Un paraíso acuático. Miles de litros de agua y cientos de especies de todos los tamaños, colores y texturas posibles. Dos ojos. Una cámara. Una pasión. Este es un reto al alcance de un clic, pero no es tan fácil hacer clic bajo el agua. Esta fotografía submarina se titula Azul. La tomé en marzo del 2014 en aguas de la isla del Coco, en el Pacífico costarricense, sitio considerado Patrimonio Natural de la Humanidad por su enorme biodiversidad. Viajé allí como fotógrafo acompañando una expedición de científicos, amantes de la isla del Coco que buscan mejorar las condiciones de los encargados de proteger la asombrosa naturaleza que allí vive.
Bajo el agua, el entorno es mágico porque la luz, el tiempo y la vida se comportan en formas completamente distintas de las que estamos acostumbrados a percibir en la tierra.
Por ejemplo, nótese que, en la profundidad de las aguas, el ingreso de la luz es limitado. Se “pierden” así los tonos fuertes del rojo, el anaranjado, el amarillo y el azul. Allí, en el fondo, el azul está en pugna con el gris y el negro; además, el movimiento es continuo, y el tiempo, limitado.
Por todo ello, Azul es una celebración: es superar el reto técnico que ofrecen las mareas y los vaivenes de la flotación. Asimismo, debe captarse el juego de la luz y mantenerse bajo control todos los instrumentos de la cámara a varios metros bajo la superficie del mar, sin olvidarse de respirar por el tanque de oxígeno mientras aún se tenga...
No está de más decir que la fotografía submarina requiere un conocimiento especializado en varias áreas (como el buceo y la propia fotografía) para evitar riesgos y garantizar los resultados deseados.
Hice el retrato de este azul profundo con una cámara Nikon D200 y una “housing” (carcasa de plástico transparente que protege la cámara de la presión del agua). No conté con luces externas para ayudar con la iluminación, de modo que opté por usar un alto ISO (sistema de medición de la luz).
Para mí, esta obra retrata unos minutos de gloria bajo el agua y ejemplifica cómo puede disfrutarse de la naturaleza sin hacerle daño. Claro está, no soy el primero ni el único que lo ve así. Fotógrafos como Francesco Nistri y Carlos Hiller me han servido de inspiración técnica y también filosófica.
La fotografía es mi pasión y también mi trabajo. Esto está comenzando. Tengo la aspiración de capturar aún mucha de la belleza natural de Costa Rica. Por ejemplo, en futuras visitas al Parque Nacional Chirripó retrataré algunos de los peculiares parajes del páramo y de la biodiversidad, y trataré de retener la luz que se percibe a más de 3.000 metros sobre el nivel del mar.
Sin embargo, la isla del Coco seguirá siendo uno de mis sitios preferidos para pedir a la naturaleza que sea mi cómplice y se deje capturar por el lente de mi cámara.