El arte de Carlos Amorales toma tantas formas que es difícil seguirle la pista. Lo curioso es que él ha querido que así sea.
El artista mexicano compartió su historia personal y la del desarrollo de su arte en el Festival Internacional de Diseño, que finalizó este sábado, en la Antigua Aduana.
Entre algunos de sus trabajos, compartió el largo recorrido del diseño de una silueta de pájaro que, a lo largo de los años, cobraría distintas formas, sería convertido en nuevas figuras, como mariposas, y obras, y sería tomado por diseñadores (sin permiso) para incorporarlo en sus creaciones.
Anteriormente, el artista había visitado el país para crear un mural en la Fundación Teorética, con motivo de la exposición Hombres entre las ruinas . Amorales, hombre multidisciplinario, comparte su trabajo, abierto y cambiante.
“Me interesan mucho los procesos. Me planteo un problema y lo voy siguiendo. Es como una mezcla de disponerte a que ocurran las cosas, pero también de suerte”, explica Amorales. “No es como que tengo una idea hecha de cómo va a funcionar algo, sino una generalidad desde la que voy pensando, armando una filosofía y voy permitiendo o no que ocurran ciertas cosas”, considera el artista.
Su trabajo ha permitido que las cosas pasen porque, en parte, ha estado abierto. El Archivo Líquido fue un proyecto que recopiló miles de figuras y patrones que transformaba en cosas distintas según la pieza que trabajase. Una vez sueltas, lo que suceda es la obra.
“Es como pescar las consecuencias del trabajo”, dice. “Cuando se echa a andar, empieza esta investigación y ver qué consecuencias tuvo o pudo tener en otros ámbitos fuera del mundo del arte, fuera de los museos. A veces, sin nombre: ya no soy yo (quien está tras la obra)”.
Autores. Como parte de este experimento continuo, Amorales formó parte del sello de música Nuevos Ricos. “Era muy importante tomar la piratería no como el enemigo, sino, más bien, como un medio aprovechable, entonces sacrificar regalías de las canciones a cambio de visibilidad de los grupos”, argumenta. Para él, es una especie de mercadeo en off .
“No se vuelven dogmas, no es que así hay que operar. Son posibilidades”, dice Amorales.“Por un lado, todos tenemos tener la necesidad de ser autores, de ser reconocidos, de que nos aplaudan, pero, por otro lado, te das cuenta de cómo los medios son centrífugos: se llevan la obra a cualquier lado, las imágenes se masifican. Podemos verlo en todo el mundo, al menos por Internet. Todo esto crea un desprendimiento de la autoridad”, considera Amorales.
Esta apertura del archivo personal de un artista al público, y de su trabajo, es, para Amorales, precisamente el caos que debe negociar el artista con su posición política. “El archivo líquido y el personal están justo en medio, porque esa es la propiedad del trabajo. La imagen la veo como una máscara, que tiene un lado público y un lado privado, pero también es un objeto. Yo escondo cosas privadas en esas imágenes que, al volverse siluetas y salir al público”, añade.
En vez de dejarlo anclado, Amorales captura su arte al vuelo. “Es trabajar con el caos. El mundo es caótico; tiene que soltarte y jugar con eso, casi que ir surfeando y, en el camino, ir pensando cuáles son las posibilidades”, concluye.