Dos comedias se estrenaron el fin de semana, ambas con evidente misoginia, una más que otra. Con la “peli” Un seductor irresistible (2009), mal dirigida por David Mackenzie y con la actuación displicente de Ashton Kutcher, con esa comedia no nos vamos a distraer: es muy estúpida, con una arbitraria caracterización de las mujeres como personas tontas, víctimas fáciles del hombre por la ruta del sexo.
¿Cómo se gasta dinero en eso? No entiendo. Un seductor irresistible es pérdida de tiempo así se vea en cine, por cable o en video casero. Mejor que esa cinta, lo cual es fácil de lograr, es la otra comedia en estreno: Enamorándome de mi ex (2009), dirigida sin dificultad por Nancy Meyers, quien se concentra en la comicidad de su guion, llevado a la pantalla mediante tres histriones con oficio: Meryl Streep, Steve Martin y Alec Baldwin.
Es la historia de la pareja divorciada que, con la ayuda de un poco de fiesta, de algunos tragos y hasta de mariguana, se ve –como antes– metida en las mismas sábanas y en la misma desnudez de cuerpos. Lo demás continúa entre sentimientos de culpa de ella, siempre cuenteada por su ex, ¡la tontica!, y más sexo. Por ahí hay otro tipo que la pretende a ella, pero'
Es una película que quiere ser melosa, según su directora y guionista, aunque ella le pone algún veneno a esa miel. De pronto, el filme se levanta jocosamente y con interés válido en la narración, luego se empantana en más de lo mismo que es lo mismo: el lío “existencial” de ella a cada escarceo con el ex.
Por supuesto que la película está hecha para que Meryl Streep se luzca. Sus compañeros le son solo bufones de turno, con un Steve Martin realmente apático y para nada convincente y, por otro lado, con Alec Baldwin en plausible esfuerzo por hacer pan con la harina que tiene entre manos, pero solo le salen migajas.
La señora Streep logra momentos muy buenos, de alta comicidad, como las secuencias donde su personaje aparece bien dosificado por la mariguana. En otras, la siento a ella empachosamente alborotera o melifluamente sentimental; o sea, se desborda de manera inútil. Es como si actuara diciendo: “Véanme, soy la mejor, quiero todos los premios del mundo”. Ante las cámaras, ella se siente como Narciso ante las aguas.
Por cierto, hacía tiempos no veía una película tan descuidada en continuidad de hechos y detalles. Por ejemplo, el exmarido le da a su exmujer un cigarro de mariguana, uno nada más, pero esa mariguana es como eterna durante el filme. Sale más de una vez, se fuman el “purito” y, luego, aparece nuevecito para más pitadas.
Me reí bastante con algunos diálogos dichos por Alec Baldwin, clasificables como malcriados, pero divertidos (no los cuento aquí por temor a ser editado). En resumen, es comedia de humor urbano (por contraste con lo de “leyendas urbanas”), se disfruta más en ciertos momentos, se mira bien y no es tan estúpida como muchas otras de la factoría hollywoodense.