Cada sábado, una decena de niños se reúne en un salón comunal de La Carpio para soñar con el teatro. Desde que el grupo local de teatro Las Voces del Viento puso a flotar sus primeros trabajos, los jóvenes se percataron de esa inexplicable sensación de ofrecerle todo al público. Para algunos, fue una revelación.
“Cuando comenzó todo, llegaron unos amigos a decirme que aquí en Codeca iba a estar un grupo de teatro muy chiva. Entonces, vine y, desde ese día, me gustó mucho; seguí viniendo todos los sábados”, cuenta Pamela Condega, de 11 años. Con sus compañeros, ahora amigos, da vida a Una máquina de...
Este martes al atardecer, el grupo estrenó su última creación en su comunidad, en el Salón Comunal de Asocodeca. Era la quinta vez que la presentaban ante el público, pues estuvieron en Guanacaste y otros espacios.
En el montaje, Emiliano (Johan Mairena) le confiesa a Marce (María Fernanda Martínez) su amor; empero, ella lo desprecia. ¿Será porque Emiliano es pobre, por su apariencia o porque no tiene empleo?
Emiliano lo prueba todo y termina de salvavidas. Paralelamente, vemos la vida cotidiana en La Carpio, con sus amistades, chismes, música y energía. “Para mí, el teatro ha servido para alejarme de lo malo”, dice Condega, quien interpreta a una de las “chismosas” de la calle.
El grupo es coordinado por la Asociación Masaya ; cinco colaboradores construyen con ellos el Programa Taller Permanente Teatro de Paz . Luis Salazar, uno de los coordinadores, explica que, al cumplir un ciclo de talleres de cinco años, los participantes saldrán a la comunidad convertidos en sus gestores culturales.
Calidez. El barullo de la calle principal de la ciudadela, habitada por cerca de 30.000 personas, se metió a la fuerza en la sala, que queda pequeña para la cantidad de actividades que alberga. Talleres de manualidades, música y artes marciales, entre otros, se reúnen regularmente allí.
“Este grupo es como mi casa”, dice David López, de 11 años. “El teatro es lo mío; es algo que no puedo explicar. No creo que nadie vaya a sentir lo que yo siento mientras no esté en el teatro”, confiesa.
Frente a una escenografía realizada por el grafitero Mush, los chicos se divierten y ponen a prueba lo aprendido. No se inmutan cuando un perro se mete entre sus pies y aporta inesperado realismo a la escena. En la calle, todos se encuentran y todo puede pasar. Hasta Emiliano encuentra empleo (si logra enamorar a Marce de nuevo o no es otra cosa).
“Llámennos como sea; así nos hizo el amor”, se lee en el escenario. A los niños de Las Voces del Viento sabemos cómo decirles: futuros actores.