Junto con Noé, Tagtug fue el otro único hombre que se salvó del diluvio universal y de quien descendemos cual de un árbol populoso. Moraleja: Eso de que no se puede escoger a los parientes no es cierto pues uno podría gustar más de Tagtug que de Noé –un simple civil, francamente– porque Tagtug fue después elegido un dios por los sumerios.
Los sumerios vivieron en la Mesopotamia hace ya tanto tiempo, que hoy solo aparecen en las páginas sociales de The National Geographic . Los sumerios eran tan antiguos como los antiguos egipcios, pero no caminaban de perfil. A juzgar por sus autorretratos, los egipcios fundaron el tango.
Volviendo a Tagtug, el mero hecho de haber sido deificado, al final no le sirvió de nada porque es hoy un dios de una de esas religiones que han caído en desuso como si fuesen el sánscrito de la teología.
Las leyendas de los sumerios aseguran que los dioses acordaron deshacerse de la humanidad mediante un diluvio universal. A veces, para los dioses, la humanidad es esa gente que está de más.
Las leyendas no son muy confiables aunque sean leyendas, pero se presume que algunos malos pensamientos habían divertido previamente a la humanidad porque un diluvio universal no nos cae así, no más, por cualquier cosa.
Es obvia la similitud de ese único diluvio con un segundo único diluvio, narrado en el Génesis , aunque las leyendas sumerias son mil años más antiguas.
Después del diluvio, Tagtug vivió en el paraíso terrenal, donde todos estaban sanos, no se envejecía y nadie moría. Hoy, más que paraíso, todo eso parece el programa de gobierno de un candidato sin opción.
Aunque no lo parezca, los paraísos terrenales todavía existen, pero ahora se llaman fiscales .
El dios Elki prohibió a Tagtug comer del árbol de la cacia, pero desobedeció, de modo que Tagtug y toda la humanidad fuimos castigados con enfermedades y la muerte.
Así lo cuenta, más o menos, el arqueólogo Samuel Kramer en su libro En el país de Sumeria (cap. V).
Por su parte, en uno de sus amenos ensayos (valga la redundancia), Tagtug y el árbol del conocimiento , G. K. Chesterton señaló que los orígenes míticos de la humanidad se vinculan a los árboles.
Empero, no míticamente, Charles Darwin incluyó una sola ilustración en su libro El origen de las especies : el “árbol” de la evolución y la separación de dichas especies.
Así, cuando los biólogos imaginan hoy de dónde venimos los mamíferos, se ponen a pensar en las musarañas; es decir, en un mamífero parecido a las musarañas y contemporáneo de los dinosaurios. La pequeñez y la adaptación de tan sucinto abuelo nos salvaron.
A la naturaleza le encanta violar la “ley” del más fuerte. Al fin, sobreviven quienes se adaptan: id est , quienes comprenden los cambios; quienes saben otear los vientos que sacuden los árboles.