No fue un cataclismo lo que el 12 del 12 del 2012 les trajo a los artistas costarricenses, sino un hogar remozado y con las puertas abiertas para la creación y la expresión.
El Centro Cultural del Este se levanta en una esquina de Guadalupe de Goicoechea como una renovada y moderna residencia que cobijará en sus 2.600 metros cuadrados a la gran familia del arte tico.
En este recién acicalado hogar vivirán siete hermanos, “hijos”, todos ellos, del Ministerio de Cultura. El que ocupa mayor espacio –la tercera parte del edificio– y tiene “derecho de piso” por años de antiguedad de vivir ahí es la Escuela Casa del Artista (ECA), un programa de formación académica en artes que forma parte del Ministerio de Cultura desde el año 2000.
Según explicó el director de la ECA, José Edwin Araya, cada una de las disciplinas que ahí se imparten cuenta con su respectiva aula debidamente equipada, según las necesidades: pintura, dibujo, escultura, grabado, diseño gráfico, orfebrería y cerámica.
En la nave central del edificio se acondicionó un amplio espacio para las exposiciones periódicas de las obras de los estudiantes.
Según Araya, esa institución atiende anualmente a cerca de 1.500 estudiantes distribuidos en tres niveles académicos.
Los otros seis inquilinos que compartirán el edificio con la Casa del Artista son el Consejo de la Persona Joven, el Archivo Central del Ministerio de Cultura, la Dirección Regional de Cultura de San José, la Dirección General de Bandas, la de San José y unas bodegas del Festival Internacional de las Artes.
También se construyó un auditorio para 110 personas, con todas las condiciones acústicas necesarias para ofrecer conciertos y otros espectáculos escénicos.
Fueron dos las agrupaciones musicales encargadas de inaugurar ayer este escenario: la sección de metales de la Banda de Conciertos de San José y el Quinteto de Metales Hércules Brass, de Galicia, España.
“Nosotros hemos tocado en muchos lugares y podemos decir que este auditorio tiene una acústica perfecta, es muy agradable y cómodo para conciertos de música de cámara”, opinó el músico Javier González, quien toca el corno en dicha agrupación.
Valor cultural. Las obras de restauración tardaron más de un año y fueron financiadas con ¢1.200 millones del Centro de Patrimonio, pues este inmueble cuenta con declaratoria patrimonial desde el 2001.
“Este edificio mantiene algunas características de la arquitectura industrial de la década de los cuarenta, como, por ejemplo, cerchas con remaches, en vez de soldaduras. Las paredes externas fueron construidas en ladrillo y concreto armado, un sistema similar al del edificio de la Antigua Aduana. Pero su gran valor reside en el uso que se le da como sede de una escuela de arte”, explicó el director interino del Centro de Patrimonio, Adrián Vindas.