Hay películas que llegan tan calladas al país, que uno podría pensar que los propios distribuidores o exhibidores prefieren poca gente al verlas. Por supuesto que no es así, es solo un mal trabajo de mercadeo. Creo que este es el caso de una buena película australiana titulada El último viaje de mi vida .
Se trata de un filme de cardinal aliento narrativo, el cual sabe partir de los sentimientos de sus distintos personajes para girar sobre los de su personaje principal y, así, llegar a los de los espectadores. Lo hace sin secuencias gratuitas y sin diálogos vacíos: ¡todo lo contrario!
Es cine de arte. Su director y también coguionista, Jeremy Sims (nacido en Australia Occidental), mantiene su énfasis en ciertos aspectos visuales para contarnos una historia con mucha emotividad y –a la vez– con coherencia suficiente para hacer de su filme un importante aliento de vida.
Es la historia de un hombre, su perro y su noble vecina. Él es blanco. Ella es negra. La amistad es profunda y, si se quiere, mucho más sorpresiva de la cuenta. El tipo se llama Rex y su perro no tiene nombre. Rex es taxista y la pasa bien con sus amigotes entre consabidas cervezas.
Un día, el médico le dice que le queda poco tiempo de vida. Es cuando Rex decide irse con su taxi, atravesar el indómito desierto australiano y llegar a Darwin, donde puede acogerse a la eutanasia para morir dentro de sus propias condiciones.
Con el viaje descubrirá nuevas miradas sobre la existencia y se encontrará con dos valiosas y nuevas amistades. Nada está escrito en la vida, dice la sabiduría popular. Rex entiende que no basta con creer en lo que uno hace, también hay que tener la verdad (al menos eso me dice la película).
Por secuencias, la trama cede al melodrama como fórmula evocadora de sentimientos sin mayores dilemas a lo interno de los personajes, pero tiene la valentía de retomar la senda gracias al esfuerzo positivo en la dirección de Jeremy Sims.
Para conseguir el sabor definido que se quiere, la actuación de Michael Caton, como Rex, es del todo magnífica y convincente. Como actriz de soporte, el trabajo de Ningali Lawford, como Polly, la vecina de Rex, logra imponerle al drama ciertos matices de comedia de manera muy fina.
El paisaje (ese largo viaje por la aridez geográfica) está muy bien aprovechado como parangón o, si se quiere, como metáfora de los sentimientos devastados que presentan sus personajes, sobre todo Rex. Así visto, el paisaje es mucho más que una simple glosa en El último viaje de mi vida .
No estamos ante una película de altisonancias formales ni ruidosa. Es sencilla, pero de valiosa calidez humana. Es de agradecerle la mesura para manejar un tema tan delicado como la eutanasia o suicidio asistido (“autosuicidio” diría un político).
Ahí está la película en cartelera, como calladita, ojalá esta crítica sirva para que ustedes la busquen.
Ficha técnica
Australia, 2015
Género: Drama
Dirección: Jeremy Sims
Elenco: Michael Caton, Ningali Lawford
Duración: 123 Minutos
Cines: Magaly
Calificación: Cuatro estrellas de cinco posibles