Una disección del cuello al final de la falda parte en dos un vestido en papel maché. En su entraña, adheridas a la piel interior de la prenda, se distinguen las fotografías en blanco y negro de un ayer lejano. Son retratos de familia que trascendieron del cuarto oscuro al registro emocional de la memoria.
“No hay dolor en mis esculturas. Son situaciones de vida, reflejos de un pasado infantil en un barrio tradicional, en el hogar de un padre (Rafael Siliézar) que partió temprano a la eternidad y de una madre (María Emilia Solano) que hizo hasta lo imposible por educar a sus hijos, con vocación, entrega y, lo más importante, tiempo para nosotros”, declara Carmen Siliézar Solano.
El apellido Siliézar es conocido por Adolfo, hermano de Carmen, artista nacional con más de tres décadas de producción artística. Carmen, pese a que lleva muchos años de pintar y de crear, hasta ahora decidió exponer sus piezas en madera, hierro, alambre, librete, papel maché y materiales orgánicos, entre otros elementos.
La colección de esta mujer madura, esposa, madre y abuela, se titula E-vocación femenina . Durante un mes, hasta el 4 de agosto, se puede apreciar en la galería Talentum, en el barrio Amón, de lunes a viernes, de 11 a. m a 6 p. m.
En claroscuro. “Tengo evocaciones de una niñez con atmósferas en claroscuro en el ámbito familiar. Un padre ausente. Una madre enferma. Sin embargo, aunque mi trabajo escultórico aviva la llama de ciertas carencias, las he logrado filtrar a través de una expresión plástica que aspira a la belleza y mitiga el efecto de la amargura”, cuenta.
Décadas del 60 y el 70: la casa de madera en un barrio guadalupano; imágenes de inocencia, calle y travesura. El trabajo de Siliézar rescata elementos de una generación que nació y creció sin televisión ni computadoras. “Aquella fue una época hermosa por las cosas que hacíamos y que inventábamos para jugar. Por eso, del busto de una de mis piezas de la exposición cuelgan trastecitos que reviven esa infancia de intensidad y estrechez al mismo tiempo, con inquietudes e incógnitas, porque también había silencios en mi familia”, describe la artista.
E-vocación femenina se compone de nueve piezas escultóricas que moldean la estética de las formas con elementos grotescos, como las varillas y los tornillos que hieren la madera, y la atraviesan de lado a lado.
En el prospecto de la muestra, la curadora Raquel Gómez escribe: “En esta exposición cada obra que la artista nos muestra pretende clarificar en cómo la educación que recibimos influye directamente en el concepto de lo femenino que cada una de nosotras tiene y de cómo debe ser desempeñado en la ‘calle’.
”Además, muestra la valentía que cada una de nosotras debe tener para romper con este esquema, superar estos tabúes y adueñarse de su propio destino sin abandonar nunca aquello que nos hace ser mujer”.
Legado del abuelo. Siliézar percibe que su vena creativa proviene de los tiempos del abuelo, un escultor de santos e imágenes religiosas. La artista lo recuerda: “Se llamaba Víctor Manuel Solano Sanabria. Más que un imaginero, era un gran arquitecto y escultor. Fue mi abuelo quien diseñó y construyó la iglesia de San Diego de Tres Ríos. Me fascinaba verlo forjar figuras de viva expresión. Siempre quise ser como él. Además de la influencia de mi abuelo o de mi madre – que siempre hallaba papel, goma, tela y tijera para entretenernos –, confirmo que todos somos el resultado de una generación que nos antecedió.
”En ese sentido, creo que la creación artística debe rendir tributo a quienes nos criaron y nos formaron, pues aunque hayan desaparecido, siguen profundamente ligados a nuestras vidas, como si uno pudiera abrirse el corazón y descubrirlos en su interior”.
Carmen complementa su inicio autodidacta con la academia en la Casa del Artista, donde concluirá el año entrante cinco años de estudio y práctica en escultura, con la orientación de la maestra Tzeitel Hernández.
“Ella ha sido mi guía, quien me sugiere crear a partir de los diversos materiales que suelo incorporar en mi obra”, dice Siliézar.
Acerca del por qué expone hasta ahora, es decir, en plena madurez, la artista explica que tras cumplir con su papel de esposa, madre y abuela, con cuatro hijos y cuatro nietos, le llegó el momento de pensar en sí misma, de trazar nuevos derroteros entre el arte y el espíritu y de emprender otras búsquedas.
“Cada vez que tomo el pincel o alguna de mis herramientas para esculpir, intuyo que mi destino es continuar buscando, hasta que algún día logre descubrir algo nuevo; no sé qué, exactamente, quizás porque al pintar me impulsa esa inquietud natural que todos tenemos de indagar, de crear. Si a la luz de esta exposición, de estas E-vocaciones, mi obra comunica a alguien un poco de reminiscencia, de ternura o tal vez de dolor… me sentiré completamente satisfecha”.