Por su película Ridicule (1996), la Academia Francesa lo coronó dos veces con los premios César y el Óscar estuvo a punto de caer en sus manos. Nada de eso cambió a Patrice Leconte y mucho menos su visión acerca del cine.
Entonces, con las primeras cintas de su filmografía, el risueño cineasta ya había exprimido las risas de la comedia. Con el tiempo, había dado el salto a un cine “más oscuro, más personal y algo más sentimental”.
A sus 66 años, Leconte, quien dio el salto a la internacionalización con su filme Monsieur Hire (1989) en Cannes , sabe que nunca hizo ni hará cine para complacer a nadie: “Las películas me tienen que gustar a mí, primeramente... Luego, pienso que le gustará a la gente”.
¿Y qué le gusta a Leconte? A propósito de su visita a Costa Rica, el francés contestó: un cine con sentido, que aporte y que en algo pueda mejorar las cosas.
Usted viene al país para colaborar en un proyecto educativo que intenta unir el cine con la enseñanza del francés. Específicamente, ¿cuál será su aporte?
Hablaré de cómo el cine puede mostrarnos todo lo que nos rodea. Por eso, con respecto al idioma, es básico enseñar francés viendo cine, pues ayudará a aprenderlo mejor. Es una gran herramienta.
”La unión entre la educación y el cine existe; los profesores son los que tienen que encontrarla. Se pueden aprender muchas cosas por los libros, pero también se puede aprender mucho por el cine”.
Usted es dibujante, hizo una animación cinematográfica y, además, se ha dedicado al cine de acción real. ¿Cual de estas artes despliega más? ¿Cuál es su pasión?
Todo... Lo prefiero todo. Me gusta dirigirme siempre hacia cosas inesperadas. A mí lo que realmente me apasiona es contar historias de amor, pero no historias rosas, sino historias que transmitan el amor al prójimo y el respeto a los demás.
”Eso es lo que más hace falta en nuestra sociedad. Si logro comunicar aunque sea un poquito de eso, estoy satisfecho; me doy cuenta que la película no fue inútil”.
Con el filme Monsieur Hire (1989), seleccionado en Cannes, usted salta al espectro internacional. ¿Cómo transformó esto su vida personal y profesional?
Lo que sucedió con Monsieur Hire , en Cannes, no me cambió para nada, aunque efectivamente fue allí que mucha gente en el mundo se interesó en mi trabajo.
”Le va a parecer extraño, pero las películas que yo hago me tienen que gustar a mí, primeramente, y eso siempre lo mantendré. Pienso que lo que me va a gustar a mí le va a gustar a la gente”.
Usted inició en la comedia pura y, poco a poco, fue profundizando en un cine más dramático, más profundo. ¿Por qué? ¿Cómo se gestó ese cambio?
Efectivamente, todas mis primeras películas fueron comedias puras. Me sentía muy bien haciéndolas y me iba muy bien. Sin embargo, creo que un día todos nos damos cuenta de que en el fondo de nosotros tenemos ganas de expresar otra cosa, quizá más oscuras, más graves, más personales y algo más sentimentales”.
¿Un ejemplo de ese cambio podría ser el filme Ridicule , que incorpora crítica social y política?
Bueno, hay algo que me caracteriza y es que nunca he hecho películas políticamente comprometedoras. Me interesa hacer películas que sean intemporales y que luego se vuelvan universales, sobre todo para comunicar valores.
Hay elementos del filme que parecen muy actuales...
Aunque Ridicule está ubicada en el siglo XVIII, hay metáforas que pueden ser de actualidad, pero no la hice esa intención.
”Sin embargo, comprendo que el espectador pueda hacer una relación o que encuentre elementos de la actualidad en la cinta”.
Habla de transmitir valores en sus películas. ¿Cuáles son para usted valores prioritarios?
”Hay un valor que para mí es de oro y que si fuera compartido por todos, el mundo funcionaría mejor. Se trata del respeto hacia el otro, pues si lo practicáramos no habría guerras, no habría hambre ni agresión a los niños.
¿Cuál de sus filmes refleja mejor ese valor?
No tengo la pretensión de hacer un sermón o hacer una clase sobre el respeto en mis películas. Si el respeto lo tratamos como un eslogan, sería aburrido y pesado. Si los personajes que creo pueden transmitir pequeños mensajes al respecto, es mejor.
Noto que eso lo motiva...
Hace algunos años, en Cannes, le preguntaron al cineasta alemán Wim Wenders el porqué hacía películas y él solo respondió: ‘Lo hago para hacer un mundo mejor’.
”Yo me dije, Wenders no se esfuerza mucho en contestar, pero luego reflexione y pensé: él tiene razón. Con el cine no se puede cambiar el mundo, pero sí mejorarlo un poco”.
¿Cree que sus películas logran ese objetivo?
Hace algún tiempo le pasé a mis amigo s El marido de la peluquera (1990). Cuando salimos de la proyección, vi que un amigo estaba llorando. Le pregunté qué le pasaba y me dijo que se había dado cuenta de que no estaba lo suficientemente enamorado de su esposa.
“Con el filme no hice un mundo mejor, pero sí hice mejor a mi amigo”.
¿Cuál es la película predilecta de su filmografía?
No soy yo quien tiene que preferir una película u otra. Cuando me hacen esa pregunta, no sé por cuál decidirme. Además, cuando la gente da su opinión, nunca me dicen que prefieren la misma, siempre son diferentes y eso me satisface.
¿Qué prefiere escribir películas o dirigirlas?
Me gusta mucho escribir historias y me encantaría escribir guiones para otros directores.
”Sin embargo, cuando filmo una película cuyo guion es mío, me digo a mí mismo: espero que sea bueno; y eso aumenta la cantidad de dudas cuando se hace una película. Por eso, al final, prefiero solo filmar”.
A su juicio, ¿qué hace que un guion sea bueno?
Es muy subjetivo. Sin embargo, puedo decir que el guion de Ridicule –el primero que filmé que no había hecho yo– era una maravilla y que no había que tocar nada. Eso es difícil encontrarlo.