En la América Central, todos los caminos llevan al arte, pero cada uno a su manera. Así nos lo enseñan ocho artistas de cinco países, quienes exhiben trabajos en la muestra Laberinos de papel, en la Galería Nacional.
Desde Panamá. Los creadores son Olga Dorado y Mariano Prado (Costa Rica), Gilberto Aquino (El Salvador), Carlos Cuenllas (España), Juan Guerrero (México), y Luis Aguilar Ponce y Manuel Montilla (Panamá).
La Fundación para las Artes Montilla e Hijos (de Panamá) y el Atelier Aquino (de Costa Rica) organizaron la exhibición. Todos los artistas presentaron antes estas y otras obras en la Fundación, sita en la ciudad de David, capital de la provincia panameña de Chiriquí, fronteriza con Costa Rica.
Manuel Montilla expresa que los chiriqueños desarrollaron un espíritu de iniciativa en muchos campos pues se sentían aislados de la capital panameña. Por esto, no extraña que posean una pinacoteca de arte contemporáneo y salas de exhibición. La Fundación Montilla ya ha brindado exposiciones en Guatemala, El Salvador, Honduras y Costa Rica
Símbolos y estallidos. Manuel Montilla presenta Cartas eróticas a Lucia Anna Joyce, seis trabajos en técnica mixta y digital sobre papel. El artista compone escenas que evocan el atormentado mundo de Lucia (hija del escritor irlandés James Joyce), quien padeció esquizofrenia.
Montilla trabajó sobre fotos de una modelo y las intervino con acrílico y tinta hasta lograr un estallido de colores que hace recordar el arte psicodélico de los años 60: alucinaciones del arte sobre alucinaciones de Lucia.
Juan Guerrero exhibe monotipias y collages sobre papel que adunan antiguas fotos a grabados y dibujos de arte prehispánico en espacios donde flotan; pero el azar se vuelve luego armónico por la ubicación de los elementos y por la complementariedad de los colores.
El mismo Juan Guerrero afirma: “A diferencia de la monotipia, en cuya elaboración no existe una placa matriz, para la ejecución de estas obras empleé más de una placa –algunas de ellas reusadas–, fragmentos de grabados que ya tuvieron una edición, o matrices que nunca fueron impresas de modo formal”.
Olga Dorado ofrece la serie De los huesos a la sangre , óleos sobre papel, de inspiración surrealista, en los que elementos femeninos (como unos corsés) respiran el mismo aire de los signos masculinos (como unos toros).
Los corsés son como la prisión ejercida por las costumbres del patriarcalismo. Según el poeta Adriano Corrales, “las mujeres del Olga son una celebración de la vida expresada en el ambiguo juego de Eros y Tánatos”.
Sueños y penitentes. Rafael Galdámez ha traído óleos sobre papel: Cartas cruzadas , inspirados en poemas del mexicano Roberto López Moreno. La abstracción de las manchas coloridas es el trasfondo de líneas y de otros colores que llevan la mirada en laberintos concéntricos.
Esa serie es un cambio en los motivos de Galdámez pues sus exposiciones anteriores se dedicaron a la figuración con animales de su Chiapas natal.
A su vez, Mariano Prado expone Relaciones y estructuras urbanas: creaciones digitales sobre papel que parecen fotografías de seres imposibles: cabezas enormes que sostienen edificios como panales, torres que cruzan a un hombre de piedra...
“Aquí no hay nada del mundo real, sino objetos imaginarios, oníricos, como del mundo de Matrix”, anota Montilla. “Es un arte irreal que acusa los temores de la deshumanización”, añade el escultor Domingo Ramos.
Por su parte, el artista español Carlos Cuenllas brinda la serie Pasión sacra , integrada por fotografías de gran formato de cofrades encapuchados de la ciudad de León (España).
Ya fuera de sus procesiones, aquellos personajes son muy extraños, y algunos parecen amenazadores porque ocultan el rostros bajo una capucha.
Papeles hablan. Gilberto Aquino Pérez exhibe la serie Manchas y formas, acrílicos sobre papel. Algunos presentan paisajes de trazos muy gruesos, de colores “inversos”: un cielo amarillo, una tierra azul...
Aquino ha dejado esta vez las aves y los niños de pinturas naïfs, para ofrecernos trabajos que concentran simplemente el afán puro de probar con los colores y con líneas en relieve.
Luis Aguilar Ponce aporta la serie La buena suerte entre nosotros, cuatro acrílicos y tintas sobre papel. Individuos y parejas nos obsequian sus siluetas: no vemos los rostros, mas los colores les dan vidas que nos comunican tenuemente.
“En estos cuadros, el color eclosiona con una fuerza primigenia y voraz: las pinturas nos hablan de un artista en silencio”, opina Manuel Montilla.
Todas las obras se pintaron o imprimieron sobre el mismo tipo de papel: la hermandad sobre la que se ha construido lo diverso –como la vida misma–.
Laberintos de papel puede visitarse todos los días hasta el 30 de junio en la Galería Nacional (en el Museo de los Niños).