Para cuando acabe la película, Xiaobin habrá dominado el español. Pero seguirla lección por lección, trabalenguas por trabalenguas, del pasado al futuro, es un deleite inusual y gracioso, posible solo en un filme que baila entre documental y ficción, como entre tiempos verbales.
El futuro perfecto (2016), estrenada esta semana en el Cine Magaly, es la primera película de Nele Wohlatz, rara y breve joya que desde su premiado debut en Locarno ha cosechado galardones y cariño para su historia de una joven migrante china en la cosmopolita Buenos Aires.
Wohlatz también es mi grante, alemana, y fue dando lecciones de idioma en una escuela argentina cuando conoció a Xiaobin Zhang. “Ella justo había llegado a Argentina dos o tres meses atrás y hablaba muy poco español, lo que no era muy favorable para un proceso de trabajo así”, contó Wohlatz a Áncora, en una entrevista por correo y WhatsApp.
“Pero a la vez, había dos cosas que me atraían mucho. Una era simplemente su presencia: me pareció una persona muy fuerte, intrigante, curiosa, una presencia en cámara muy fuerte, ese don que muchas veces tienen los actores profesionales, que una cosa es verlos en la vida real y otra en el encuadre, cuando se prende como una luz de repente”.
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Los papás de la joven habían migrado a Argentina años antes y ella sentía cierto resentimiento (algo que vemos en el filme). “Ella llegó con esa idea de que esa mudanza de China no importaba tanto adónde era, sino que era de China a una ciudad grande que no era China significaba el chance de darle otra vuelta a su vida, de salir de lo que sucede en su familia, que es de campesinos y obreros. Ella vio la oportunidad de aprender español y estudiar, algo que emprendió sola, en contra del mandato familiar”, explica Wohlatz.
Así empezó un largo proceso que incluiría talleres de actuación y muchos diálogos sobre lo que acabaría en el guion. “Le propuse hacer una película juntas donde su vida fuera la base y ella me dijo lo que en el cine documental muchas veces dicen las personas: ‘pero mi vida es muy aburrida’. Yo, para no presionarla, para relajarla, le dije: ‘Bueno, si querés podemos también inventar cosas, aunque obviamente no me parecía nada aburrida su vida.
”Empezamos a pasar mucho tiempo juntas y a conocernos y ella me contaba, o yo fui testigo de cosas que sucedían en su vida, y así fui juntando material para un guion con base en esas cosas y también en otras que me contaban otros chicos de la escuela”.
Así nació El futuro perfecto, en la que Xiaobin va aprendiendo español mientras va creciendo. Es graciosa y rara, con el tono de una lección de español que resulta tierna sin querer. Incluso compartimos con ella sus futuros, cuando conoce a un muchacho que, como ella, busca su nueva vida en Buenos Aires.
–Hay una doble distancia de Argentina (y “lo argentino”) en la película: la de Xiaobin y la suya propia, al ser ambas extranjeras. ¿De qué manera nutrió esto el proceso de trabajo?
–Su historia influyó mucho el guion, la mía tuvo que ver más con la percepción y las decisiones formales que toma la película. Quería evitar contar Buenos Aires como Buenos Aires, como la ciudad con todos los estereotipos desde el lugar de extranjero o turista. Me interesaba filmarla como si pudiera ser cualquier ciudad. Por un lado, porque al principio era claro que para Xiaobin no importaba que fuera Buenos Aires, lo importante es que era fuera de China.
”A ella le pasó algo que también me pasa cuando voy a una nueva ciudad: uno no tiene una percepción histórica de esa nueva ciudad, como que la ciudad es como chata, como una postal, y los lugares no tienen identidad propia al igual que yo no tengo identidad propia en esa ciudad.
”Esa primera llegada que todavía es muy superficial y es algo universal. La ciudad se reduce a lugares funcionales y a lugares que podrías encontrar probablemente en cualquier ciudad grande: la casa o el lugar donde dormís, el supermercado, el bar o restaurante donde podés comer y la calle que conecta esos lugares. Intentamos buscar esas locaciones esenciales, locaciones que evitan lo pintoresco, vacías de significado, suficientes para contar ‘esto es un bar, esto es un aula’.
”Al principio, las escenas son muy cortas, casi no tienen desarrollo, casi no tienen diálogo, y se resuelven en un solo plano, que por lo general es un plano fijo. Poco a poco, las escenas se alargan y la cámara empieza a mirar desde otro ángulo y se amplían locaciones, al abecedario personal de la ciudad de Xiaobin se suman lugares donde pasar el tiempo libre, como el cine o la Costanera, a las orillas del río.
”Eso tiene que ver no solo con la percepción de la ciudad sino con su aprendizaje del lenguaje. A medida que habla más, las escenas se vuelven más complejas porque sus posibilidades crecen y eso lleva a todo ese juego de los futuros y donde entramos a la ficción”.
–¿Cómo fue incorporar ese trabajo y cómo reaccionaba ella a tus propuestas?
–Era un proceso muy colaborativo en el que ella siempre quiso leer el guion, se lo mandé y cuando había algo con lo que se sentía incómoda, nos lo dijo y lo cambié o lo saqué. Había lugares blancos donde tenía una idea estructural y ella los llenó, como, por ejemplo, los ‘futuros’.
