En enero de 1934, García Lorca estrenaba Mariana Pineda en el teatro Avenida de Buenos Aires, Argentina. El autor estaba a punto de regresar a España, luego de su exitoso paso por la ciudad porteña, donde había logrado seducir al público y a la crítica locales con Bodas de sangre , Retablillo de San Cristóbal y La zapatera prodigiosa , entre otras.
En una nota periodística –previa a su partida– el granadino señalaba que el trabajo de sus actores consistía en cargar de emociones a los personajes para desgarrar el corazón de los espectadores.
Conociendo la inclinación de este escritor por la palabra exacta, no creo que se haya tomado a la ligera el uso del verbo “desgarrar”. De hecho, sus tragedias exploran conflictos generados por las variantes más intensas de la pasión humana.
¡No hay concesiones en el universo lorquiano! A lo sumo, breves respiros para aguardar el estallido de lo inevitable. De ahí que mi primera afirmación sobre este montaje sea que a estas bodas les faltó sangre.
De entrada, la escenografía es una débil síntesis de la Andalucía asfixiante descrita en la obra.
Cuatro paneles móviles delimitan sectores del espacio y operan como superficies para proyectar imágenes que establecen la ubicación de las escenas.
Tres cajones blancos hacen las veces del mobiliario y complementan el diseño. Las imágenes proyectadas no aportaron información relevante ni dialogaron –de manera significativa– con los acontecimientos representados.
El elenco no pareció tener un criterio homogéneo sobre el abordaje del libreto. Algunas actuaciones se mantuvieron fieles a la naturaleza de los personajes; otras se diluyeron en el afán de generar simpatía cuando no era necesario.
Las risas espontáneas en la zona de butacas acompañaron situaciones que apuntaban más a la tensión que al humor.
Los pasajes festivos del matrimonio se notaron deslucidos por la poca claridad en las acciones de los figurantes que atravesaban el fondo del escenario.
Los actores llenaron el espacio con sus desplazamientos, pero no asumieron que cada uno de sus gestos debía profundizar –por contraste– el drama de la recién casada dispuesta a fugarse con su antiguo novio. Las distracciones provocadas por el “ruido visual” del fondo le quitaron foco a los diálogos en proscenio.
En la secuencia del bosque, el personaje de “la Luna” me distanció del montaje.
Su caracterización estuvo más cercana a la parodia de un modelo de comercial televisivo que a la expresión del misterio implícito en la poética de García Lorca. No cuestiono el trabajo creativo del actor, sino la falta de correspondencia entre el tono trágico del espectáculo y la banalidad de esta menguante “Luna”.
Hasta ese punto, Bodas de sangre estaba lejos del brío indispensable para desgarrar corazones. Resultaba más inquietante el retrato de la sociedad patriarcal española que los conflictos pasionales de los protagonistas.
El drama se había atorado en esos textos que no terminaban de explotar sobre la tablas.
A pesar de lo anterior, la escena final entre “la Madre” y “la Novia” rescató la velada.
Este duelo (en su doble acepción de sufrimiento y confrontación) permitió experimentar la fuerza emotiva de la trama.
En esa mezcla de ira y culpa que las actrices exudaron se hizo presente la esencia de la tragedia lorquiana. Fue un momento para apretar los dientes y hacer catarsis frente a un dolor ajeno que, por honestidad y destreza interpretativas, se volvió real.
Eso sí... justo cuando García Lorca se asomó, el telón comenzaba a cerrarse por última vez.
Ficha artística
Bodas de sangre
Dirección: José Pablo UmañaDramaturgia: Federico García LorcaProducción: Carlos SalazarActuación: María Bonilla, Érica Rojas, Juan Carlos Calderón, Roberto Bautista, Melvin Jiménez, Dayanara Guevara, Ana Ulate, Jorge Castro, Zoraya Mañalich, Stephanie Jiménez, Fanny Vargas, Tania Álvarez, Harvey Monestel, Pedro José SánchezDURACIÓN: 100 minutosEscenografía y utilería: Fernando CastroIluminación: Leonardo TorresProyecciones: Noé AriasVestuario: María José CallejasMúsica: Rodrigo OviedoEspacio: Teatro EspressivoFunción: Domingo 1 de marzo de 2015