los últimos seis años, no solo son piezas sueltas sino que además en suma son un recorrido por una búsqueda de hallazgos, de comprensión, son el retrato de una evolución en el conocimiento de nuestros periodistas sobre el tema de las pandillas, sobre la realidad carcelaria, nuestro afán por superar las primeras sorpresas, por plantearnos nuevas preguntas, responder unas y plantearnos otras nuevas y en ese sentido quiero pensar que aquellos lectores de El Faro , que han acompañado nuestras crónicas durante estos seis años, encuentran y han hecho con nosotros ese camino. Probablemente, quienes lean nuestras crónicas más recientes, encuentran una voz que es diferente a la voz de nuestras crónicas de hace cinco años. Esto es una virtud de la crónica. La acumulación de estos textos narrativos, en sí mismo es una crónica también.
Lo hemos utilizado en otros temas, hay una pieza que sigue teniendo una vigencia absoluta a pesar de haber sido publicada hace seis años: “Así matamos a monseñor Romero”, de Carlos Dada. Una crónica excepcional en su calidad y en su trascendencia, que seis años después, y cada año, es una de las más leídas en El Faro , tanto por su solidez periodística, como por su forma. Perdura en el tiempo y eso es algo que la crónica y el cuidado de la forma regala al periodismo.
¿Cuál es el perfil de un periodista que trabaje en elfaro.net?
Son perfiles muy diversos, tenemos ahora mismo un periodista de 21 años, hasta uno de 50. Buena parte de nuestros reporteros de investigación tienen entre 35 y 40 años; Óscar Martínez, probablemente uno de nuestros periodistas más prestigiosos y reconocidos internacionalmente, tiene 33.
No es que haga falta tener un perfil específico para hacer el periodismo que hacemos. Si hay algo que sí es necesario es tener un nivel de auto exigencia muy alto, una tolerancia a la crítica muy alta, porque dentro del periódico la crítica entre nosotros es brutal. Desde cuestionamientos a vacíos informativos a nuestras piezas, incluso de las mejores, la titulación o en el proceso de edición de un texto. Un ejemplo es “La Policía masacró en la finca San Blas” que publicamos el año pasado y en el que denunciábamos ejecuciones sumarias cometidas por agentes policiales en un operativo; en una reunión de seis personas discutimos el borrador párrafo por párrafo y a veces palabra por palabra, además de pasarlo por abogados.
Damos mucha importancia a la opinión del resto de colegas, tenemos un nivel de auto crítica que probablemente afuera no se percibe pero que es muy alto.
Un perfil que sí es común a la gente que trabaja en El Faro , es muchísima pasión y cierta conexión con una mística. Yo creo que el trabajo que realizamos no se puede hacer si no te lo crees. Decía Kapuściński que los cínicos no pueden ejercer este oficio, y creo que efectivamente o crees en lo que estás haciendo o muy rápido vas a estancarte.
¿Qué papel juega la literatura de ficción en la formación de opinión pública?
Creo que la literatura, antes que en la conformación de la opinión pública, es trascendental para la conformación de una cosmovisión, de una cultura y evidentemente de una cultura política. Es esencial para tener una mirada amplia y comprensiva, para entender que hay otras vidas, otros mundos, otras experiencias y para poder, en ese sentido, comprender mejor al otro, buscar mejor al otro. Comprender lo heterogéneo y lo plural que por definición es cualquier sociedad, más allá de que una obra literaria tenga como intención o no, generar opinión pública, creo que la literatura cumple con una visión mucho más importante que eso.
¿Por qué resulta necesario escribir un libro como “Crónicas negras, desde una región que no cuenta”; trasladar lo digital al papel?
Creo que el libro da otra vigencia, llega a otro público pero más allá de eso, genera un nuevo relato. Es decir, las piezas que conforman “Crónicas negras” dicen más juntas de lo que podrían decir separadas e incluso, creo que dicen algo diferente de lo que dicen separadas. La complementariedad de esas piezas, sus relaciones cruzadas e incluso, la actitud de lectura es diferente ante un soporte claramente periodístico como la web, o ante el libro que genera una actitud más íntima, más reposada y personal; creo que genera un tipo de reflexión, un rebote interno e intelectual diferente.