”En la película hacemos ese juego del condicional, y ahí ella tiene posibilidad de imaginarse su futuro tal como quiera y de alguna manera lo vamos a filmar. Le conté eso y la misma noche, me mandó un correo con sus futuros, que eran los futuros que se ven en la película.
”Me pareció muy interesante porque claramente tiene otro género de cine en mente, como un género melodramático, donde todo termina en tragedia, mucho más desapegado de ese realismo al yo me encuentro apegada. En cada futuro negociaba ese futuro entre su novio y sus padres, no de manera realista, sino como se lo imaginaba, pero dentro de la ficción me parecía que ese era el conflicto principal de su vida en ese momento”.
"Toda la historia de Vijay es la más delicada porque era una relación muy delicada. Todo el proceso de hacer la película influyó muchísimo en la vida de Xiaobin. Yo le puse una medida personal y subjetiva que era que todo influye a todo, pero yo siempre sentí que era un proceso de empoderamiento y que le dio mucha más fuerza y seguridad para pasar ese momento de su vida.
"Aprendió muchísimo por un lado (mucho más español que en las escuelas de idioma), pero también le dio mucha fuerza para seguir su camino contra la voluntad de sus padres. Nos preguntamos mucho qué hacer con esa relación tan frágil y delicada. Era claro que tenía que ser parte de la película, pero llegamos a la decisión de que Vijay real prácticamente no aparece.
"Sí formó parte del desarrollo, pero está representado por otro migrante indio, y eso ayudó mucho a tomar un poco de distancia, a llevarlo más a un lugar de ficción, que también era importante para Xiaobin porque es una historia prohibida. El marco de la ficción la cuidó".
–¿Cómo ha sido su relación con ella después de la película? ¿Qué pensó ella al verla?
–La reacción de Xiaobin cuando vio la película fue muy emotiva, porque ella tiene una cualidad increíble, que es que vive completamente en el presente. Olvida muy, muy rápido lo que fue y tampoco trata de planear mucho lo que viene.
"Está muy anclada en el presente, y se mueve en ese presente, y con esa habilidad pienso que le salen bastante bien las cosas. Cuando vio la película terminada, era todo un capítulo de su vida ya cerrado y creo que fue una experiencia particular verla llevada a cine.
"Después, la presentamos muchas veces juntas en diferentes festivales de cine y es bastante grato escucharla hablar de la película de cómo fue un proceso de colaboración bastante alegre. Está claro que no es mi película, es la película de todas las personas que la hicieron".
– Como realizadora, ¿qué te desafiaba de esa fricción entre lo ficcional y lo documental?
–Yo no parto tanto de esa pregunta de si una película es documental o ficción. Cuando empecé a filmar, era de manera observacional, documental, pero encontré muchas veces una situación en que trataba de manipular la realidad y llevar la persona a la que filmaba hacia un personaje que tenía que ver con una estructura inventada por mí.
”Todo el tiempo sentía que quería llevar la realidad a algo que entrara en una película. O el cine documental en realidad hace eso o simplemente no tengo mucho talento como directora de documental, no lo sé. De todos modos dejé de interesarme en esa distinción y pienso que lo que hace es el cine es eso, uno parte desde una hipótesis o idea y el proceso de realización es un ensayo en el que la probás en la realidad. Con eso cambiás la realidad y la hacés más flexible.
"Lo que viene de este reino de las ideas se convierte en algo que está en el mundo y cambia la realidad. Siento que una película es parecida al trabajo de un filósofo que escribe un libro sobre un problema o pregunta sobre la realidad y usa la escritura como herramienta para seguir pensando y ese proceso de seguir pensando es algo que cambia la realidad. Siento que las películas que me interesan hacen un movimiento muy parecido a eso.
”Entonces, fue todo un ensayo sobre cómo el nuevo idioma construye mi nueva identidad, mi percepción del mundo y mi participación en ese nuevo mundo. Nos llevó por esa hipótesis un poco wittgensteiniana de que lo podés es lo que podés pensar y el límite de lo que podés decir es el límite de lo que podés pensar.
”Eso nos llevó a una estructura que al principio está más cercana a una realidad descriptiva y simple, cuando Xiaobin no tiene forma de comunicarse y pensarse en un nuevo idioma, en un nuevo mundo, y eso se complejiza y tiene más y más vueltas en la medida en que empieza a dominar ese nuevo idioma”.
Dirección: Nele Wohlatz.
Guion: Nele Wohlatz y Pío Longo.
Producción ejecutiva: Cecilia Salim.
Dirección de fotografía: Roman Kasseroller y Agustina San Martín.
Montaje: Ana Godoy.
Intérpretes: Xiaobin Zhang, Saroj Kumar Malik, Mian Jiang, Dong Xi Wang, Nahuel Pérez Biscayart.
Sonido: Nahuel Palenque.
La distribuidora Pacífica Grey trae 'El futuro perfecto' (2016) a La Salita, en el Cine Magaly (barrio La California, San José) por una semana. Las entradas se compran en cinemagaly.com o en boletería, pero hay pocos espacios.