Existe una línea delgadísima que une a toda América, desde la Tierra del Fuego hasta Alaska. Se llama la Carretera Panamericana, pero también es la felicidad.
Ese es el camino que repasa Vía PanAm. La búsqueda de la felicidad , una exposición itinerante del fotoperiodista holandés Kadir van Lohuizen abierta durante el Festival Internacional de las Artes.
La Embajada de los Países Bajos en Costa Rica y la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) invitaron al reconocido fotógrafo, ganador de múltiples premios internacionales por proyectos sobre los grandes ríos del mundo, las secuelas del huracán Katrina y la minería de diamante.
Durante un año, a partir de marzo del 2011, Van Lohuizen viajó a través de América en busca de las razones que impulsan a las personas a migrar. “Son historias personales de gente que ha migrado. Investigué sobre las razones por las que migraron, lo que significa para sus vidas personales y hacia dónde van”, explica el autor.
Estos relatos personales se cuentan por medio de 80 fotografías ampliadas, una proyección de 52 minutos, una app para iPad y un libro – estos dos últimos, disponibles para consulta en el espacio –.
Un amplio reportaje sobre las consecuencias del cambio climático con fotografías de Van Lohuizen se publicó el 29 de marzo en The New York Times. En Vía PanAm se halla el germen de su trabajo, en las imágenes de los desplazados de las islas de San Blas, Panamá.
Encuentros. Para Van Lohuizen, este fue un recorrido que unió puntos: ¿qué conecta una historia con la otra? Para el fotógrafo, se trata de la esperanza de que, al otro lado de la frontera, algo mejore.
“Es una investigación visual de la migración contemporánea, que muestra un patrón muy distinto de lo que hubiese mostrado hace una década. En Suramérica, no conocí a nadie que estuviera yendo a Estados Unidos”, dice. Sí las halló en Centroamérica, donde la violencia es la que aleja a las personas.
“La gente persigue la felicidad. Esperan una mejor vida para ellos y para sus hijos”, considera. Lo que las hace viajar es variado: el sueño de la fortuna del litio en Bolivia; el crecimiento del nivel marino en San Blas de Panamá, o la violencia en el campo colombiano.
“Son historias muy importantes: no solo hay miseria, sino esperanza y emociones”, opina. “Lo que la gente usualmente no sabe, y yo tampoco lo sabía, es el sacrificio que significa”, agrega.
En Costa Rica. En su paso por Centroamérica, Van Lohuizen halló una nueva ruta que conecta países: la vía que une a Costa Rica con Nicaragua. En La Carpio se topó con Douglas Contreras, joven de 29 años que, rapeando, le contó su vida.
“Él vino a La Carpio y escuchó mi rap en una casa, cerca de la orilla del río”, recuerda Contreras, quien arribó al país a los 15 años.
“Mi mamá y yo vinimos en busca de mejores expectativas de vida. No pude terminar el colegio porque éramos muy pobres. Mamá se regresó, después de que se nos quemó la casita que alquilábamos. Me quedé a vivir solo” , cuenta.
Tras la partida de su madre, fue “delincuente” en La Carpio, pero desde hace seis años decidió conseguir un empleo estable. Ahora, pinta casas y rapea su propia música.
Van Lohuizen también cuenta la historia de Conney, cuya familia se divide entre el norte y el sur. Ella trabaja y duerme en casa de sus empleadores; el dinero ayuda a la subsistencia de sus parientes.
Así, a través de vidas similares, se narra este viaje constante por nuestra América.