Crítica de ‘Yo antes de ti’: El amor es creíble

Ello es mérito de la directora Thea Sharrock, quien cree en lo que hace, a partir de un éxito editorial de la escritora inglesa Jojo Moyes (nacida en 1969), también guionista de este filme, o sea, Moyes le impregna su sello.

El filme ubica su argumento dentro del arte de los amores imposibles, esos que se alejan en contra de la voluntad de los enamorados. Aún así, el relato amoroso sabe deslizarse, tan solo fluye y, de esa manera, supera el esquema ceniciento de la muchacha pobre que se enamora y, a la vez, enamora al galán adinerado.

A dicho príncipe azul, además de haber nacido en cuna de oro, el destino lo convierte en su juguete (como dice Romeo en la tradicional tragedia de Shakespeare): él ha sufrido un tremendo accidente que le ha anulado la médula y lo ha condenado a ser un guapo en silla de ruedas: cuadrapléjico.

Tanto ella como él viven sus propios conflictos internos, pero el tratamiento del tema en la película no se regodea malsanamente con ellos: no se trata de abrir llagas delirantes, por lo que la historia narrada resulta siempre creíble.

En ese punto, como buen melodrama, más bien podríamos hablar de que este filme tiene una escasa elaboración psicológica de los personajes.

Para evitar el martirologio inútil, Yo antes de t i es filme que se apuntala muy bien con humor acariciante (permitan ustedes esa adjetivación), ese humor que es capaz de darle optimismo a la misma adversidad, que es capaz de encontrar la luz en la oscuridad del callejón.

Esa decisión narrativa se muestra de manera impecable. No hay duda que la guionista y la directora del filme han sabido no solo congeniar voluntades, sino ponerlas al servicio de obtener un buen melodrama, al que debemos juzgar con todo el humanismo del caso, aún con un asunto por ahí bastante polémico.

Algunos dirán que Yo antes de ti es previsible como película. Es posible, porque su virtud no está en ser narración sencilla, sino más bien en el exquisito tratamiento que la historia recibe. Aún así, el filme es capaz de sorprendernos cada vez más de la mitad hacia el final con las decisiones de sus personajes.

No es cine de misterio, está claro. Es cine de sentimientos narrados de manera humana y entrañable, a lo que contribuye la actuación carismática de Emilia Clarke, sin dejarse traicionar ella por esquemas propios de otros relatos románticos, de esos que pecan por dulcetes.

Ante la señorita Clarke, el actor Sam Claflin deviene en magnífico soporte, pese a la limitación de movimientos que vive su personaje. Lo demás es funcional: fotografía agradable, montaje práctico, diseño de arte sin embrollos y, lo fatal, una banda sonora que parece ir contra viento. Lo otro es recomendarles esta vivencia del amor.