Por eso, seguimos creyendo que hay textos que tienen una vida más larga y generan una experiencia diferente en libro. Esto ocurre de una manera mucho más clara con otro libro de El Faro , que es Los migrantes que no importan (“The beast”), que se publicó en 2010 y se ha traducido al Inglés, se va a traducir al Italiano y al Alemán. Este libro tuvo una vida totalmente diferente, una incidencia y un alcance diferente. La vida que esas crónicas de Óscar Martínez, algunas escritas hace 10 años, tienen aún hoy, tiene que ver desde luego con que la situación de los migrantes a través de México, por desgracia sigue siendo la misma y el retrato sigue teniendo una vigencia absoluta. También con que el soporte del libro te lleva a otros espacios y a otras vidas.
Como español y desde su experiencia como periodista y escritor: ¿Qué factores considera identifican a los centroamericanos como región, a pesar de las diferencias en los niveles de violencia que enfrentan sus países?
Nada que no sepáis ya. Probablemente que no hay una sola Centroamérica y que por desgracia todavía no soñamos una sola Centroamérica, por más que nos llenemos la boca de preguntas y a veces de osadas respuestas, sobre la integración de Centroamérica. Pero quizá, un factor común en Centroamérica es que la inmensa mayoría de centroamericanos, ¡tienen una tozudez!, porque no les queda otro remedio, por sobrevivir en una región que les dificulta la sobrevivencia, que todavía permanece ignorada por sus élites y desde luego que no encuentra justicia en los discursos y las acciones políticas.
Creo que la verdadera Centroamérica sigue siendo la de los que sufren, la de los que sobreviven, la de los que migran y por desgracia esa Centroamérica todavía, a pesar de la aparente consolidación de las democracias, a pesar de la evolución del periodismo como herramienta al servicio de las sociedades en su conjunto, y del asentamiento de discursos en defensa de los derechos humanos y de la lucha contra la desigualdad, lo cierto es que, Centroamérica, no es la Centroamérica de la mayoría de los centroamericanos.
¿Qué características específicas debe contener la práctica periodística para que se considere independiente?
Creo que el periodismo es independiente si no se deja manipular por los intereses de otros; si además de eso se pone por encima de sus intereses como medio, como periodista o incluso de sus propios miedos. La búsqueda de respuestas para las preguntas que la población necesita responderse, sin saberlo siquiera.
El periodismo es independiente si realmente está comprometido en contar a la gente las verdades que necesita saber para entender su vida y si no deja que otros factores se antepongan a esa búsqueda. Pero eso no es solo una declaración, eso hay que ejercerlo con auto crítica, con auto exigencia, aprender cada vez a escuchar, confrontar, desconfiar y a escribir mejor. Comprometerte con el oficio y con su método. Creo que eso es una expresión de la independencia en el periodismo.
¿Cuántas veces antes ha estado en Costa Rica?
No sé a lo mejor media docena de veces.
¿En el Faro , no se encuentra mucho material relativo a Costa Rica, a qué se debe esta situación?
Costa Rica queda geográficamente y emocionalmente lejos.
- A ver, explíqueme eso-
Cuando vives en el triángulo norte, las urgencias informativas que genera la violencia, las altísimas dosis de corrupción que genera la impunidad enquistada en los países y en las sociedades durante décadas… Costa Rica por su historia, por su tipo de urgencias, por sus logros, queda en términos de prioridades, lejos.
Creo que Costa Rica es importante para comprender Centroamérica, muy importante; pero como un triángulo norte y, lógicamente El Salvador forma parte de ese triángulo, tienes tal urgencia por comprenderte, porque es la única vía para poder encontrar mejores respuestas, mejores políticas, dinámicas sociales que a lo mejor salven vidas. Dedicar recursos a pensar en una Centroamérica más grande, es muy interesante pero no queda en la primera posición de las prioridades y por desgracia tenemos recursos muy limitados en El Faro .
Estamos empezando un proyecto de reporteo, sobre poder económico que incluye a Costa Rica y Panamá. Además, una de nuestras secciones: El Faro Académico, incluye a menudo textos de investigadores de la academia costarricense. En cualquier caso, pensando en que Costa Rica pueda acercarse al periodismo de El Salvador y de Guatemala, organizamos todos los años en mayo, el Foro Centroamericano de Periodismo, en el que hemos contado con la participación de periodistas costarricenses y sería una maravilla tener a más, en mayo de 2017.