Una pelea doméstica destapa los conflictos de un matrimonio en crisis. El pleito nos lleva al pasado cuando Él –un electricista– y Ella –una estudiante de medicina– se hacen las usuales promesas de los amantes dispuestos a compartir sus vidas. Narrada en retrospectiva, la obra da cuenta de los altos y bajos que la pareja atraviesa hasta llegar a un punto de desilusión y disolución.
Ubicada en la Cuba de inicio de los ochenta, la historia es una excusa para exponer temas como la inequidad entre los géneros y los estereotipos de lo masculino y lo femenino. También se analizan las inestables pasiones humanas y se enjuicia, en tono de comedia, el modelo socialista, igualitario en su ideología, pero no así en su praxis.
El libreto de Abelardo Estorino (1925-2013) es sólido en su estructura y discurso. Además, desarrolla una serie de estrategias que empujan a la audiencia a asumir la temática de fondo como real e inmediata. Los recursos utilizados para alcanzar este fin son el desdoblamiento de los personajes en los actores y actrices que los encarnan y la desdramatización (distanciamiento que evidencia el carácter ilusorio del teatro).
Son constantes los cambios de vestuario frente al público o los pasajes en que los intérpretes suspenden sus interacciones y comentan las situaciones de la trama tal y como lo harían durante un ensayo. En otras ocasiones, una escena se repite y afina hasta quedar al gusto del elenco. Todo lo anterior sugiere que lo visto puede ser ilusorio, pero no así los temas representados.
Hay un claro objetivo detrás de esta dinámica. Al romper la ficción, el espectáculo nos invita a que lo apreciemos desde un ámbito menos confortable, a saber, el de la crítica social. Entonces, ya no vemos personajes, sino conductas que pasan por el tamiz de lo debido o lo indebido. De esa manera, no podemos dejar de preguntarnos si somos usuarios y cómplices, por ejemplo, de las actitudes sexistas denunciadas en la obra.
En esta línea, el diseño espacial es una síntesis de escenario (ficción) y trasescena (realidad). Dos interiores de casas, apenas esbozados con muebles, se mezclan con un par de percheros donde cuelga el vestuario. A modo de ligamen entre estos ámbitos, una escalera en forma de "A" se constituye en territorio de diversos juegos escénicos.
En términos actorales, las transiciones entre tiempos y lugares, además de las rupturas de la ficción fueron bien resueltas para que el ritmo de la comedia no decayera. Por el contrario, el intento de imitar el acento cubano no pasó de una tímida intención. Es probable que la musicalidad del texto y el uso de localismos hayan arrastrado –sin buscarlo– ciertos diálogos hacia el inconfundible acento de la isla.
Roberto Bautista dirigió Ni un sí, ni un no con la suficiente inteligencia y sensibilidad para subrayar las virtudes del libreto y el trabajo interpretativo. Fue uno de esos montajes que, sin duda, amplían la perspectiva sobre la contradictoria naturaleza humana, a caballo entre la ilusión y la realidad.
FICHA ARTÍSTICA
Dirección y selección musical: Roberto Bautista
Libreto: Abelardo Estorino (Cuba)
Actuación: Alonso Chaves, Mari Murakami, Vivian Bonilla, Stefano Castro
Luces: Leonardo Torres, Roberto Bautista
Vestuario: Hanna Gómez
Producción musical: José Manuel Conejo, Mari Murakami
Espacio: Teatro Universitario (UCR)
Fecha: 21 de agosto de 2016