El sur de Inglaterra, hace 120 años. Una mansión victoriana envuelta por la penumbra. Lucy Seward vive sumida en la angustia más profunda porque un monstruo la persigue en sus sueños.
“La neblina, los ojos rojos y esa cabeza abominable”, repite la actriz Silvia Baltodano con su personaje al punto del llanto, una mujer agotada de tantas noches de desvelo.
El abominable en cuestión tiene un nombre al que le sobra cualquier presentación: el conde Drácula , originalmente creado por el novelista irlandés Bram Stoker, en 1897.
“El Teatro Espressivo tiene cualquier cantidad de tiquetes vendidos porque a todo el mundo le encanta la idea de Drácula”, afirma el director Luis Carlos Vázquez, sin ninguna vanidad. “Yo creo que tiene raíces muy antiguas e inminentemente populares. En todas las culturas hay historias de vampiros”, dice el Premio Nacional de Teatro 2016.
Este viernes 13 de octubre, fecha de por sí ominosa, el Teatro Espressivo en el centro comercial Momentum Pinares, en Curridabat, estrenará su propia versión teatral de la más famosa historia de vampiros.
La obra Drácula ofrecerá funciones de viernes a domingos hasta el 12 de noviembre. Los viernes y sábados las presentaciones serán a las 8 p. m.; los domingos serán a las 6 p. m.
La entrada general cuesta ¢8.000 y la vip ¢10.000. Se pueden adquirir en el sitio boleteria.espressivo.cr , al teléfono 2267-1818 o también directamente en la boletería del teatro.
La idea de Drácula. Vázquez utiliza el guion de los estadounidenses Hamilton Deane y John. L. Balderston, quienes teatralizaron la novela de Stoker entre 1924 y 1927.
“En general, la industria se ha encargado de mantener el espíritu de estos monstruos vivos y en la mente de la gente. Todo el mundo sabe quién es Drácula”, explica Baltodano, quien encarna en Lucy Seward a una víctima del deseo y manipulación del vampiro.
Los actores explicaron que, antes de realizar el trabajo escénico, todos tuvieron contacto con la obra original de Stoker.
Precisamente, de la novela permanecen los rasgos imperecederos del personaje: su avidez por la sangre, su repulsión por el olor de las plantas del acónito (aunque es más popular su rechazo al ajo), la misteriosa capacidad de pasar desapercibido frente a los espejos y frente a los mortales cuando se transforma en murciélago o en un lobo.
“Lo fascinante de los vampiros es que, al no estar atados por los límites y los juicios que tenemos los seres humanos, pueden ver a la humanidad como algo sensual y sagrado. Añoran la luz del sol, añoran la vida humana, añoran la mortalidad y ese calor”, dice el actor argentino Francisco Ortiz.
Ortiz obtuvo el papel en una audición en su país, donde es reconocido por algunos papeles en cine y teatro. En Costa Rica, además de formar parte del proyecto teatral del Espressivo, está colaborando también con la agencia Independent Model Management.
Antes de encarnar al vampiro, Ortiz asegura que se interesó por el mito del vampiro durante sus estudios universitarios en la Universidad de Buenos Aires.
“Para que el clásico se vuelva actual es necesario ponerle nuestra sangre. El director, Luis Vázquez, me dejó ponerle toda mi sangre”, dice el actor argentino sobre la construcción de su papel.
En la novela, Stoker describió al conde Drácula como un “muerto viviente” que adquiere una propiedad dilapidada –la abadía de Carfax– y que consigue, con sus encantos, ocultar sus verdaderas intenciones mientras dos señoritas enferman de un extraño mal en su sangre.
Tras muchos meses de engañar a la familia Seward sobre sus intenciones, la charada de sus visitas a la mansión y su vínculo con un paciente del manicomio son expuestos por el intrépido doctor Van Helsing (Pablo Rodríguez).
