Cuando vemos un álbum de fotografías familiares o cuando se hace una reunión de excompañeros de colegio, saltan siempre las mismas comentarios: ¿Quién es este? ¡Cómo ha cambiado! ¡Ni se parece¡ Prueba fehaciente, como dice la canción, de que Dios perdona, pero el tiempo no . Lo mismo sucede con la faz de la tierra, la posición de los continentes, y el paisaje modelado a lo largo de una historia de más de 4470 millones de años.
Los volcanes, al igual que las personas, se les puede clasificar por temperamentos (volcanalia los llama el colega Gerardo Soto), tipo de explosividad, edad y si se les considera vivos (eruptivamente activos), dormidos y muertos (ya bajo la forma cuellos volcánicos).
Recientemente, tres volcanes costarricenses entraron en aguerrida competencia eruptiva, hecho que ya había ocurrido previamente en 1969, 1975 y en 1987, pero antes participando el Arenal (agazapadamente dormido desde el 2010) en lugar de su primo el Turrialba. En este año, las redes sociales y los medios de comunicación se han impresionado con la actividad ígnea, que ha afectado a los pobladores cercanos.
Con cada actividad, el paisaje volcánico puede cambiar de una forma inimaginada, ante nuestra vida transitoria.
El agradamiento del cráter del Turrialba
El despertar eruptivo del Turrialba tuvo lugar hace más de siete años, cuando el 5 de enero del 2010 eruptó a través de dos nuevas bocas, que, desde el 8 de enero de este año, se unieron en una sola.
El 14 de enero del 2011 se formó una nueva boca que emitió cenizas junto con su hermana nacida un año atrás. El 11 de enero del 2012 se formó otra boca. Del 29 de octubre al 1.º de noviembre del 2014 ocurrió una de las erupciones más grandes del Turrialba, que destruyó parte de las bocas formadas en el 2011 y 2012, aunque se instalaron dos nuevas dentro de cráter.
El cráter pasó de unos 100 m de diámetro en febrero del 2014 a 185 m de diámetro en diciembre de ese año. Su profundidad también aumentó. Acá se tiene un ejemplo de como las bocas cratéricas pueden migrar, solaparse, destruirse o cubrirse en un lapso efímero de tiempo.
Al igual que el Turrialba, durante la primera mitad del siglo XX, el Irazú pasó por profundos cambios en su paisaje cratérico cuspidal.
La fisionomía del Poás cambia
El Poás, uno de los volcanes más fotografiados de Costa Rica, se caracteriza por su gran cráter: tiene 1.746 m en dirección norte-sur y 868 m en sentido este-oeste (no es el más grande del mundo, pero sí uno de los más bellos), 260 m de profundidad desde el mirador. Recordemos su otrora característica cúpula de lava (llamada domo por los vulcanólogos) de 30 m de elevación sobre el playón volcánico interior o 50 m desde el lago cratérico.
A partir del 12 de abril, un día después de la celebración de la gesta del héroe nacional alajuelense, una fuerte erupción destruyó gran parte del domo y, con ello, el edificio de lava rojizo tan fotografiado por los turistas.
El Poás acababa de entrar en su cuarto periodo eruptivo más importante desde que se puede registrar su historia. A partir de entonces, donde se ubicaba el domo, se ha localizado una boca cratérica muy activa que lanza bloques y escorias incandescentes; donde se ubicaba el lago volcánico se halla otra boca que emite profusamente gases sulfurosos.
El Poás perdió la fisionomía que lo caracterizó por 60 años, tan familiar, que ya la gente había olvidado como era antes con un único lago cratérico rellenando el fondo de la gran olla.
Sin duda, la condición actual será pasajera y una vez que pase este período eruptivo, podrían volver condiciones similares a las de inicios del 2017, pero no sabemos cómo quedará su paisaje remodelado por las manos de un arquitecto ígneo neoliberal, que querrá borrar el pasado para crear su propia historia.
Las corrientes de barro volcánico calientes
También conocidas como lahares, estas corrientes calientes de barro volcánico han sido expelidas varias veces, durante las erupciones, desde el lago cratérico del Rincón de la Vieja –y el Poás y Turrialba no se han quedado atrás–, único volcán históricamente activo de la cordillera de Guanacaste y también el único que no quiere cambiar su fisionomía.
Al igual que el Poás, posee un lago cratérico caliente; pese a que ha estado activo desde que se tiene memoria histórica, no ha cambiado su apariencia ¿Será acaso porque allí lo custodia Curubanda, la princesa amerindia que se convirtió en hechicera para vivir junto a su amado –sacrificado por su padre–, con el fin de no darle continuidad a su amor imposible, y está acompañada por su hijo dentro de los lodos calientes del volcán?
El reinventarse
Debido a sus particularidades geológicas y escénicas, así como su fauna y flora, los volcanes Rincón de la Vieja, Poás, Irazú y Turrialba fueron declarados parques nacionales en 1955 (justo cuando el Poás terminaba su tercer período eruptivo relevante: 1953-1955), según la ley orgánica del Instituto Costarricense de Turismo (N.° 1917 del 30 de julio de 1955).
Actualmente, la gran mayoría de los grandes volcanes costarricenses son parques nacionales o áreas protegidas. Esta singular e increíble acción ha puesto a disposición de las actuales y futuras generaciones áreas de extraordinaria belleza y de enorme valor natural.
Anualmente, más de un millón y medio de personas visitan y gozan de estos lugares, siendo el volcán Poás el parque más visitado con más de 350 000 personas hasta el 2016.
En la competencia por el turismo se acercan el Arenal y el Irazú (cuyos visitantes han redescubierto más el área de Prusia tras el cierre del Poás).
De los 28 parques nacionales, cuatro volcanes se ubicaban en los primeros diez lugares en visitas (Poás, Irazú, Arenal y Rincón de la Vieja), sin tomar en cuenta Tortuguero, un parque humedal costero, pero que también posee conos volcánicos.
El turismo, en especial el de los volcanes, es la principal fuente de ingresos del país, pero al igual que los volcanes se vuelven un imán para el amante de la naturaleza, de pronto pueden volver a su origen primigenio: una fuerza creadora y destructora. Así los negocios directos e indirectos pueden verse fuertemente afectados por los cierres de los parques nacionales, como una forma preventiva de garantizar la seguridad de las personas.
Las medidas para paliar dicha situación han sido lentas y complicadas. Ello nos pone de manifiesto lo frágil y vulnerable que se puede volver una región que depende del turismo relacionado con un volcán.
Se deben de reinventar nuevas rutas y puntos de visitación, como la vista hermosa del Poás humeante desde Varablanca, Fraijanes y sus fresas, los lagos cratéricos del Hule y Río Cuarto, el hermoso valle intervolcánico de Toro Amarillo o Bajos del Toro y el sinnúmero de cascadas presentes en la georuta de paisajes volcánicos. A los ticos nos sobra ingenio y es momento de sacarlo a relucir.
El autor es doctor en Vulcanología, miembro de la Academia Nacional de Ciencias, de la Academia de Geografía e Historia y funcionario de la Red Sismológica Nacional.