Antes de gatear, aprendió a actuar. Tiene en su saco más de 326 películas. Tal vez no sea el mejor, pero sí quien tiene la carrera cinematográfica más longeva de que se tenga memoria: 92 años.
Es una rara mezcla de súper ratón y la hormiga atómica; más feo que guapo pero muy simpático, engatusó con su labia a las más encuetadas divas del cine de oro norteamericano, y luce en su vitrina la cabellera de Ava Gardner, el animal más bello del mundo.
Mickey Rooney, el niño malo de Hollywood, sigue dando guerra a pesar de sus nueve décadas y de que ya no le luce hacer carantoñas, contorsiones y arrumacos, como si todavía fuera Andy Hardy , aquel adolescente pegajoso que lo puso en la plataforma de lanzamiento al estrellato en los años 30 del siglo pasado.
Rooney es de los pocos actores que supo colocarse en diferentes papeles en todo el arco de su dinosáurica carrera; desde que era un bebé de 15 meses, hasta los 86 años en que interpretó a un vejete guardián en Una noche en el museo .
Un año antes levantó un polvorín de críticas por mostrar su rubicundo y marchito trasero, en un anuncio de 15 segundos sobre un producto contra el resfrío. La cadena de televisión Fox censuró el comercial en el cual el anciano salía de un sauna cubierto apenas con un paño y se asusta cuando alguien estornuda detrás de él; justo en la puerta se le cae la toalla y queda con sus miserias al aire.
Tal vez el anuncio no ofende, como dijo Mickey, “las normas de la decencia” o “ni tiene connotaciones sexuales” y que él “nunca vendería sexo”, pero si atenta contra el ornato público.
En su juventud fue la antítesis de un galán cinematográfico. Era una mirrusca de hombre, con nariz de coliflor, bocón como pocos; con las maneras de un palurdo y el apetito sexual de un gallo de corral.
“Nunca pedí ser bajito, pese a que he pasado mi vida fingiendo que no me importa” declaró el actor que mide apenas 1,57 cm. ¡de puntillas!
¡Cuídate de los hombres pequeños!. Contra todos los pronósticos eróticos fue el primer marido de la salvaje Ava Gardner. En un reciente libro de Peter Evans, Ava Gardner: the secret conversations , la diva contó que sintió un amor rencoroso por él. Ella se burlaba de su tamaño –la estatura por supuesto– y él la humilló en público al revelar los gustos eróticos de Ava y su lista de “amiguitas”. Tal para cual.
En todo caso ella solo fue una anécdota en su vida, porque coleccionó siete esposas más y engendró nueve vástagos. La lista incluye a: Bethy Jane Rase; Martha Vickers; Elaine Mahnken; Carolyn Hockert; Barbara Ann Thomason; Marge Lane y actualmente Jan Chamberlin, con quien se casó a los 60 años.
Fuego de juventud
“El día que no vea una cámara cerca me muero”, confesó Rooney a un periodista. Tal vez sea cierto, porque ya lleva nueve décadas sobre los escenarios y no hay manera de que los abandone.
Mickey tiene el macabro mérito de haber sepultado a todas las megaestrellas de Hollywood que alguna vez le hicieron sombra: Spencer Tracy, Humphrey Bogart, Gary Grant, Burt Lancaster o el mítico Clark Gable.
Según afirmó: “No hay lecciones para actuar, la única es ser quien eres, decir lo que quieres decir y hacer lo que tengas que hacer”. Rooney es un auténtico sobreviviente y una historia viva del cine, la radio y la televisión del siglo XX.
Presume de haberle sugerido a Norma Jeane Baker que le calzaría mejor Marilyn Monroe, en homenaje a su amiga Marilyn Miller. Igual, se jactó de que Walt Disney asistió a la grabación del programa radiofónico Mickey McGuire , y por eso llamó Mickey a su célebre ratón.
Como todos los que pueden contradecirlo ya murieron, ahora es él quien escribe la historia a su manera. Lo real es que nació en Brooklyn el 23 de setiembre de 1920; su padre era un inmigrante escocés –Joseph Yule– y su madre –Nellie– de Kansas City.
Ellos estaban metidos en el mundillo del vodevil y a los 15 meses lanzaron al pequeño Joe a las tablas. El zarrapastroso se arrastraba por el escenario con un overoll y una armónica colgándole del cuello; estornudaba y su padre lo presentaba al auditorio que rompía en risas con la inocencia del rapaz, relató en su autobiografía.
Joe era un borrachín y un mujeriego; por eso Nellie y Joe Jr. terminaron “arrimados” donde una tía. Ella estaba ilusionada con lanzar al estrellato a su bebé y trabó contacto con Hal Roach, el productor de comedias que dirigía La Pandilla. Roach le dio empleo al niño con un salario de $5 diarios, pero a las otras figuras les pagaba cinco veces más.
