Cuando se habla de la combinación entre arte y ambiente, dos nombres, entre muchos, salen a relucir en nuestro país. Lucía Madriz y Francesco Bracci crean arte desde diferentes frentes, pero que nacen de un mismo lugar: sus preocupaciones por el entorno en que viven.
A Lucía Madriz le gusta pensar en su trabajo como una exploración de muchos campos más allá de lo meramente técnico. Su obra tiene un mismo hilo narrativo: la capacidad de identificarse a sí misma como un ser humano que vive en función de su planeta.
“Al principio hice mucha obra que tenía que ver con ser mujer, la heterosexualidad, la homosexualidad e incluso investigando mi propia identidad”, comentó la artista radicada en Alemania. “Parte de mi identidad, una que no es construida, es que soy terrícola. Es la única identidad que no puedo cambiar”.
Fue así como empezó a crear arte con un discurso enfocado en la naturaleza. Las primeras obras que realizó eran instalaciones con semillas, con arroz, frijoles y maíz que cuestionan temas como la soberanía alimentaria y el uso de los transgénicos.
En la actualidad explora temas como género y agricultura en Centroamérica, hábitos de consumo y agricultura orgánica. Para ella, el poder que tiene el arte para hacer un cambio depende del espectador.
“El arte no tiene la capacidad de cambiar al mundo, cada individuo debe de despertarse y hacer su parte”, comenta. “Ese ‘despertar’ puede ocurrir a través de una obra pero es muy probable que sea más bien un fenómeno raro. La obra puede ser leída y entendida de mil formas y eso no le resta efectividad”.
Por su parte Bracci, arquitecto y artista, asegura llevar 10 años trabajando con arte y espacio público. Crea su obra con material de desecho por tres razones: su bajo o inexistente costo, la accesibilidad de estos recursos y necesidad actual de no utilizar materias primas vírgenes siempre que sea posible.
“Me di cuenta del potencial que tiene el arte como una herramienta para comunicar y para hacer visibles ciertas problemáticas que pueden pasar inadvertidas”, comenta.
“Muchos trabajos han sido proyectos colectivos en donde se invita a la gente a participar en diferentes etapas de la obra. Pretende ser un trabajo en el que el espectador no sea pasivo, sino que active la obra al intervenirla”.
“Siempre he tenido la sensación de que en este país estamos matando la gallina de los huevos de oro. La falta de regulaciones ha hecho de que estemos perdiendo gran parte de esa riqueza natural que tenemos”, agrega. Su interés es sacar el arte de las galerías y museos y llevarlo a espacios en que dialogue con la gente. Que el público tenga sus propias interpretaciones.
Madriz concuerda. Para ella, su arte busca hablar de problemáticas que a ella le interesan, pero la interpretación del público depende de cada uno. “La efectividad de un mensaje, como que un espectador después de ver la obra se vaya a la casa a realizar prácticas sostenibles, depende de cada persona”, indica.
El arte es un producto de las inquietudes del artista. Para ambos, este reflejo nace del sentido común y de su responsabilidad como miembros de la especie responsable de causar el daño.
“ Hay personas que tienen mucha sensibilidad y lo primero que quieren es hacer más”, remata Madriz. “A otras personas uno les puede pasar documentales todos los días las 24 horas y simplemente no entienden qué tienen que ver con ellos. Es una cosa muy subjetiva, como en realidad debe ser”.