Cuando bailan no son un grupo de jóvenes desplazados de barrios pobres, que salen adelante mediante la danza, ellos son un grupo que transforma el movimiento de sus cuerpos en poesía pura. Se les conoce desde hace 15 años como el Colegio del Cuerpo, y están en el país para ofrecer una versión de cámara de su espectáculo
La agrupación colombiana se presentará hoy, a las 8 p. m., y mañana, a las 5 p. m., en el Auditorio Nacional , en el último fin de semana de actividades del Festival Internacional de las Artes (FIA).
Al frente de este proyecto social y artístico está el veterano coreógrafo Álvaro Restrepo, viejo conocido de la danza costarricense porque, a principios de la década de los años 90, visitó el país en varios periodos para dar clases y compartir trabajo con otros colegas.
La producción, estrenada en su formato original con 300 artistas en el 2010, rinde tributo a los colombianos que, por culpa de los conflictos armados, son desplazados dentro de su país o bien andan como nómadas forzados por el mundo.
Sin ser narrativa, busca mostrar ese dolor al que se exponen niños y adultos que abandonan sus hogares a la fuerza, los dolores que experimentan en el camino y la búsqueda de paz.
Desde Colombia, Restrepo le explicó a
Que nadie se abstenga de ir a ver el espectáculo por creer que es algo que solo toca al pueblo colombiano, el coreógrafo aseguró que su trabajo pretende ser universal, en especial porque la humanidad tiene una larga historia de éxodos.
“Pretende ir más allá del puro entretenimiento, quiere llegar al público para proponerle otra dimensión de lectura; pretende conmover, suscitar compasión en el verdadero sentido de la palabra, que es padecer con el otro”, detalló el colombiano.
A lo largo de la coreografía, el público estará expuesto a una serie de metáforas, imágenes que sugieren ideas. Para acompañar su movimiento, el Colegio del Cuerpo emplea los acordes de la
Restrepo considera que aunque esa imagen no es parte de la realidad costarricense, los ticos podrán interpretar que no solo existen desplazados de guerra. Él agregó que en el mundo existen desplazados por la violencia económica, personas que se vuelven parias a causa del capitalismo salvaje.
“Acabamos de presentar la obra en Londres y París, y hemos podido constatar que en cada lugar donde vamos tienen una resonancia que se adapta al contexto local”, dijo el coreógrafo.
Bajo este nombre, desarrolla dos programas. El primero es una escuela de danza para estos menores desplazados, para ayudarlos a superar su dolor. Además, con quienes muestran vocación por el arte del cuerpo en movimiento, mantiene una compañía de danza.
Ahora es tiempo de cosechar, dijo al otro lado del teléfono, esa es la visión que tiene en la actualidad de este proyecto al que le puso alma, vida y corazón.
“El Colegio del Cuerpo ha sido importante; hemos introducido un tema que no estaba en la agenda de la educación tradicional, usando la danza y el cuerpo como estrategia pedagógica. El cuerpo es donde acontece nuestra vida, tiene conexiones con todo lo que somos o hacemos. Nuestro trabajo se encamina para que todos encuentren la dignidad, por eso hablamos de educar para la danza y con la danza”, aseguró el suramericano.
Parte de los frutos que ve con este proyecto, es la réplica de proyectos similares en el mundo; también valora el apoyo de diferentes personas e instituciones, desde Gabriel García Márquez hasta el Banco Mundial y el gobierno de Japón.
No obstante, el mayor logro de este intenso trabajo es ver el poder que tiene la danza para curar el dolor de los niños. Restrepo defiende la fuerza de la danza para tocar las fibras más profundas de las emociones y la memoria, un poder transformador que benefició a más de 8.000 menores de una u otra forma en este tiempo.
Los sacrificios personales se transformaron en alegrías y emociones; de todas la más importante para él es dejarle a su país un proyecto cultural y social, que le enseña a los participantes que su vida es la obra artística más importante.
Por ahora, existe la oportunidad de ver este trabajo que refleja el dolor de un pueblo pero que, en el fondo, transmite un mensaje esperanzador, al ver cómo la danza le dio una nueva luz a siete niños, hoy día bailarines de profesión.