El valor documental de una fotografía es incuestionable: es ese cuadro que, aunque estático, nos abre una ventana a una realidad que muchas veces no pudimos presenciar, a un instante irrepetible en la historia, y nos transporta como testigos privilegiados, como verdaderos viajeros en el tiempo.
Cuatro personas, entre ellas dos monjas de blanco hábito, se arrodillan ante el cuerpo aún tibio pero ya sin vida de Óscar Romero, arzobispo de San Salvador, quien acababa de recibir un balazo en el corazón disparado desde el rifle de un francotirador, al terminar una crítica homilía en contra de los abusos de los militares en su país. Sucedió en el entonces incipiente conflicto armado que llegaría a cobrar más de 75.000 víctimas.
Los rostros de los primeros en auxiliar a monseñor Romero no necesitan colores para transmitir el dolor y el miedo vividos ese 24 de marzo de 1980. La fotografía de Romero en el suelo de una capilla, con su cara y su sotana ensangrentadas, le dio la vuelta al mundo y ayudó a que los ojos de la comunidad internacional se volvieran finalmente hacia la cintura de América, una pequeña región prácticamente ausente de los titulares y portadas de los grandes medios.
La Guerra Fría estaba en su apogeo y Centroamérica se consolidaba desde la década del 70 como uno de sus campos de batalla más sangrientos.
Los ánimos revolucionarios se encendían en el Istmo, pero la información era un bien escaso y muchas veces manipulado. Ante esta difícil situación, los principales medios centroamericanos decidieron aliarse con la agencia Efe, un socio natural unido por el trabajo en una lengua común: el español.
Fue así como el 23 de junio de 1973 nació la Agencia Centroamericana de Noticias ( Acan-Efe ), que se consolidaría con el paso de los años como una voz propia de la región en el mundo de las noticias internacionales.
Hoy, 40 años después de que Acan-Efe viera la luz, ofrece en la Galería Nacional , a través de 45 fotografías, una muestra de la historia que ha compartido con Centroamérica en las últimas décadas: de los horrores y las ilusiones, de las lágrimas, las tragedias y las recuperaciones, de las esperanzas, las glorias y las bellezas de esta región llena de contrastes y de noticias.
45 imágenes, seis países. Es imposible contar toda la historia de seis países en una exposición, pero sí es factible hacer un repaso por los acontecimientos que más marcaron el pasado y mirar sus implicaciones en el presente.
Así, conviven en la misma pared la imagen de un tanque transitando, impasible, por las calles de Panamá durante la invasión de Estados Unidos, en diciembre de 1989, y una fotografía que relata la histórica condena al exdictador guatemalteco Efraín Ríos-Montt, en mayo anterior, por genocidio en contra de la etnia indígena ixil.
Las fotografías de la muestra proponen una lectura activa de conjunto. Cada foto habla por sí misma, pero además forma parte de un conjunto temático que tiene por objetivo instar a la reflexión sobre el camino recorrido y el que la región aún tiene por delante.
Temas como las maras y la violencia que ahoga al “triángulo norte” de Centroamérica (Guatemala, Honduras y El Salvador) son retratados a través de los rostros de sus protagonistas: jóvenes tras las rejas en países que han apostado por políticas de mano dura sin obtener aún los resultados buscados.
Las ilusiones rotas y las promesas incumplidas ocupan también un espacio fundamental de la exposición, a través de imágenes que recuerdan a revolucionarios sandinistas sonrientes por su victoria sobre el dictador Anastasio Somoza Debayle en 1979 y cómo luego todo cambió, no solo por la guerra de “los contras”, sino por las mismas decisiones de sus líderes, actualmente en el poder bajo la cuestionada figura de Daniel Ortega.
Los muertos de La Penca hablan de una impunidad persistente desde hace 29 años en una dramática fotografía que no deja olvidar el peor atentado en contra de la prensa que se ha registrado en Centroamérica.
Si bien Costa Rica no suma en su historia reciente imágenes de masacres ni genocidios, tampoco escapa de las realidades convulsas vividas por todos los países de la región. El Premio Nobel de la Paz otorgado a Óscar Arias en 1987, precisamente por sus esfuerzos en la pacificación del Istmo, no lo inmunizó en contra de las masivas protestas por el Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos entre el 2006 y el 2007.
En la exposición se asoman también los veteranos de la guerra de 1948 y los manifestantes en contra del “Combo ICE” del 2000, a modo de recordatorio de los cambios experimentados por Costa Rica en las últimas décadas.
El bloque de la muestra dedicado a la historia político-social de la región lo cierra Honduras, con la página negra más reciente de rompimiento de la institucionalidad democrática en la zona: el golpe de Estado dado a Manuel Zelaya en junio de 2009.
Maravillas y amenazas. La belleza y la furia de la naturaleza son un distintivo centroamericano: una región donde los volcanes, los huracanes y los terremotos son tan familiares para sus habitantes como la abundante biodiversidad tropical, aunque de tanto en tanto ocurren eventos que dejan huellas profundas en estos pueblos.
El huracán Mitch, en 1998, marcó un antes y un después en la historia de los desastres naturales en Centroamérica. En esa lista de destrucciones y reconstrucciones que reseñan las fotografías de Acan-Efe, destacan también la erupción del volcán Pacaya en Guatemala, en el 2006, el terremoto de Limón (1991), el de El Salvador del 2001 e incluso la caída de un avión de TACA en Honduras en el 2008.
Sin recurrir al recurso de la sangre explícita para acentuar el drama de un momento, la tragedia en Costa Rica se puede palpar en una fotografía de noviembre de 2010, en un detalle del pie de uno de los 21 cuerpos sacados del barro luego del deslizamiento que enterrara el barrio Calle Lajas, en Escazú.
Colores y vivencias. La última parte de la muestra está dedicada a hacer revista de algunas de las personalidades mundiales que han visitado o nacido en Centroamérica.
Es así como se logra ver a un joven Luis Alberto Monge recibiendo al Papa Juan Pablo II en su visita a Costa Rica en 1983, o a un sonriente Barack Obama rodeado de niños en la Cancillería hace apenas dos meses.
Centroamérica no es una potencia deportiva, pero ha tenido joyas que brillan con luz propia. La costarricense Claudia Poll y el panameño Irving Saladino son, hasta ahora, los dos más grandes atletas de la región, pues son los únicos que han llevado a sus países una medalla de oro olímpica y, por eso, se ganaron un espacio en la muestra.
La exposición 40 años compartiendo nuestra historia invita a un viaje variado y colorido a través de los eventos que han esculpido la Centroamérica que conocemos y en la que ahora somos los protagonistas de las fotografías que se verán en las próximas décadas.