D e acuerdo con los estudios realizados por los historiadores Vladimir de la Cruz y Mario Oliva, en 1913 se celebró, por vez primera en Costa Rica, el 1.° de mayo.
En esa ocasión, convocados por el Centro Germinal, trabajadores y obreros desfilaron hacia La Sabana, donde hubo actividades deportivas, y figuras como Carmen Lyra, Omar Dengo y Joaquín García Monge pronunciaron discursos.
Además, en una nota editorial, el periódico La Información asoció la “Fiesta del Trabajo” con la rendición de William Walker , ocurrida el 1.º de mayo de 1857.
Entre 1913 y 1932, según lo destaca Oliva, la celebración del 1.° de mayo no fue liderada por ninguna organización, y no hubo manifestaciones en algunos años (1918-1919, 1921, 1924 y 1929-1931).
A partir de 1933, sin embargo, el Partido Comunista de Costa Rica (PCCR), fundado en 1931, asumió un papel preponderante en la conmemoración que, a su vez, adquirió una connotación definidamente obrera.
Sobre las actividades realizadas el 1.° de mayo de 1933, se dispone de dos crónicas muy valiosas. La primera fue publicada por el Diario de Costa Rica , el 2 de mayo de ese año; la segunda es un extraordinario relato del escritor Carlos Luis Fallas, dado a conocer en el semanario Libertad el 9 de abril de 1966 incluido en la obra De mi vida , recientemente publicada por la Editorial de la Universidad Nacional .
Presencia policial. La crónica que circuló en el Diario de Costa Rica destacó que la manifestación comunista se extendía a lo largo de cinco cuadras y comenzó a las dos y media de la tarde en la plaza del Pacífico, encabezada ¡por las autoridades! En efecto, de acuerdo con el periódico:
“Abrían el encabezamiento para ir despejando la calle, tres policías de tráfico en dos motocicletas, inmediatamente después venían el Segundo Comandante de la Segunda Sección, don Miguel Ángel Guardia, acompañado de dos subalternos, los tres en sendos caballos. A continuación, de cuatro en fondo, los comunistas, todos con sus insignias”.
Ciertamente, la presencia policial en la marcha, que involucró a 43 efectivos (18 a caballo y 25 a pie), se podría interpretar como resultado del interés del Gobierno por controlar la actividad, y algo hubo de eso, como se verá más adelante. Sin embargo, dado que el presidente Ricardo Jiménez se convirtió en un decidido defensor de la legalidad del PCCR, las autoridades que encabezaron el desfile también evidenciaban que la manifestación contaba con respaldo oficial.
Destacar ese apoyo era de suma relevancia porque, precisamente el 28 de mayo de 1932, una reunión convocada por el PCCR para analizar los temas del salario mínimo y el desempleo, terminó en un enfrentamiento con la policía que dejó varias decenas de detenidos.
Las autoridades que encabezaron el desfile del 1.° de mayo de 1933 no se limitaron a abrir paso, ya que también ejercieron un control de la manifestación, como se resaltó en la crónica del Diario de Costa Rica :
“Llevaban [los comunistas] gran cantidad de banderas rojas, de insignias del Trabajo y muchísimos estandartes. Según fuimos informados algunos fueron retirados por el Comandante de Plaza, ya que hacían alusión a determinados presidentes de países amigos”.
La censura de los estandartes se explica porque, por esa época, la administración de Jiménez empezó a recibir crecientes protestas de algunos representantes diplomáticos, molestos por las críticas de los comunistas a los dirigentes de sus países.
Tal proceso culminó con la aprobación, en diciembre de 1934, de la llamada Ley Gurdián, que sancionaba a los responsables de medios de comunicación que publicaran materiales que pudieran ser ofensivos para esas “naciones amigas”.
En el Templo de la Música. Predominantemente masculina, la manifestación del 1.° de mayo de 1933, también incorporó mujeres y niños que, de acuerdo con lo expresado por el Diario de Costa Rica , “formaban la cola del cortejo, vivando al comunismo. Este grupo de mujeres iba encabezado por la escritora nacional, Srita. María Isabel Carvajal, conocida en el mundo literario con el seudónimo de Carmen Lyra”.
Luego de desfilar por las principales calles de la ciudad, la manifestación culminó en el parque Morazán, en cuyo Templo de la Música los líderes comunistas pronunciaron discursos.
Adolfo Braña, regidor del PCCR en la Municipalidad de San José, destacó “la enorme injusticia de que todavía existan capitalistas que se atreven a pagar sueldos de cincuenta céntimos por jornada de trabajo, condenando al hambre y la desesperanza a sus peones”.
Braña terminó su intervención con un llamado a cantar “ La Internacional ”, que “fue ejecutada a coro por una gran mayoría de los presentes”.
Terminada la canción, Carlos Luis Fallas se refirió a la situación mundial, y cerró la actividad el líder del PCCR, Manuel Mora, quien afirmó que el gobierno de Jiménez estaba al servicio de la clase capitalista e hizo “hincapié en que está muy cercano el fin de la actual organización de la sociedad burguesa”.
Recuerdo imborrable. En abril de 1966, al evocar lo que fue el 1.° de mayo de 1933, Fallas señaló que la sección alajuelense del PCCR logró movilizar entre 200 y 300 personas, quienes se desplazaron “a pie desde aquí, Alajuela, hasta San José, con carteles y banderas, en un momento en que no había ninguna tradición, ningún conocimiento de lo que esta fecha representaba para los trabajadores, puesto que era la primera vez que se iba a celebrar un 1.° de mayo”.
La declaración de Fallas de que no existía una tradición en la conmemoración del 1.° de mayo es de sumo interés porque sugiere que, a pesar de que Lyra había participado en las actividades de 1913, 20 años después el PCCR no se preocupó por recuperar esa tradición contestataria de inicios del siglo XX.
Probablemente, a esto contribuyó la falta de continuidad en la celebración durante la década de 1920.
Igualmente, Fallas resaltó que la conmemoración del 1.° de mayo en 1933 no contó con la simpatía de los eclesiásticos, al recordar que “después de San Joaquín de Flores, al pie de una cuesta, había una casa de unas viejitas; las mujeres salieron al corredor, se hincaron, nos hicieron la cruz, porque los curas habían dicho que nosotros éramos Satanás, el demonio”.
Poco sorprende que el clero asumiera esa posición pues, desde su fundación, la Iglesia Católica se convirtió en uno de los principales adversarios del PCCR. Tanto en los púlpitos como en sus periódicos, los eclesiásticos presionaron sin éxito para que el gobierno de Jiménez ilegalizara a los comunistas.
Fallas terminó su crónica con la descripción de cómo fue el ingreso en Heredia y posteriormente en San José. Llegaron a Heredia “como a las nueve o diez de la mañana, en medio del estruendo de los tambores y los clarines de nuestra columna. La policía quiso quitarnos unos carteles, pero al fin todo quedó resuelto”.
Más tarde, en la Uruca, una columna de trabajadores de San José, encabezada por Jaime Cerdas, recibió a los comunistas de Alajuela, que ingresaron a la capital “sonando los clarines. La gente salía a la calle y nos saludaba y muchos se sumaban a nosotros para continuar en el desfile ['] Ese fue mi primer 1.° de mayo: un recuerdo imborrable en mi vida”.
El autor es historiador y miembro del Centro de Investigación en Identidad y Cultura Latinoamericanas de la UCR.