Hércules tuvo doce trabajos. Si los realizó simultáneamente, se debió a las crisis económicas, que obligan a uno a desempeñar cualquier oficio, como, por ejemplo, ser actor de la clase C en películas de la serie B.
Al parecer, Hércules habría caído en una situación que los economistas titulan ‘pluriempleo’. El pluriempleo es el arte de estar desempleado varias veces a la vez.
Los economistas son personas que usan expresiones arquitectónicas, como “reingeniería financiera”, “techo del dólar”, “ventana de oportunidad” y “nicho del mercado”, de modo que, si a uno le va mal en la economía, puede probar en la arquitectura. Los ingenieros informáticos también son creativos pues hablan de los “usuarios finales”, quienes exhiben el nombre de una agencia funeraria.
Comoquiera que fuere, para saber por qué Hércules se dedicaba al pluriempleo, uno puede consultar los mitos griegos, los que –por sus crímenes y traiciones– parecen ser una precuela de El padrino.
Hércules fue el hijo natural de un dios (o sea que ya empezaron las contradicciones): Zeus. De esta tan regia prosapia obtuvo Hércules sus poderes, que lo convirtieron en un superhéroe avant la lettre.
Hércules (o Heracles) fue un niño prodigio por el tamaño y alcanzó los cuatro codos de altura, pero esta forma de conocer la talla de la gente se abandonó pronto ya que, para medir a las personas, había que ponerlas en ángulo recto.
Por ciertos crímenes de poca monta (considerando la mitología griega), Hércules fue condenado a ejecutar doce tareas muy difíciles, como matar leones gigantes y secuestrar al can Cerbero, que asustaba a los muertos (cuando lo lógico hubiese sido lo contrario).
A tenor de esas tareas, uno concluye que la mitología griega no se ha puesto al día. De vivir hoy, Hércules sería condenado a trabajos realmente imposibles: cosechar las dudas que siembran las crisis económicas, llegar gracias a las direcciones a la tica, y cazar las notas que se le escapan a Gloria Estefan.
El niño Hércules daba muestras de su fortaleza, cual se verá muy pronto, en el párrafo siguiente.
La diosa Hera odiaba al niño y envió dos serpientes para que lo matasen, pero el bebé se les adelantó estrangulándolas (lo que no tiene mérito porque, en las serpientes, el cuello es todo el cuerpo).
Como fuere, y sin pensarlo, Hércules confirmó una tesis de la psicología evolutiva: el miedo a las serpientes (ofidofobia) es propia de los primates no humanos a todas las edades. El temor a lo que se arrastra ayuda a sobrevivir.
Esa fobia se desarrolla solamente a los cinco años en el Homo sapiens , y sin excepciones de culturas (Francisco Rubia Vila: El cerebro nos engaña, cap. VI).
Hay instintos en los seres humanos; no somos tabulae rasae. A la inversa, y felizmente, nada puede enseñarnos a odiar las flores: regalo de la evolución a la poesía.