“Drácula manipula la mente de las personas y por medio de esa manipulación se aprovecha para utilizar recursos fundamentales como el alma o la sangre”, explica el actor Carlos Rodríguez, encargado de interpretar a Jonathan Harker, pretendiente de Lucy y uno de los tres hombres que emprenden una difícil cacería contra el maquiavélico conde.
Sin embargo, la villanía de Drácula también se presta para otras lecturas, dicen el director y actores de la obra.
“Uno de los elementos que me llamó la atención es que siempre habrá succionadores y succionados. Así como habrá gente activa y pasiva en la vida. Poderosos sobre débiles. Eso es inevitable”, opina Vázquez.
“Es imposible hablar sobre un vampiro y no hablar de sensualidad. Es imposible abordar el mito del vampiro sin el erotismo”, afirma Ortiz sobre la explícita sensualidad del montaje.
“Los vampiros están atravesados por las mismas emociones humanas y las sienten a un nivel sobrenatural. Seguramente van a ir en búsqueda del hedonismo”, añade.
Marcas del erotismo. La mansión Seward está rodeada de gárgolas. En el cuello del doctor Van Helsing cuelga un crucifijo. Inevitablemente, al hablar de Drácula se mezclan los símbolos: la magia, la religión, la ciencia de la época y el oscuro romanticismo del estilo gótico.
La puesta de Vázquez mezcla esa nostalgia y la confronta con los miedos del presente.
“Es como el refrán que dice que no hay que creer en brujas, pero que las hay, las hay. No hay que creer en vampiros, pero que los hay, los hay”, dice el director.
Ortiz imagina a los famosos monstruos como testigos de los cambios: la construcción y destrucción de estructuras sociales, políticas y económicas.
“Como pueden ver los cambios, pueden descreer de ellos”, menciona el actor. “Mas allá de vivir la maldición de vivir de noche, ocultos del sol y tener víctimas humanas, ellos sienten con una profundidad que ninguna otra criatura siente: el amor, el deseo, el abandono”, insiste sobre la intensidad de la expresión física y emocional de Drácula.
El conde arrastra y manipula con más intensidad a las mujeres de la historia. La relación es complicada porque, al mismo tiempo, las mujeres que manipula se transforman en criaturas con sus propias voluntades y deseos.
“En esa época se reprimía la sexualidad. Drácula es un ente supersexualizado que viene a hacer lo que en esa época se reprimía mucho”, afirma el actor Pablo Rodríguez .
“He tratado de hacerla una damisela en peligro pero no quiere decir que, si no estuviera enferma, no sería una mujer fuerte o determinada”, explica Baltodano sobre Lucy.
Para Ortiz, la sensualidad de la sangre tiene que ver más con el deseo insaciable que tiene Drácula por la vida.
“Los vampiros son criaturas supersensuales y están atraídos por la humanidad de la gente. La sangre es una metáfora de eso, de la vida que pueden ver en los cuerpos que poseen”, dice Ortiz. “(Para Drácula) el ser humano es un objeto de deseo, único y bello. Él ve a los hombres y las mujeres desde otro lugar, al cual no podemos acceder porque no somos inmortales ni inmunes”.
No obstante, la misma mirada de Drácula –como inmortal, como una figura al margen de las estructuras humanas– pone en peligro la normalidad de la vida de los personajes humanos de la obra.
“Hay algo muy interesante de Drácula. Hay algo que se puede aprender: no le importa el qué dirán, sobre todo en un día como hoy”, dice Ortiz.
La sala de teatro en Momentum Pinares ofrece funciones de Drácula de viernes a domingo, hasta el 12 de noviembre. Los horarios son de viernes y sábado, a las 8 p. m. Los domingos la presentación es a las 6 p. m. Las entradas generales cuestan ¢8.000. Se pueden adquirir en el sitio boleteria.espressivo.cr, al teléfono 2267-1818 o también directamente en la boletería del teatro.