A los seis años hizo su primer papel protagónico en el corto Not to be trusted , donde interpretó a un enano. Un año después lo escogieron para el radioteatro Mickey McGuire basado en la historieta del mismo nombre; a raíz del éxito del programa intentó seguir utilizando ese apelativo pero la Fox se lo impidió y se quedó con el de Mickey, al que agregó Rooney.
En los años 30 y 40 cimentó su carrera profesional con películas como Los hijos de la farándula, en que fue nominado al Oscar como mejor actor; interpretó el Joven Edison; The Boys Town , la Comedia Humana y Fuego de Juventud , con Elizabeth Taylor. A pesar de las limitaciones hogareñas pudo estudiar actuación en la Hollywood Professional School, a punta de vender periódicos en una esquina.
Durante tres años consecutivos, de 1939 a 1941, fue nombrado el actor más taquillero de la pantalla, y en 1940 la revista Time publicó su foto en la portada del mes de marzo.
La guerra detuvo su carrera; entretuvo a las tropas norteamericanas en Europa y recibió todo tipo de condecoraciones por su servicio militar. Al concluir el conflicto regresó al cine pero su carrera se desplomó y buscó mejores aires en la televisión y en la radio.
Vive, ama y aprende
La esencia y los venenos nunca vienen en botellas. ¡Por dicha!, si Mickey Rooney hubiese sido de tamaño “standard”, solo Dios sabe qué diabluras sentimentales habría hecho.
Casado en ocho ocasiones, con nueve hijos a la cola y una catizumba de nietos y bisnietos; sin contar las amantes y lances furtivos, la lista de sus amoríos rivaliza con la de sus películas.
“Siempre me caso temprano por la mañana. De esa manera, si no funciona, no he perdido un día entero”, sentenció el homúnculo.
Rooney mantuvo dos relaciones personales, que por opuestas, muestran el carácter “sui generis” del Matusalén del cine. Una de ellas fue con la angelical Judy Garland y la otra con la destructiva Ava Gardner.
Con la niña prodigio de las comedias musicales compartió nueve filmes y los unía un amor filial; “para mí ella no ha muerto, siempre está en mi corazón”, recordó Rooney.
Mickey conoció en una fiesta a la campechana Ava, que por esos años era una “muerdequedito”, pero que aprendió muy rápido todas los intríngulis de los hombres y el sexo, de la mano de un preceptor tan avezado como el juvenil actor.
En los años 40 Rooney era el más cotizado de Hollywood, sobre todo por su papel del “tortero” pero buenazo hijo del juez Hardy, en la comedia del mismo nombre. Más que un hombre era un símbolo de la juventud americana, en vísperas de la guerra.
Una cosa eran los vicios privados de Mickey y otra que los publicara. A Louis Mayer, mandamás de la industria cinéfila, para nada le gustó que su maquinita de hacer billetes se encaprichara con la explosiva campesina de ojos verde esmeralda, que era una planta carnívora de hombres.
El seductor apenas reparó en gastos para conquistar a la ojiverde; regalos fastuosos, jardinerías enteras, cenas pantagruélicas, promesas almibaradas y una simpatía a chorros acabaron con los prejuicios morales de la veinteañera.
Se casaron el 10 de enero de 1942 y Rooney comprobó que la Gardner era novicia en las artes de la almohada, pero tenía una capacidad innata de aprendizaje en los secretos de la alcoba. Años más tarde la diva dijo a Ann Miller, actriz y bailarina: “No te dejes engañar por el muchachito. Se conoce al dedillo todos los trucos”.
Rooney se cansó de Ava y buscó otros potreros donde pastar. Apareció en escena el millonario Howard Hughes que coleccionaba mujeres como si fueran postalitas y ella no se hizo la rogada. Al año la pareja naufragó; mantuvieron una larga amistad y de vez en cuando se veían para continuar las lecciones amatorias.
De ahí en adelante sus matrimonios colapsaron uno tras otro. El más trágico fue con Barbara Ann Thomason, una reconocida reina de belleza. Ellos se casaron en 1959 y se divorciaron cinco años después, porque Rooney le daba calabazas con una desnudista de Atlantic City.
Tras la separación Barbara se juntó con Milos Milosevic, un actor tan celoso como posesivo. En 1966, con solo 29 años, Milos la encerró en el baño y le pegó cuatro tiros en la cara, después se suicidó.
En su autobiografía Rooney comentó que solo su matrimonio de 100 días con Marge, lo pudo sacar de la depresión que le causó el asesinato de Barbara.
Mickey Rooney consumió drogas y despilfarró su fortuna, salió del hueco gracias a un hecho verosímil solo porque los niños –aunque viejos– nunca mienten: ¡Dios se le apareció en una cafetería!