Lo que muchos proyectos políticos no pudieron, la danza lo consiguió: la integración de una región. Gracias a la creación de la Compañía de Danza de Centroamérica y el Caribe (Codaca) es que artistas de América Central han dejado de estar tan lejos los unos de otros.
Este proyecto es el resultado de acciones conjuntas entre la cooperación cultural con América Central y el Caribe, a través del Instituto Goethe de México, las embajadas y centros culturales alemanes de la región. También, han tenido el apoyo de autoridades locales y del Sistema de Integración Centroamericano (SICA).
Para esta primera experiencia se utilizó las compañías institucionales como plataforma, quienes cedieron a sus bailarines.
La actual generación de la Codaca está formada por 14 bailarines, dos integrantes de siete países; ellos son: Andrea Alvergue y Diana Valladares, de Honduras; Rolando Meléndez y Adriana Amaya, de El Salvador; Sofía Solís y Edward Guerra, de Costa Rica; Josué Barrios y Ana Sofía Villar, de Guatemala; Freddy Ríos y Víctor Cruz de Nicaragua; Moisés Bethancourth y Héctor Carrasco, de Panamá; Doraysa De Peña y Rayser Campusano, de República Dominicana.
Como debut, en este primer espectáculo, ejecutaron Otros mares , del coreógrafo y bailarín escocés Mark Sieczkarek; además, se contó con la participación de seis miembros de la Compañía Nacional de Danza de El Salvador, quienes escenificaron Intuitivos , creación de la directora y coreógrafa la costarricense Karol Marenco.
De lo visto cabe destacar que el sexteto de la Compañía Nacional de Danza de El Salvador demostró un dominio técnico e interpretativo de buen nivel al enfrentar la propuesta de Marenco, en la que predominaron los dúos con movimientos periféricos fusionados con ondulaciones. En las sesiones grupales, el unísono debe afinarse para lograr mayor efecto de pureza en la línea, elemento fundamental en la obra. Esta composición de corte abstracto contó con una partitura musical de Francisco Huguet, la cual resultó cansina y monótona en la primera parte. Los otros elementos, como el vestuario, la luz y escenografía, funcionaron para reforzar la idea de la autora.
Como segunda parte vimos la obra grupal Otros mares , de Mark Sieczkarek. Los 14 bailarines procedentes de diversas formaciones técnicas trabajaron en función de la propuesta austera y minimalista del coreógrafo. Cabe destacar que en las últimas obras de este autor ha prevalecido el uso racional de los recursos escénicos, como fue en este caso, el vestuario y la música (un collage con ritmos latinoamericanos) y las resoluciones de movimiento secuenciales que predominaron en la composición.
Dentro de esa misma sintonía, Baltasar Portillo creó la sugerente y efectiva escenografía.
Al final, con su buen trabajo corporal y rica expresividad, el elenco nos contagió con tanto derroche de energía y vitalidad inherente a la cultura centroamericana.
Esperamos que el proyecto tenga larga vida escénica para favorecer la danza en nuestra región.