Víctor Hurtado Oviedo, editor vhurtado@nacion.com
Las pruebas de inteligencia sirven para demostrar la inteligencia de quienes huyen de someterse a ellas. Empero, a veces cedemos a la imprudencia y al qué dirán –el que, francamente, nunca se ocupa de nosotros–, y dejamos que nos apliquen las pruebas de cubismo en cuadritos y de ineptitud verbal; y entonces resulta que nuestra inteligencia tiene más límites que un mapa. Las pruebas de inteligencia se parecen a los retratos pintados: nunca nos favorecen, nos hacen quedar mal en sociedad, tratamos de esconderlos y terminamos pagando al autor.
Después de la Esfinge y sus preguntas capciosas, el segundo inventor de las pruebas de inteligencia fue el señor Francis Galton, cuyo mérito esencial residió en haber sido primo de Charles Darwin.
Según Galton, el grado de inteligencia es familiar, hereditario, de modo que hay familias de inteligentes y familias de los otros. Obviamente, el haber sido primo de Darwin fue un punto para Galton, pero nos habría gustado preguntar a Darwin si el haber sido primo de Galton fue un punto para Darwin.
Las ideas de Galton, más las de Herbert Spencer, suscitaron el mal llamado “darwinismo social”, distorsión que justificó políticas de dominación sobre razas y pueblos “inferiores”. Empero, algunos psicólogos de hoy suponen que existe una “inteligencia general” ( g ), que sí es hereditaria entre un 40 y el 80% ( Harriet Swain: Las grandes preguntas de la ciencia , cap. VII).
Ignoramos cuánto de verdad haya en tal hipótesis; además, en tratándose de la propia inteligencia, es mejor no preguntar ya que podemos toparnos con alguien que tenga más sinceridad que educación.
El hecho es que sí hay genios específicos para algún campo del pensamiento: el ajedrez, la química, la música, la métrica, el deporte (que también es pensamiento), etc.
Un genio fue Erwin Schrödinger (1887-1961), uno de los creadores de la física cuántica. Recordemos la paradoja del “gato de Schrödinger”: en el micromundo, una misma partícula está en dos sitios a la vez; en un lugar puede matar a un gato, pero en el otro no. De esta manera, el gato cuántico puede estar vivo y muerto al mismo tiempo.
Schrödinger visitó la biología; intuyó la existencia del ADN y sugirió que era un “cristal aperiódico”; es decir, irregular, y algo de esto es el ADN: no un cristal, pero sí una molécula compuesta de series (genes) diversas y cambiantes.
Erwin postuló que los organismos vivos son rebeldes a la termodinámica pues mantienen el orden y la temperatura ( ¿Qué es la vida? , cap. VI). En cambio, la termodinámica enseña que todo sistema tiende a la pérdida de energía y al desorden, como si fuese un gobierno.
Curiosamente, Schrödinger tuvo un lado místico, védico, que no afectó su agudeza científica. En todo caso, aplicada a las ciencias, la mística es la explicación de lo inexplicado mediante lo inexplicable.